¿por qué yo, por qué aquí, por qué ahora?

20

Olga

 

Fue en un bar de Barakaldo conocido como Los Jamones, cuando la fortuna me sonrió en forma de un encuentro casual. Yo tenía 25 años. Era una tarde como cualquier otra, me encontraba en la barra del bar con dos amigos, cuando nuestra atención se desvió hacia el fondo del local. Allí, dos chicas conversaban animadamente, una de ellas alta y llamativa, la otra... ella era Olga.

Olga tenía 18 años, y a través del humo del bar y el murmullo de las conversaciones, su presencia era como un faro. Había algo en su manera de ser, en su sonrisa, que atravesó la distancia y el ruido, que me hizo sentir como si el resto del mundo se desvaneciera. Ella era maravillosa, no solo en su apariencia, sino en ese aura de vida y alegría que la rodeaba.

No fue solo su belleza lo que me cautivó, sino la sensación de que ella era diferente, que en su mirada había una promesa de aventuras y profundidades emocionales que yo nunca había explorado. En ese momento, algo dentro de mí supo que ella cambiaría mi vida.

Olga era una mujer que irradiaba alegría. Su sonrisa amplia y sincera iluminaba su rostro y resaltaba una sensación de felicidad genuina. Sus ojos brillantes parecían reflejar un espíritu vivaz y una personalidad acogedora. Su tez clara y sus pecas la hacían muy especial para mí.

Hacer el primer movimiento requirió de un coraje que no sabía que tenía, especialmente en un momento en el que mi mundo parecía haberse reducido a dolor y pérdida. Pero algo en la forma en que Olga se movía, en la forma en que reía, me hizo ilusionarme.

El encuentro con Olga fue torpe al principio, dos extraños intentando encontrar palabras comunes en un bar ruidoso. Pero a medida que la conversación fluía, me di cuenta de que Olga tenía un sentido del humor y una perspectiva de la vida que era inusual en alguien de su edad. Ella escuchaba con una intensidad que hacía que cada palabra contara, y cuando hablaba, sus palabras eran alegres y llenas de pasión.

Los amigos con los que había crecido, con los que había compartido tantos momentos, comenzaron a desvanecerse en el fondo mientras Olga y yo construíamos nuestro propio pequeño mundo. Un mundo en el que nos escribíamos casi todos los días y esperábamos ansiosos la despedida para darnos la hoja escrita.

La vida, como siempre, es impredecible. Justo cuando crees que has sido derribado, te ofrece un camino, una salida, un nuevo comienzo. En Olga encontré mi resurrección, la chispa que necesitaba para encender de nuevo la pasión por la vida, para encontrar la belleza en el mundo a pesar de la tristeza y el dolor. Aquel encuentro casual no fue solo el inicio de una historia de amor, sino también el comienzo de mi verdadera adultez.

40 años han pasado como las páginas de un libro que uno se resiste a cerrar. Olga, la mujer que una vez llenó aquel bar de Barakaldo con su risa contagiosa y su presencia luminosa, sigue siendo el amor de mi vida. Desde aquel primer encuentro hasta hoy, hemos compartido un sinfín de momentos, tejidos en el tapiz complejo y colorido que es nuestra historia juntos.

En lo bueno, su mano siempre ha estado ahí, entrelazada con la mía, firme y segura. Viajes maravillosos, momentos de descubrimiento y alegría, la llegada de nuestros hijos: primero nuestro hijo, con su rebeldía y corazón valiente, y luego nuestra hija, con sus sueños artísticos y su risa que evoca la de Olga.

En lo malo, hemos sido refugio el uno para el otro, soportando el mismo doloroso techo cuando la tormenta arreciaba. Las pruebas vinieron, algunas pequeñas, otras gigantescas como montañas, pero nunca permití que la tempestad nos separara. Los desafíos de la salud, las pérdidas de seres queridos, los momentos de duda y temor, quedarnos sin trabajo, sostener el enorme gasto de nuestros hijos,....

Y quizás en lo indiferente, en el día a día, siempre ha estado la verdadera esencia de nuestra unión. Los cafés por las mañanas, fumando un cigarrillo, las tardes tranquilas tomando una cerveza o jugando al ajedrez después de ir a buscarla a su trabajo. En esos momentos, cuando el mundo exterior se desvanecía y solo quedábamos nosotros en nuestro pequeño universo, entendí que el amor también se puede nutrir de la rutina.

Pero ahora, tras 40 años, nos encontramos ante una encrucijada que pone a prueba la fortaleza de nuestra vida compartida. La situación económica, que siempre manejamos con una mezcla de ilusión y esperanza, se ha tornado en una amenaza que ni siquiera mi optimismo puede disipar. Mi negocio enfrenta tiempos inciertos, endeudándonos cada vez más y más. Olga perdió su trabajo y con los niños ya mayores y dependiendo aún económicamente de nosotros, la situación se ha vuelto insostenible. 

La difícil situación financiera ha traído consigo una tensión que se siente en el aire, una corriente subterránea de preocupación que amenaza con socavar las certezas que habíamos construido. Hay momentos en los que el miedo a lo que vendrá se siente paralizante, y las preguntas sin respuesta se acumulan como nubes antes de una tormenta.

En la quietud de mi cuarto, frente a la pantalla del ordenador, con el ruido de fondo de una vida aún compartida con Olga, me detengo a reflexionar. Si tuviera que escoger un momento, de esos cuarenta años al lado de Olga, como el mejor, ¿cuál sería? Los momentos felices desfilan por mi mente: bodas, nacimientos, viajes, comidas, intimidad, ... y cada uno es un destello brillante en el firmamento de nuestra historia juntos.

Pero en este preciso instante, mientras las palabras fluyen de mis dedos y la noche ha desplazado al día fuera de la ventana, Olga me trae de vuelta al ahora con una pregunta simple y cotidiana: "¿A qué hora vamos a salir a dar una vuelta?".

Su voz, tan familiar y aún capaz de emocionarme, me hace darme cuenta de que el mejor momento es este, justo ahora. No es un evento marcado por la celebración ni una fecha en el calendario, sino un instante ordinario, lleno de la promesa de compartir un paseo y tomar una cerveza, en la tranquilidad del anochecer, ajenos por unos instantes al drama económico que nos acecha.



#3804 en Otros
#240 en No ficción

En el texto hay: yo, aqui, ahora

Editado: 17.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.