Polos Opuestos

TRICIA

Orgasmo bajo la lluvia

 

Había quedado a ir a tomar algo con él después de su ensayo con la banda en mi sótano, el viernes. Crystal me mira y niega una y otra vez con la cabeza con cada modelito que pongo, sinceramente no le veo el sentido a eso de tener que «vestir para impresionarle», pero ella ha insistido en ello. El día de hoy había transcurrido muy despacio mientras yo me escondía de las furtivas miradas de algunas. Supongo que Crystal tenía razón; la envidia mataba y corroía. 

En el fondo no entendía por qué de pronto me importaba qué pudieran pensar, creía haber superado ya la parte donde me dolía lo que pensara la gente de mí, pero se ve que no.

—Ponte ese vestido blanco que te regalé por tu cumpleaños y las gladiadoras plateadas, un paseo por la playa es un buen plan.

Suspiro ruidosamente por la nariz y hago exactamente lo que me dice, uno porque estoy harta de probarme ropa y que lo deseche sin pensarlo y dos porque solo quiero acabar con esto de una vez.

De verdad que no pensaba aceptar en ningún momento esta estupidez, pero cuando recibí aquella cesta con productos eróticos supe que la cosa solo empeoraría, para mí y mi integridad, si no la aceptaba. Solo de recordar se me subía los calores a la zona de las mejillas, la frente y el vientre.

Al abrir mi casillero esa mañana y ver aquello mi primer impulso fue cavar un agujero en el suelo y esconderme en él por toda la eternidad, para mi suerte nadie la había podido ver, ya que había cerrado la puerta como si acabara de ver el monstruo de Stranger Things en el Upside Down.

—Estás preciosa. 

Una voz ronca y masculina rompe el silencio mientras me miro en el espejo y Crystal responde un mensaje de Luther por teléfono.

Un nudo se deposita en mi estómago mientras trago saliva y me giro lentamente hacia la puerta. Y ahí está ese credo. Lleva unas bermudas y una camiseta blanca de cuello en V. 

—¿Estás lista?

Abro la boca para contestar, pero mi mejor amiga se me adelanta.

—Claro que sí, iros a la tienda de batidos del paseo marítimo, y divertíos.

Mientras lo dice se dirige a la puerta. Al pasar por su lado le susurra algo al oído que le hace sonreír de oreja a oreja mientras me mira y luego se marcha.

—¿Qué te ha dicho?

Él se encoge de hombros y pasa del tema mientras extiende su mano como si quisiera que la cogiera. Niego con la cabeza y paso por él para dirigirme a la entrada. En el salón veo a los chicos encendiendo la Play para empezar un viernes cualquiera después de ensayar para sus vídeos de YouTube. Desde que Khaled ha entrado al grupo ha subido el número de seguidores en las redes sociales, y el número de acosadoras vía internet.

A veces pienso que esas chicas no tienen dignidad, hacen comentarios completamente subidos de todos en sus fotos, vídeos, en todo y estoy segura de que no les da ni un poquito de vergüenza.

—Nos vamos...— declaro a quien quiera que esté escuchando.

—¿Quiénes? — la voz de mi hermano se hace audible por encima de la discusión que mantiene Luther y Bruno sobre qué juego deben elegir.

—Nosotros, quienes sino.

Cierros los ojos mientras suelto un ruidoso suspiro por la nariz. Mi hermano estaba al loro de los regalos, pero en ningún momento supo que fueran de Khaled, siempre que preguntaba quién era mi admirador secreto cambiaba de tema o me hacía la loca. 

—¿Y dónde se supone que vais juntos?

—A ningún sitio.

—A tomar algo en el paseo marítimo.

Respondemos a la vez, para luego mirarnos con cara de póquer. ¿Ahora le molestaba que me mostrara reacia a decir la verdad? 

Mi hermano se acerca hasta ponerse delante de nosotros mientras estudia mis facciones, estoy nerviosa, incluso he empezado a sudar, os lo juro. No es que tema a mi hermano, pero me pone muy nerviosa que piense que he caído en las garras de este cerdo y crea que he perdido la cabeza.

—¿Qué?

Me mordí el labio, su tono es molesto, ahora mira a Khaled como si fuera a arrancarle la cabeza de un puñetazo.

—¿Estás de coña no? ¿Has dejado a un tarado para buscarte a otro? — el tono de mi hermano me hace pequeñita. 

—Eh, que estoy aquí, y te oigo, y me ofendes.

El aire teatrero de Khaled vuele a salir a la luz.

Mi hermano se acerca a él peligrosamente. Lo que me hace tragar en seco, Colín no suele ser alguien conflictivo pero este año ha sido un año difícil, y nos había protegido más.

—No te quiero con mi hermana, no es un juguete que puedas usar y tirar hijo de ...

—Creo que eso lo puedo decidir yo solita ¿no crees? —Intervine yo antes de que fuera demasiado tarde y acabaran rompiendo algo de casa que no se pudiera reparar—. Será mejor que nos pongamos en marcha o se hará muy tarde.

Cojo a Khaled del brazo y lo arrastro hacia la salida de la casa mientras mi hermano gruñe mi nombre en protesta, cierro la puerta con fuerza. En cuanto mi vista se enfoca en el deportivo que está aparcado en la entrada de mi casa se me para el corazón. 

—¿Tienes un Ferrari?

Él se echa a reír mientras se acerca al superdeportivo con una sonrisa diabólica.

—Yo no, pero mi madre sí.

Por unos segundos me quedo ahí; estupefacta admirando ese rojo sangre al que todos los chicos darían la vida por conducir, aunque sea un par de minutos.

—¿Intentas impresionarme? — mi voz tiembla un segundo para el siguiente poner cara de póquer fingiendo indiferencia.

—¿Lo conseguí?

Me mantengo callada, no sé si decirle que sí y alimentar ese ego de Don Juan que tiene o decir que no y que lo siga intentando. De todas formas, ¿Qué más da? 

Opté por la segunda opción.

—No, de hecho, me parece un poco... ¿Cómo decirlo? Presumido.

Él se ríe con fuerza y me abre la puerta para que entre. En cuanto mi piel toca el cuero de la silla suspiro mientras un hormigueo me recorre la piel. 




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