Polos Opuestos

TRICIA

¿Un café?

—Me preguntaba si te gustaría ir mañana a tomar… ¿un café?

Esa pregunta me descoloca un poco. No me esperaba eso, esperaba algo cómo: ¿Ayúdame con algebra o hazme un favor… Pero... ¿ir a tomar café?

Abro la boca para decir algo, pero no me sale nada. Me he quedado literalmente sin palabras. Khaled llevaba toda la semana molestándome con la descabellada idea de que hiciera el viaje a Los Ángeles con él sin parar a decirme ni un solo segundo el motivo de ello. Confieso que en algún momento pensé en aceptar para que dejara de preguntarme cada dos segundos por lo mismo, pero me olía a trampa. Desde que ha llegado se había tirado a seis chicas (que yo sepa), y todas se estaban peleando por su atención. ¿Por qué no se lo pedía a una de ellas? Estarían encantada de ir, pasar la noche con él en otra ciudad y hacer vete tú a saber. Se estaba convirtiendo en todo lo que odiaba en un chico, aun así, no dejaba de pensar en él cuando estaba en clase o cuando hacía los deberes. Era una pequeña distracción en los momentos en los cuales debería estar más concentrada.

A veces creía que me estaba volviendo loca porque mi madre no dejaba de repetirme que debía dar una oportunidad a la vida. Es cierto que desde que voy menos al hospital había hecho más cosas, había ido a esa fiesta que no había salido tan bien, había ayudado a la banda de mi hermano grabando ese vídeo con Khaled, mismo haciéndole sólo porque me hubiese amenazado a contar a mi padre que no había dormido en casa el día de la fiesta...

Incluso había ido de compras con Crystal, cosa que hacía años que no hacía. 

—¿Estás pidiéndome lo que creo que es?

Él se encoge de hombros y empieza a jugar con el anillo que tiene el dedo corazón. Un anillo sencillo de plata blanca.

—Depende de lo que crees que es.

Mordí el labio sutilmente mientras él alzaba sus ojos grisáceos hacía mí.

Sus ojos me recordaban a la calma después de la tempestad, aunque también a ese gris del cielo antes de un huracán. 

—¿Una cita? — pregunto casi sin aire.

Que pensara en él desde que grabamos ese video en el cuál tenía que estar mirándole de forma dulzona durante toda la canción no significaba que quisiera caer en el ciclo vicioso de la vida. Ya me habían hecho demasiado daño como para creer que con ese Don Juan las cosas serían distintas.

Es cierto que me gustaba jugar con sus emociones, pero de ahí a tener una cita.

—¿Por qué no? Será divertido.

Suspiro.

—¿Te ha dejado tirado una de tus chicas y ahora crees que soy tu nueve uno?

Frunce el entrecejo confuso.

—¿Mi qué?

Vuelvo a suspirar. Últimamente suspiro mucho, y es debido a lo frustrante que es que racione de vez en cuando.

Dibujo los números nueve uno en el aire.

—Tu chica de emergencia.

Él se ríe.

—No.

Hago una mueca.

—¿Entonces?

Me gustaría entender porque insiste tanto en mí. ¿Me quería por qué no había resultado ser la chica fácil a la que está acostumbrado? Vale, confieso que tiene su encanto que le guste los desafíos, pero no quiero que me hagan daño y sé que un chico como este puede no sólo hacerme daño, sino destrozarme el corazón de tal forma que los pedacitos no vuelvan a coincidir con ningún otro para poder volver a armar el puzle de mi corazón.

—Solo quería invitarte a tomar café.

—¿Qué pasa si no me gusta el café? —me apresuro a decir.

Cierra los ojos unos segundos y cuando los vuelve a abrir se acerca a mí por encima de la mesa. Sus ojos han adquirido un color más oscuro, lo que significa que su paciencia pende de un hilo.

—Pues a lo que gustes, solo intento pedirte salir.

Me rio un poco.

—Ahora empiezo a entender porque solo te limitas a acostarte con las chicas, se te da de pena pedir a alguien salir.

Empujó la silla hacia atrás, me levanto y abandono la cafetería dejándole con la palabra en la boca.

 




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