¿por qué terminamos, Rosie?

1.

 

Hace tanto tiempo que no me sentía amado de la forma en que tú lo hiciste. Sé que sonará precipitado pero ¡no sé vivir sin ti, Rosie! Estoy desesperado por tenerte, ansioso de cuidarte y empeñado en que somos el uno para el otro. Sino fuera así ¿por qué el destino te puso en mi camino? No creo segundas oportunidades y esta es la única que te daré, Rosie. Ámame como merezco o te arrepentirás

 

Esto se repetía una y otra vez en la cabeza de Bruno, que sentado en el extenso sofá de su casa soñaba con aquella mujer que le robó el corazón. Intentando calmar su obsesión por la joven, buscó en su teléfono algo para saciar sus colosales ganas y no verse obligado a cometer otro crimen. Ya no era el ingenuo adolescente, a su edad de 28 años no volvería a cometer ciertos errores de estaciones muy lejanas y meses pasados.

 

Se detuvo en su página favorita, se acomodó en la mejor posición para él posible y al darle play al video extinguió lenta y muy placenteramente sus pasiones reprimidas. Para Bruno, esta acción tan normal como la de cualquier otro hombre con funcionalidad en su aparato reproductor. Solía llamarlo “hacerme el amor a mí mismo”.  

 

Bruno descubrió una parte importante del sentido de la vida para él a los 12 años porque fue la primera vez que realizó dicho acto. Desde ahí, como cualquier niño, comenzó a ser más frecuente este hábito en él. Teniendo poca atención de los padres y siendo hijo único Bruno no fue educado de las maneras más correctas. En la escuela lo llamaban “pervertido” con tan solo 13 años y la mayoría de las jóvenes se repugnaban al ver sus erecciones en medio de las clases o la hora del recreo. El pequeño niño, gozando de su cuerpo fue reprendido severamente  en el colegio y cuando si padre se enteró no lo castigó. Lo único que hizo fue felicitarlo.

 

Así es, Bruno. Nosotros somos hombres y debemos hacerles entender a las mujeres que por tener pito mandamos.

 

Estas actitudes de superioridad y machismo fueron las que contempló Bruno durante toda su adolescencia. Su madre, escandalizada, no pudo corregir al muchacho a su debido tiempo puesto que los manotazos y puñetazos de su marido alcohólico se volvieron cada vez más frecuentes y no estuvo dispuesta a seguir recibiendo semejantes golpizas por un hijo que ya consideraba perdido.

 

Fue así como Bruno creció, con aires de vanidad, machismo y poder. Sin poder controlar sus propias morbosidades y teniendo elevaciones constantes cada vez que una exquisita mujer se le atravesaba de por medio. Además, otra situación alarmante en dicha conducta despreciable fueron otros pensamientos que inculcó su padre.

 

—Bruno, una mujer que se viste provocativa es una puta. Si la haces tuya sin que ella quiera nadie puede considerarlo violación porque ella fue la que te provocó.

 

De esa manera, con ideologías tan complejas y erróneas para un niño de 14 años, Bruno comenzó a sentir deseo por aquel tipo de mujeres pero también repugnancia y desprecio por su manera de vestir. Ellas hacían que su cuerpo gozara de placer pero su orgullo y machismo las hacía ver como unas cualquiera buenas para nada que merecían ser violadas de verdad para que aprendieran a respetarse.

 

Siendo un juicio bastante contradictorio.

 

En la preparatoria solo fue un chico bastante guapo pero lo suficientemente extraño como para que a pesar de su belleza ninguna adolescente quisiera acercársele. Su grupo de amigos no era precisamente popular pero todos patanes y eso empeoró su reputación.  Mientras que sus amigos tenían novias y hablaban de sexo Bruno con 15 años aún era virgen, lo cuál le avergonzaba mucho, por lo que ante los ojos de sus amigos había tenido relaciones sexuales con media escuela.

 

Entre sus pretendientes, o mejor dicho víctimas, para perder la inocencia que nunca tuvo su top 3 estaba conformado por: La porrista más deseada, la mejor jugadora de voleibol con unas caderas kilométricas y su mejor amiga de quién se podría aprovechar fácilmente.

 

A finales de la última semana de marzo Bruno decidió ir por su mejor amiga. La presa más débil y quién nunca lo delataría por el abuso que estaría a punto de cometer.




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