Por Una Promesa De Amor

Capítulo 9. Por amor

Olivia sonreía, apreciaba el hecho de recordar la magnitud del amor que se vió en el encuentro de Adriano y su tío, y más aún cuando el niño no quiso entrar sin el en la evaluación médica.

—Adriano, estoy aquí, no me voy sin tí, a ningún lado. —el pequeño lo miró con sus ojitos llenos de lagrimas— Está bien no me moveré de tu lado, ¿Okey? —lo abrazó aún más como si no bastase las palabras de su tío— hazle caso al doctor.

El niño cedió al chequeo médico, pero no quitaba la mirada de quien amaba, mientras el señor Roldán se sentó mostrándose más tranquilo al tenerlo bajo sus cuidados.

La espera de Olivia quizás era innecesaria, ella había hecho su trabajo, pero no se retiró manteniéndose junto a un personal de protección a la familia.

El señor Roldán salió en compañía de su pequeño Adriano terminando aquella larga consulta médica para entrar con un psicólogo infantil.

Allí fueron más estricto en que el niño debía estar solo, pero él lloró viendo que su tío no entraría con él.

—Adriano. —dijo Olivia llena de ternura y mucho sentimiento— tú tío y yo estaremos aquí.

—No quiero.—dijo llorando.

—Eres un niño valiente mi amor. Tú tío te ama y jamás va a dejarte, el médico solo conversará contigo y él te estará observando desde el cristal, además... aquí estás muy acompañado.

—No te vayas tío, no te vayas por favor...

—Nunca mi amor, aquí te espero, mi pequeño Adriano. —besó su frente— es cierto, la señorita Olivia tiene razón, eres el niño más valiente que conozco. Vaya pues.

Josías Roldán no podia sostener sus lágrimas aunque tratara de disimularlo muy bien, sentado a la espera cabizbajo para que nadie lo observara,

—Se vale llorar señor Roldán, no tiene que esconderse para que nadie note sus sentimientos por Adriano, por amor todo es posible...

—No soy así de llorón —dijo avergonzado mientras se secaba las lágrimas con hombría, nada delicado— estoy pensando en lo que le haya pasado a Adriano lejos de mi...tiene tanto miedo que a mí me asusta, además...no supe defenderlo para que no se lo llevaran, todo fue muy rápido, me centré en el dolor de haber perdido a mi hermana que me descuidé, y fue allí que ese mal padre aprovechó la oportunidad.

—Ahora está con usted...

—Gracias a usted, Olivia. —dijo y la miró dejando ver sus grandes ojos azules teñidos por la tristeza tras sus poblada pestañas húmedas y su ceño fruncido.

—Es mi trabajo. —dijo ella repentinamente objetiva, y éste sonrió—

—Igual le debo mi vida, abogada Olivia...mi paz, la seguridad y felicidad de Adriano, nadie me dió esperanza, y usted no solo me devolvió la fé en la justicia de este país, sino que me trajo a mi sobrino, le estoy eternamente agradecido.

—Bueno, esperemos que podamos lograr desactivar a ese hombre, no se que quiere, lo que estoy segura es que ese señor es un pésimo padre.

—Dinero...eso quiere, pero Adriano no es un objeto para comprarlo, merece respeto...y contar con quienes lo amamos con la vida.

—Esperemos que esté bien...

—No lo está, —dijo el hombre con un nudo en la garganta— él era un niño feliz, sin temores, ahora su mirada dice mucho, está triste y tiene miedo.

—Va a pasar —dijo ella melancólica— le aseguro que va a pasar.

—Y a usted señorita Olivia, ¿Algún día veré su mirada libre de esa tristeza? —la abogada se puso de pie sacudiéndose de cualquier acercamiento.

—Ya está por salir Adriano, —expresó dejando atrás la conversación.

***

Olivia regresó a su casa sintiéndose muy agotada, pero también emocionada por el logro. Sonrió al ver a su padre y éste abrió inmenso sus brazos hasta tenerla en su regazo.

—Papi, todo salió bien. El señor Roldán tiene bajo sus cuidados a su pequeño Adriano. —el hombre sonrió celebrando el triunfo de su hija.

Después de la cena, Olivia al entrar a la soledad de su habitación, fue invadida por los recuerdos, lloró su desconsuelo, el desprecio y la doble traición, nada evitaba su duelo, pero nada era eterno. Pronto llegó la mañana, y con ella una gran sorpresa con nombre de Josías Roldán.

...

Al despacho llegó un inmenso ramo de flores , eran rosas de múltiples colores, pétalos por pétalos que engalanaba la frescura y lo cálido de su bondad.

—Busco a la señorita Olivia Santander. —dijo un muchacho sonriente.

—Que bello, ¿Son para la abogada Olivia? —preguntó la secretaria.

—Si señorita, firme acá. —mientras la chica firmaba, unos ojos de gata rabiosa brillaban de celos. Era Dana Russo que sin medir las posibles consecuencias se acercó.

—¿Quién le envío flores a Olivia? —preguntó.

—No se preocupe, no son de su ex prometido. —dijo confusa la secretaria.

—¡Por supuesto que no, Alonzo solo me ama a mi, y jamás me traicionaria con esa! —la secretaria sonrió— ¡¿De que ríes?!

—De nada señorita Dana...el señor Alonzo no es el único hombre en la faz de la tierra.




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