Por una amistad

1. Biblioteca

¿Qué es el amor?

Si alguien realmente tiene una respuesta a esto, por favor, dígamela. Y adjunte una foto suya así le hago un altar.
Jamás entendí lo que es el amor, lo que significaba, mucho menos lo que conllevaba. Si me dicen que responda en base a experiencia propia, ¿cómo se que lo que siento es amor? 
Tal vez, desesperada por llenar ese vacío, me convencía a mi misma que ya había experimentado ese extraño y tan deseado sentimiento. 
Pero yo sabía que no era cierto, se supone que el amor llena el alma, ¿o no? Bueno, realmente no lo se... 

 

—Hanu, bebé... sabes que es lo mejor, para nosotros.

"¡Claro que se que es lo mejor... para ustedes!" pensé.

Consumida por la furia, corrí hacia mi habitación en el segundo piso, lista para aplicar La Mata Víboras en tan solo tres pasos:

1) Cerrar de un portazo la puerta, pero tan fuerte que sientas retumbar tus propios pelos.

2) Poner música a todo volumen. Si es rock, mejor.

3) Tercer y último placentero paso, esperar a que la víbora muera, víctima (o algo así) de sus gritos.

No pasaron muchos segundos antes de escuchar ese desgarrador grito que provenía de mi madrastra que lleva siempre mi nombre.

Ya pasada la tormenta, sonó mi celular con tal estruendo que preferí mil veces estar encerrada con la música a tope, que escuchar ese ringtone. Tono personalizado, que con solo escuchar un segundo, querrías arrojarlo por la ventana, no tanto por el ambiente a ascensor que daba si no mas bien lo que significaba, pero no me quedaba más que responder.

—¿Hola?

—Se cancela la cena de hoy— se escuchaba un poco agitado, no era de extrañar...—Hola.

Este lindo chico con el que estaba hablando tiene un raro fetiche: hablar por teléfono mientras juega con algunas de sus tantas amantes.

Sí, admirable.

—Gracias por la amabilidad, querido— esto último dije con un ápice de sarcasmo.

Dicho esto corté la llamada, no somos de tratarnos muy bien, pero ambos tenemos motivos, bastantes buenos.

Una vez pasada la cena, me escabullí para poder ir a la biblioteca. Para mi familia, no esta bien visto que las mujeres piensen más de lo que pueda llevar una receta. Aunque debo admitir que la ignorancia de las féminas de la familia Adler, es hasta cierto punto envidiable.

Para mi suerte la biblioteca solo estaba a cuatro manzanas de distancia, realmente no hay mucho que describir sobre esto, un edificio bastante antiguo de tres pisos, casi cubierta al 100% de plantas por lo que los demás detalles no eran muy visibles. Tampoco era como si importaran, la gente no iba allá por cuestiones de estética, si no mas bien, por... ahora que lo pienso, podría ser una respuesta muy simple el "vengo por estudio", a mi parecer hay mucho detrás de tan simple frase. Al igual que todas estas personas, vengo a estudiar, pero también es un refugio y un escape de la realidad.

El camino era tan familiar para mi que hasta lo podría recorrer con los ojos cerrados, el olor a libros viejos se mezclaban con las peonías repartidas en cada librero.

Sin darme cuenta había llegado a mi destino, para mi sorpresa, la mesa frente al gran ventanal que daba al jardín trasero, estaba ocupada. Era una pequeña mesa individual con una silla, a esta hora de la noche rara vez había gente allí sentada, el lugar estaba justo detrás de un librero vacío y viejo, más viejo y polvoriento que los demás, como si hubiese sido ubicado y decorado con telas de araña a propósito para ocultar tan maravilloso lugar.

Por un momento agradecí que así fuera.

Sin pensarlo fui hasta allí y toqué el hombro de la persona que estaba profanando tan sagrado lugar. 

"Bueno, tampoco tan así, pero siempre quise pronunciar esas palabras, aunque sea en mi cabeza"

 Un chico se dio la vuelta expectante a la espera de una gran revelación, o eso interpreté por sus ojos de "¿quién osa interrumpir mi lectura sagrada?"

—Disculpe...— mierda, no se que decir—si no fuera mucha molestia, me gustaría sentarme acá también.

—Claro, siempre y cuando no molestes. Acomódate donde puedas.

"Oh pues, ¡gracias! Sr. Amabilidad, no no por favor, ¿cómo se le va a ocurrir dejarme un lugar en la mesa? Está usted loco" 

Dudé por un momento si lo que había pensado en realidad lo había dicho en voz alta, pero por suerte no lo fue.

Una vez que encontré el libro, agarré una silla y me acomodé en el mejor lugar que pudo haber en ese momento, no era el ideal pero seguía siento parte de mi lugar especial. Eché un vistazo a el libro del invasor: La voluntad del poder, Nietzsche. Reí para mi misma cuando la curiosidad de saber sobre aquella persona se encendió, solo por el hecho de tener el mismo libro que yo. Luego de unos cuantos minutos rompió el silencio.

—Es curioso que tengamos el mismo libro. Encima sentados uno al lado del otro, ¿no? — su comentario me agarró de imprevista y sentí como si fuera la primera vez que verdaderamente me veía a los ojos.

—De hecho, sí — dije y traté de ser disimulada para observar su rostro, aunque, no hay forma de disimular algo así. —Pero por otro lado, no lo es tanto considerando que es un libro muy famoso.

—¿Sabes qué?—dijo y cerró el libro — Yo creo que es bastante curioso teniendo en cuenta que es la primera vez que agarro un libro de Nietzsche.

Por primera vez en la noche pude notar un pequeño acento extranjero pero no podía deducir de donde. Ojos rasgados con lentes, pelo negro y piel blanca, me sentí idiota por no haber notado que era asiático, ahora comprendía lo del acento.

—Bueno, oficialmente estoy un poco asustada —ambos reímos. —Me llamo Hana —dije y extendí mi mano.

—Soy Su Jin, un gusto. Me dicen Su —me agarró la mano, y como si estuviera leyendo mis pensamientos continuó—, soy coreano.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.