Por ti: Adrenalina

Capítulo 2: Delicada

-Vamos hermano, despierta - la voz de mi hermanas sonaba lejos - son las seis, llegarás tarde si no despiertas.

-Está bien - arrastre mis palabras.

Luego de un día de carrera o de fiesta me costaba despertar, el cansancio y la resaca eran la muerte. Pero debía hacerlo, por mi hermana.

Caminé directo a la ducha, necesitaba relajar mis músculos, en la ducha pensé en esa joven ¿Habrá llegado bien a casa?

Era muy pequeña para estar sola ahí. Bueno no era importante, no para mi.

Al salir de la ducha peine mi negro cabello, no iba a trabajar con mi aspecto usual. Intentaba aparentar que era un buen chico.

-Toma, aquí tienes una pastilla para el dolor de cabeza - me extendió mi hermana, Aurora.

-¿Ya te vas? - pregunté mirando su aspecto.

Llevaba un su uniforme de enfermera. No entendía porque los estudiantes también debían llevarlos.

-Sí, quiero llegar temprano para poder estudiar un poco antes del examen.

Ella guardaba sus últimas cosas en su bolso rosado, que combinaba con su uniforme celeste.

-Bien, que te vaya bien. Espero que no repruebes, no quisiera pagar otro año - dije firme.

Era mí tesoro, eso sin duda, pero no iba a permitir que fallara y arruinara el esfuerzo de ambos.

Ella había decidido estudiar técnico en enfermería y yo la apoyaba, había comenzado a trabajar en dos lugares para pagar su carrera. En la mañana trabajaba como camarero en una cafetería y en la noche como bailarín en un bar.

Pagaban bien en ambos lugares, pero aún más en el trabajo vespertino. No sólo me pagaban un sueldo si no que recibía la propina de las mujeres que iban al bar.

Eso era suficiente para pagar su carrera.

-Nos vemos hermanito.

-Nos vemos enana.

Salí de prisa al trabajo, no podía llegar tarde y tampoco me gustaba. Tomé mi casco y monté mi moto.

Nuevamente esa sensación que tanto me gustaba, el viento colándose por mi camisa blanca. Como me gustaría no llevar casco y sentir el viento golpear mi rostro, pero lo que menos necesitaba era una multa, el dinero no sobraba.

Al llegar vi que Elena ya había abierto y seguramente estaba organizando los pasteles en la vitrina.

-Buenos días - dije con mi voz ronca.

-Buen día Christopher - dijo sonriendo cálidamente - ¿Cómo estás?

-Con una horrible resaca.

-A ti solamente se te ocurre ir a una fiesta un Domingo cuando sabes que al otro día hay que trabajar.

Ella reía y tengo que aceptar que su risa era agradable, era dulce.

-Era un festejo, no podía no ir - dije mientras me colocaba el delantal.

-Pero podrías no tomar, es sencillo.

Ella colocaba los pasteles ordenados, los arreglaba una y otra vez. Era una perfeccionista, por eso pensaba que no debía saber de mis carreras, no necesitaba otra persona reclamándome por tener una actividad tan peligrosa.

~~~

Había terminado mi jornada, había sido agotadora, así que me pregunté por mucho tiempo si era buena idea ir a la playa.

Alexander había sugerido ir a la playa a surfear un rato, pero no tenía ánimo para hacer ese esfuerzo, así que sólo me quedaría en la arena.

Conduje directo del trabajo a la playa y caminé descalzo por la arena hasta llegar donde estaba mi amigo.

-Hola campeón - dijo extendiendo su mano, la cual choqué como saludo.

-¿Cuándo será el día que no me digas así?

-Cuando pierdas. Ahí te diré perdedor - rio.

-Idiota.

El rio con más ganas.

Mire el mar y me dieron ganas de entrar, creo que debí pasar por mi casa y cambiarme. Ya era tarde.

-Iré al mar un rato, no me extrañes mucho.

Volvió a reír.

Mientras esperaba me dejé caer en la arena para descansar un rato escuchando el oleaje.

Había nacido y vivido toda mi vida en esta ciudad; el mar era todo para mi, pero no venía tan seguido ya que siempre estaba ocupado.

Mientras estaba tendido en la arena sentía una presión en mi pecho como cuando estaba próximo a correr una carrera.

No sabía que podía ser, pero dejé de pensar en ello cuando mi amigo llegó y se sentó, está vez al otro lado.

Y la vi.

Sentada en la playa sobre una toalla, vestía una falda larga blanca que combinaba con una polera corta del mismo color.

Su cabello rubio caía por toda su espalda mientras se inclinaba hacia adelante haciendo trazos en una libreta.

Parecía un ser de otro mundo, no era humana, jamás había visto alguien tan delicada.

No estaba hecha para mí.

Pero no podía dejar de mirarla, estaba hipnotizado por su belleza.

-¿Me estás escuchando? - preguntó mi amigo.

Pero no me interesa, no cuando había un ser celestial en la tierra.

Cuando menos me lo esperé ella se giró como si sintiera mi pesada mirada.

Su rostro.

Su dulce rostro estaba ahí, mirándome, mostrándome una bella sonrisa, tan dulce como ella.

-¿A quién miras? - se giró.

No quería que la viera, quería guardarla para mi.

-¿Miras a la rubia? Es linda.

Quería que se callara y me dejara este momento íntimo, ella y yo con una guerra de miradas.

Necesitaba estar cerca de ella, saber cómo era su voz, si era delicada como todo lo demás.

Pero no tuve oportunidad, no cuando 3 mujeres se acercaron a ella y su mirada se apartó de mí dándole una sonrisa amplia a quienes supongo son sus amigas.

Aún cuando su mirada no estaba sobre mí, la sentía.

Ella se levantó y se quitó su ropa dejando un bikini del mismo color que su ropa y corrió con sus amigas al agua.

Mi bella sirena. Se lanzó sin pensarlo, cuando salió su cabello rubio estaba mojado dándole un aspecto sensual, pero sin quitar esa inocencia que le caracterizaba.

Te quiero para mi, pero no soy digno.

¿Qué hago?

¿Te guardo para mi en mi corazón o doy el paso?

Mi bello ser celestial, dime que hacer con este sentimiento nuevo que siento en mi corazón.



#522 en Joven Adulto

En el texto hay: sirenas, romance, motos

Editado: 21.02.2025

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