Por Siempre en tus Brazos

Capítulo 6

La dulce víbora

 

Jack (Presente, cinco años después de la graduación)

Cené cualquier sobra en la nevera. Yo me mataba trabajando y esta mujer ni unas galletas con leche me podía dar. No había permitido que mis padres me dieran todo fácilmente y luchaba duro por lo que quería. Sin embargo, sentía que arrastraba a Eva como si la llevara cargada en la vida.

Después de este par de días comenzaba a pensar que ya no la soportaba más. No sabía si esta percepción se había acrecentado con la llegada de Dana, al parecer sí pues, aunque ya estaba allí mi rechazo hacia Eva, no daba el paso, pero ahora me parecía que era el momento.

Mientras tomaba una ducha, Eva entró desnuda.

—No voy a hacer nada, Eva. Sal, por favor —dije dándole la espalda.

—Mi amor, no seas rencoroso —expresó acariciando mis hombros para bajar a mis brazos—. Se me olvidó tu cena, no es gran cosa. ¿Te vas a molestar por eso? Después dicen que las mujeres somos complicadas.

—No es gran cosa que se te olvide un día mi cena. El problema es que se te olvida los siete días de la semana. Llego cansado, Eva. Al menos avísame y yo como algo por allí, sin esperar llegar a mi casa para cenar sentado en nuestra mesa en paz. Creo que es simple, ya lo hemos hablado y parece que no lo entiendes.

—Tú eres el que no entiende que no me gusta cocinar —expresó pegándose a mí por la espalda—. ¿Qué crees? ¿Qué existo para atender todas tus necesidades?

—Ya te he dicho que no espero que cocines, pero sí que al menos ordenes algo —respondí haciéndola retroceder amablemente.

—Jack… nada te cuesta, mientras esperas en un semáforo en rojo, ordenar algo de comer en una app de esas.

—Mira… ni siquiera voy a contestar a eso que acabas decir. Solo diré que estoy tan ocupado en esas guardias que se me olvida comer.

—Pues eres un tonto. Sabes que no necesitas hacer ninguna guardia. Habla con tus padres, abre tu consultorio en la clínica de más prestigio, y deja esas emergencias que te desgastan. Que poca visión Jack, eres un orgulloso. Podríamos vivir aún mejor.

—Me gusta estar en las emergencias. Bien, Eva... No importa. —Culminé resignado.

No soportaba a esta mujer y ya no recordaba ni siquiera por qué la tenía metida aquí en mi casa, cómo estaba con ella. Siempre pensé que la mantuve conmigo para olvidar a Dana, pero ahora me parece que la retuve porque, de hecho, me hacía recordarla, pues fue parte de su vida.

Salí de la ducha rodeando mi parte baja con una gran toalla, dejando a Eva en la ducha.

Me sequé y vestí con una remera fresca y un short para salir al balcón luego de servirme una copa de vino. Me perdí en la vista y en mis pensamientos.

No podía sacarme a Dana de la cabeza, ni a Murphy, la forma en que lo miró, su preocupación por él. En cambio, a mí hasta me había despedido hoy, porque cambió de médico.

Empecé a imaginar las cosas que tal vez habían vivido esos dos. Murphy protegiéndola, como me había contado luego de la explosión, que removió su casco y ella tenía la cabeza ensangrentada. La alzó en sus brazos llevándola al convoy para manejar desesperado a la carpa de emergencias, mientras el médico de combate la retenía la vida. Dana estaba viva por su rápida acción, y ella estaba postrada por protegerlo a él.

Yo sabía que estaban dispuestos a dar la vida uno por el otro, a recibir una bala, o lo que fuera con tal de mantenerse con vida mutuamente como sobrevivientes. Al final… ¿no se trataba de eso el amor? Y si se amaban… ¿Qué hacía yo tratando de entrar allí? No tenía sentido y lo empezaba a comprender, aunque me doliera.

Yo desconocía su mundo, la intensidad de las cosas que habían vivido. Ellos tenían eso que los unía, y yo no contaba con nada. Yo era una mala memoria en la vida de Dana, un mal recuerdo más que superado. ¿Realmente… ya no me quiere ni un poco?, me pregunté. Eso me tenía desajustado, porque yo la quería igual que antes, o incluso más.

—¿Sabes, amor? —dijo Eva sacándome de mis pensamientos y alcé mis ojos al cielo absolutamente fastidiado—. Supe que el Salón de Gala del Hotel Mandarín Oriental tiene un fin de semana disponible dentro de unos meses.

—Mmm… ¿Y esto se supone que me importa por…?

—Bueno… estaba pensando en que podríamos casarnos allí.

—¿Casarnos?... Yo no quiero casarme.

—¿Hasta cuándo vamos a estar así? ¿No te cansas? No tienes ningún compromiso conmigo, pero si me coges cuando andas necesitado. Eso no suena muy justo, Jack.

—Pues siempre he sido claro contigo. Ya lo hemos hablado. Yo no quiero casarme contigo y sigo pensando igual. En realidad, puedes irte cuando quieras, y lo sabes —expresé siendo más definitivo esta vez, pues ya estaba cansado y ahora tenía una razón para terminar esta asfixiante relación.

Eva no contestó nada.

—Yo sé por qué no quieres casarte… Eres un tonto, Jack, aferrado a alguien para quien no existes. ¿Acaso crees que Dana no ha hecho su vida esperando por ti? —dijo riéndose y burlándose—. Esa ya debe estar con un capitán bien hot haciendo su vida y por supuesto… haciendo el amor. Algún día te darás cuenta de que ya es tarde, mi vida, y de que solo me tienes a mí —culminó retirándose.




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