¿por qué yo, por qué aquí, por qué ahora?

8

El presente

 

Me encuentro sentado frente a la pantalla brillante de mi ordenador, las palabras que acabo de escribir parpadean frente a mí, llevándome de vuelta a aquellos días, aquellos momentos en los que la vida parecía ser más sencilla y, a la vez, más complicada. Es extraño cómo los recuerdos pueden invadirme de esa manera, como una ola que te atrapa desprevenido.

Mis ojos se desvían hacia mis manos. Manos que han trabajado duro, manos que han acariciado, que han sostenido, que han luchado. Veo las arrugas, los signos del tiempo y del trabajo, y me doy cuenta de cuánto han cambiado con los años.

Entonces, un pensamiento inquietante me invade: las preocupaciones económicas. Es una sombra que se ha cernido sobre mí últimamente. La vida no ha sido especialmente generosa en ese aspecto, y aunque siempre hemos salido adelante, la incertidumbre de no saber qué depara el futuro me agobia.

Respiro hondo, intentando alejar esos pensamientos oscuros. Mis pensamientos derivan hacia Olga. Mi compañera de vida, la mujer que ha estado a mi lado a través de los buenos y malos momentos. Recuerdo su sonrisa maravillosa, su ternura y lo mal que lo ha tenido que pasar estos últimos años junto a mí, desbordados de problemas económicos y sin poder trabajar ella, desde que cerrara su empresa.

Luego pienso en Javier, mi hijo, durmiendo en su habitación. Me pregunto si alguna vez encontrará su camino, su pasión, algo que le haga feliz. Y mi querida hija, Isabel. Tan lejos y, sin embargo, tan presente en mi corazón. Cada día me enorgullezco más de ella, de su determinación y de lo lejos que ha llegado.

Un zumbido interrumpe mis pensamientos. Alzo la vista y veo una notificación en mi teléfono. Es un mensaje de WhatsApp de Isabel. "Hola, papá. qué tal?."

Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Ese simple mensaje ilumina mi día, recordándome que, a pesar de las adversidades, tengo muchas razones para sentirme agradecido. Con renovada energía, vuelvo a concentrarme en la pantalla, dispuesto a seguir contando mi historia. Porque es importante, no solo para mí, sino para aquellos que vivieron junto a mí. Es mi legado, mi verdad, y siento una responsabilidad hacia ella.

Rápidamente, respondo al mensaje de Isabel: "Estoy bien, cariño. Gracias. ¿Qué tal tú? ".

Antes de poder siquiera guardar el teléfono, zumba de nuevo. Es un mensaje de Olga. "¿Has comprado pan para comer?" Leo el mensaje y me doy cuenta de que, sumido en mis pensamientos y escritura, olvidé pasar por la panadería.

"No, lo olvidé. Luego compramos." —Le respondo rápidamente.

Casi al instante, recibo otro mensaje de ella. "¿Vas a salir a tomar algo?"

Pienso por un momento. Un pequeño descanso me vendría bien. Además, tomar algo en el bar del parque podría ser justo lo que necesito para despejar mi mente.

"Sí, en una hora. ¿Qué te parece si nos encontramos en el parque?"

Olga responde enseguida: "Perfecto. Allí nos vemos. No me hagas esperar."

Apago la pantalla del teléfono y la coloco sobre el escritorio. Dar una vuelta y tomar algo con Olga es justo lo que necesito. 

Una vez más, me veo atraído hacia la pantalla de mi ordenador, esta vez para releer lo que ya he escrito. Con cada palabra, siento una oleada de nostalgia, como si estuviera reviviendo esos momentos otra vez, sintiendo cada emoción, cada risa y cada lágrima.

Cierro los ojos por un momento, permitiendo que la sensación me envuelva. Es sorprendente cómo el simple acto de escribir puede abrir la puerta a tantos recuerdos. Recuerdos que, en su mayoría, había empujado a un rincón oscuro y lejano de mi mente.

Sin embargo, mientras reflexiono sobre lo que he escrito, una memoria en particular surge con una claridad dolorosa. La recuerdo con una intensidad que me deja sin aliento: mi servicio militar a los 18 años. Fue un tiempo difícil, oscuro, lleno de confusión y desesperación. Recuerdo los momentos en que me sentí completamente solo, sin un lugar en el mundo, cuestionando cada decisión y cada pensamiento.

Me detengo por un momento y tomo una profunda inspiración. La verdad es que, en ese momento, me sentí tan abrumado que pensé en terminar con todo, en suicidarme. Sí, lo consideré. Pero nunca tuve el coraje para hacerlo. No estoy seguro si fue por miedo, por una pequeña chispa de esperanza o simplemente por no querer dejar a mis seres queridos con el dolor de mi partida. Pero aquí estoy, años después, reflexionando sobre ese oscuro período y agradeciendo, en cierta forma, no haber tomado esa decisión.

Decido que el próximo capítulo será sobre eso, sobre ese periodo. Es una parte crucial de mi historia, y aunque me duele recordar, siento que es necesario compartirlo. Quizás alguien más pueda encontrar consuelo en saber que no está solo en esos pensamientos y sentimientos. Y después, regresaré a los años anteriores, a los momentos más ligeros, a los momentos que definieron quién soy hoy.

Con determinación, coloco mis dedos sobre el teclado, listo para sumergirme en los recuerdos una vez más. Porque cada capítulo, cada palabra, es un paso más hacia la comprensión, la aceptación y, en última instancia, la sanación.


 



#3895 en Otros
#241 en No ficción

En el texto hay: yo, aqui, ahora

Editado: 17.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.