Por Amor

UN INICIO DIFERENTE

John dormía plácidamente en el sillón de la sala con la tele encendida, había sido una noche tranquila y decidió estar un rato más allí y no se dio cuenta en qué momento se quedó dormido. Pero su tranquilidad se fue al abismo cuando escuchó un grito desgarrador que lo despertó al instante y que al parecer provenía del piso de arriba. Eso le heló la sangre pero no se quiso quedar quieto al pensar en su familia.

-¿Mary?- Rápidamente le levantó del sillón y empezó a subir los escalones lo más rápido que pudo. -¡Mary!- Volvió a llamar a su mujer a mitad de camino y llegando a la habitación de la que, según él, provenía el grito y que además pertenecía a su hijo menor, Samuel. Pero no escuchó ninguna respuesta o algún otro ruido inusual.

Cuando entró en el cuarto azotando la puerta, solo divisó a su hijo en la cuna, sin señales de su esposa por alguna parte. Se acercó a la cuna lentamente y vio a su bebé despierto.

-Hola, Samy- Saludó el hombre a su hijo que solo movía sus bracitos y piernas de una manera tierna. -Estás bien- Dijo en tono de pregunta pero más para él mismo. Se sintió tranquilo al ver que no había nada malo, pensó que tal vez había tenido una pesadilla o había imaginado aquél horrible grito.

Pero inmediatamente algo llamó su atención; había aparecido en la manta del bebé cerca de la cabeza de Samy algo raro. Llevó su mano a la sustancia que allí estaba y se extrañó mucho al sentir que era espesa y estaba tibia, parecía sangre. Unas gotas más cayeron desde arriba sobre el dorso de su mano y con temor fue girando su cabeza hasta ver que, en el techo de la habitación se encontraba su esposa con una herida en el abdomen. Ésta jadeaba y tenía la boca abierta como queriendo hablarle a John pero algo se lo impedía. El hombre cayó al suelo jadeando sorprendido y asustado de lo que veía.

-¡Mary!- Al decir eso, el cuerpo de la mujer se incendió y el fuego empezó a esparcirse rápidamente por el techo de la habitación. John miraba horrorizado la escena ante él, no podía creer lo que pasaba. Salió de su estupor al escuchar el llanto de su hijo que aún seguía en la cuna; se levantó rápidamente, tomó al bebé y corrió fuera del cuarto que empezaba a arder. Al salir encontró a Dean en el pasillo e hizo lo primero que se le ocurrió.

-Papi- Lo llamó aquél niño con miedo. Algo pasaba y él no sabía qué.

-Sácalo lo más rápido que puedas y no mires atrás- Le decía el hombre a su hijo mayor mientras le entrega el bebé.

-Papi...- El niño estaba asustado, no entendía nada.

-¡Corre, Dean, corre!- Éste le hizo caso a su padre y salió en dirección a la puerta mientras llevaba a su hermano en brazos.

John volvió a la habitación por su esposa, pero cuando llegó ya era demasiado tarde, todo el cuarto estaba en llamas y la mujer seguía en el techo consumiéndose por el fuego. Él tapaba un poco su rostro por el ardor de las flamas.

-¡Mary, No!- Gritó el hombre para luego sentir una extraña explosión que hizo que el fuego se dirigiera hacia él. Luego todo fue silencio y oscuridad total para John.

El pequeño Dean veía desde el auto de su padre cómo los bomberos trataban de apagar el fuego que quedaba en la casa. Luego de salir con Samy en los brazos dirigió su mirada hacia el cuarto iluminado por las llamas pero inmediatamente la apartó e intentó proteger con su cuerpo a su hermano al ver cómo las ventanas se rompieron y salieron disparados vidrios rotos; afortunadamente la herida que le causó uno de estos pedazos en la espalda, no era tan grave, lo que le preocupaba eran los cortes que tenía Samy en uno de sus bracitos, pero los médicos le dijeron que no eran graves, que con el tiempo ya no se verían.

Dean estuvo mucho rato en el auto, esperando a que su padre saliera de su casa, pero no lo hizo y nadie se había dado cuenta de la presencia de los niños en ese lugar. Cuando todos se fueron y los vecinos ya no se veían, pues se habían ido a dormir el resto de la noche, un hombre se acercó al Impala, observándolo seriamente, como inspeccionándolo; al notar la presencia de los niños su semblante se relajó un poco e incluso hizo el amago de una sonrisa, pero se le borró al recordar lo que este suceso representaba; tocó suavemente la ventana contraria a la que estaban los infantes, sobresaltando un poco al mayor que no había notado la presencia de aquél extraño. El hombre hizo un ademán con la mano en forma de saludo, pero al notar que el niño no le abriría la puerta, decidió hacerlo él mismo. Dean se asustó un poco pues no conocía a aquél hombre, pero no hizo nada pues tenía a su hermano en brazos y sabía que él no podría lograr mucho ante aquella presencia.

-Hola, pequeño- Habló el hombre una vez sentado al lado de los niños. Pero el mayor no dijo nada, solo apretó su agarre al bebé. -No te preocupes, no les voy a hacer daño. Solo quiero ayudar- Volvió a hablar con voz suave y serena al notar las acciones del pequeño Dean.

-¿Quiénes usted?- Fue lo único que dijo. Aún no confiaba del todo en el extraño, pero sentía que le decía la verdad.

-Soy un amigo de tus padres- Sonrió por primera vez en presencia de los pequeños. Dean no recordaba haber visto a un hombre de piel oscura y ojos castaños claros cerca de su padre o madre alguna vez, pero aún con todo lo que desconocía del extraño, había una pizca de confianza hacia él. -Y ya que ellos... No están, tengo que ayudarte a ti y a tu hermano.- Dean hizo una mueca al escuchar aquello. Sabía que algo malo le había pasado a sus padres, pero tenía la esperanza de volver a verlos muy pronto.

-¿Cuándo volverán ellos?- Entendía que habían problemas y esperaba que sus padres los solucionaran pronto para poder regresar con ellos. El hombre se quedó pensativo un momento antes de responderle al niño.

-No te preocupes, ellos estarán pendiente de ti y tu hermano- Ladeo la cabeza un poco y se acercó más a Dean. -¿Puedo cargarlo un momento?- Tendió sus brazos hacia el bebé esperando a que Dean cediera, acto que el pequeño dudó un poco pero lo hizo.




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