Por siempre y para siempre

Capítulo 1

Frey:

 

Era un martes de octubre cualquiera, por la mañana. Allí estaba yo, sentada en una de las sillas del aula. Como cada día que asistía a clase tomé un sitio libre junto a la ventana, es mi lugar favorito. Me gusta de vez en cuando desconectar y observar el exterior de la universidad neoyorquina, siempre hay alguna cosa interesante que plasmar en un folio en blanco. En ese momento escuchaba al doctor Stewart, mi profesor y tutor durante mi tercer año en medicina. A la vez que oía sus palabras dibujaba las hojas marrones de la temporada, caer y mezclarse con las gotas de lluvia.

—Señorita Ricci, ¿está usted escuchando lo que digo? —Mi mano se detuvo en seco al percibir la suave y aterciopelada voz de mi maestro. Por un breve instante maldije mi suerte en mi mente —. ¿Señorita Ricci? —Cuando el atractivo profesor de anatomía patológica repitió mi apellido, no tuve más que dirigir la vista a él. Al levantar la cabeza de aquella hoja con dibujos a lápiz me percaté de que era el centro de las miradas. Me moví un poco en mi asiento y me aclaré la garganta para poder responder de manera correcta.

—Estaba hablando sobre la esteatosis hepática. Si no me equivoco, decía que es la acumulación de lípidos en el hepatocito; una lesión celular reversible, aunque puede derivar a inflamación e incluso cirrosis en ausencia de tratamiento. —El doctor Stewart sonrió ante mi respuesta. Soy perfectamente capaz de dibujar y prestar atención a la vez.

—Correcto. Muy bien, señorita. —Detrás de mí escuché suspirar a un par de alumnas, seguramente las que no lograron coger sitio en la primera fila. Todas, incluso otras profesoras, prácticamente babeaban por aquel atractivo hombre desde el primer pie que puso en la universidad. Su metro noventa y sus músculos bien definidos lo hacían atractivo como primera impresión, pero cuando juntabas eso con su melena larga y dorada (que siempre estaba alborotada), su piel blanca y sus ojos verdes… Pues como solían decir a sus espaldas; era la creación perfecta de Dios. A ver, nunca negaré su atractivo, sin embargo, en mi opinión, no era para tanto.

—Veamos si su compañera también prestaba atención. ¿Señorita Coleman, puede dormir en la siguiente clase, por favor? —El profesor se dirigió a una chica que estaba sentada justo a mi lado. Katrina Coleman, una joven de mi misma edad, aunque con una apariencia muy diferente a la mía. Kat tiene una larga melena rubia, su piel es muy blanca y sus ojos azules y profundos. Yo, en cambio, tengo el cabello largo y castaño claro. Mi piel es blanca, mas no tanto como la de Kat. Mis ojos son marrones, nada fuera de lo normal.

Me llevé una mano a la frente al ver a Katrina dormir profundamente sobre su mesa.

— ¡Kat! — Me estiré un poco para mover su brazo derecho. La chica reaccionó despertando de manera abrupta. Por supuesto, las risas no se hicieron esperar.

— ¿Eh? ¿Qué pasa? —Suspiré con pesar y preferí sumergirme de nuevo en mi dibujo. Esa chica jamás cambiaría, bueno sí, para mal.

—Imagino que se pasó la noche estudiando, ¿verdad? —Kat me dio una rápida mirada.

—Claro, profesor. ¡Usted sabe que soy una excelente alumna!

—Bueno, ¿entonces qué me puede decir sobre lo que estudió?

—Nada. —La cara del doctor fue todo un poema. El hombre se cruzó de brazos y observó detenidamente a la chica de cabello rubio.

— ¿Nada? ¿Cómo es eso posible si se pasó la noche estudiando, señorita Coleman?

—Pues porque estuve estudiando para otra asignatura. —Nuevamente, la sala se llenó de las risas de los estudiantes. El profesor le iba a responder a Kat cuando el sonido de una campana puso fin a la clase.

— ¡No os olvidéis del examen de mañana! Recordad prepararlo bien. —Con esas palabras el doctor Stewart salió del aula. Mientras yo comencé a recoger mis cosas, vi a Katrina levantarse y estirarse, a la par de un largo bostezo.

—Menuda mañana, ¿verdad? —Negué con la cabeza para mí —. ¡Vamos, anímate! No me digas que de nuevo tienes migrañas… —Terminé de recoger todo y me levanté.

Otra diferencia notoria entre nosotras es la altura, Kat es mucho más alta que yo. Ella mide un metro ochenta, yo, en cambio, un metro sesenta. Siempre he estado segura de que ella podría ser modelo debido a su belleza y estatura. Creo que en lo único que nos parecemos es en que ambas estamos igual de delgadas, solo que yo tengo más curvas y algo más de pecho, según ella son mis “exóticas raíces latinas”.

—No es eso. —No tenía muchas ganas de hablar, a decir verdad.

—Vale, sé que no me tuve que dormir en clase, pero dame una tregua. ¡La fiesta de anoche fue increíble!

—Aunque me molesta que en lugar de preparar el examen de mañana estés un lunes por la noche de fiesta, y luego vengas y duermas en clase… No es por eso en realidad. —Solté un suspiro y recordé lo mal que había empezado aquella mañana.

—Espera… dijiste que no venías conmigo porque habías quedado con tu madre. ¿Qué te dijo esa mujer ahora? —Solté un bufido.

—Nada. Literalmente. —Me miró confundida después de coger su bolso y empezar a caminar a la salida. Yo la seguí a la vez que resolví sus dudas —. Ella no apareció, Kat.

—No lo entiendo, ¿no tenía turno a esa hora?

—Pues sí, por eso me citó en la cafetería. Se ve que no tiene pensado ir a trabajar, de nuevo. —Así es mi madre, una mujer totalmente irresponsable y alocada —. Mencionó que tenía que decirme algo urgente, fui hasta allí y ni rastro de ella. Estoy muy cansada…—Antes, cada vez que me necesitaba iba corriendo, pero un día me di cuenta de que no tenía caso, por lo que dejé de hacerlo. La diferencia era que llevaba días molestándome con que tenía que hablar conmigo de algo importante, al final accedí a ir para que se callara.

—Ya sabes cómo es. —Pocas veces Katrina se ponía seria, solo cuando se trataba de ese tema delicado sacaba ese lado —. Está enferma, lo sabes. —Mi madre es bipolar, por lo que tratar con ella no es fácil, en especial porque no toma la medicación ni va a terapia. Sus cambios de ánimo van de estar eufórica a sentirse como una basura y pensar en quitarse del medio.




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