portadores de rayos

Capítulo 4: Mujer de porte elegante.

Ella se despertó. Con el miedo a que todo lo que había pasado solo fuera un sueño como los que muy recientemente había tenido. Se notó con el miedo de abrir los ojos. Pero, la suavidad de la cama le dijo que no estaba soñando. Cuando abrió los ojos lo que pudo ver fue el techo de su habitación, el que a ella le parecía un palacio. Pero, su padre y… hermano, lo llamaban simplemente casa. A ella la inmensidad de su habitación la mareaba. Aquel cuarto de inmensas proporciones se encontraba completamente vacío, salvo por la cama y un guardarropa.

En el guardarropa, había más ropa de la que ella había tenido jamás. Pero, de todos los conjuntos que había, le parecía que todos aquellos vestidos. Eran una cosa que no podían ser usados, pero no tenía que preocuparse por todas esas prendas, al menos no hoy. Cuando por fin se enfundó en unas ropas que le parecían más prácticas con las que se sentía más cómoda. Antes de salir del cuarto regresó hacia la cama, debajo de la almohada había una cosa que le recordaba donde estaba y lo que era ahora. Un broche dorado para el cabello, en el cual había una pluma de rojo carmesí. Un momento después cuando salió del cuarto lo que encontró fue: Una mujer de unos 30 años, su rostro era demasiado amable. Casi inquietante, todas las personas que tenían una cara como aquella, siempre tramaban algo. Algo que verdaderamente le molesta es que solo había hecho falta un par de semanas y palabras amables, para que bajara la guardia completamente.

—buenos días, señorita. —fueron las primeras palabras que salieron de la boca de aquella mujer.

Ella la miraba con un atisbo de envidia en su interior. Poder albergar una expresión como aquella con tanta facilidad, es algo que ella nunca sería capaz de hacer. También el vestido de una sola pieza que portaba con esos colores azules, con los adornos tradicionales, además del tocado de plumas que brotaba de una delicada tiara de jade. Ella estaba muy lejos de todo eso. En verdad no es como si le molestara, pero había algo que no la dejaba tranquila al ver aquella casi perfecta mujer. La larga cabellera color negro de aquella mujer calló hacia enfrente acompañada del sonido de los collares de distintos tamaños.

—La mesa espera por usted.

—¿padre está ahí? —fue una pregunta que ni siquiera ella pensó que formularía.

—por supuesto, también el joven señor la está esperando.

Cuando bajó al comedor, lo que vio es una de las cosas a las que todavía no se acostumbraba. La mesa estaba llena de comida, en ella esperaba su padre. un hombre que tenía un porte regio, no importaba que se encontrara con la guardia completamente baja como en aquel comedor. A su izquierda se encontraba su ahora hermano. Era mayor que ella, su cabello completamente negro estaba controlado con un corte militar idéntico al de su padre. su piel tenía un tono rojizo que le hacía imposible saber de dónde venía. Era la primera persona con ese tono de piel que ella veía.

Cuando ambos la vieron en la entrada del comedor la saludaron con la cabeza. Su padre le indicó que se sentara a un costado de él, justo enfrente de su hermano. Ella veía toda aquella comida con ansias de querer llevarse algo a los bolsillos, la idea de que no sabía cuándo tendría tanta comida a su alcance todavía se aferraba a su cabeza. Veía un poco de ese sentimiento en su hermano, pero de una forma mucho más lejana. Los ojos completamente negros de su hermano la adsorbieron completamente, eran como un trozo de cielo nocturno sin estrellas. Esos espacios negros, esas zonas de nada.

Él la descubrió mirándolo a los ojos, y le dedicó una sonrisa amable para después comentar.

—¿dormiste bien? Recuerdo que las primeras semanas que estuve aquí la cama era demasiado mullida para poder conciliar el sueño.

Ella abrió mucho los ojos con una expresión de completo asombro, como si le hubieran contado el secreto mejor guardado de todo el mundo.

—¡LO SÉ! —dijo más enérgica de lo que esperaba, pero ese sentimiento de que alguien la entendiera la incitaba ese estado— Es como si la cama quisiera comerme con los labios carnosos de la esposa gorda de un noble.

Ante el comentario tanto su padre como su hermano, soltaron una carcajada. Ella notó como es que su cara se ponía lentamente caliente, la sensación siempre iba acompañada de una cara roja que se notaba mucho en ella al ser de una piel pálida en comparación al de todos en la casa, que tenían la piel con color de la tierra.

—Si quieres puedo hacer que te pongan en el cuarto una cama mucho más dura. —dijo su padre todavía entre risas.

—No.

Le sorprendió que la respuesta fuera dicha al mismo tiempo que su hermano.

—Padre, déjela que se acostumbre a que ya no vive en las calles. La cama fue de las cosas que más me ayudaron a mí, en ese sentido. —dijo su hermano antes de que ella pudiera decir nada.

 En parte él tenía razón, ya no vivía en los callejones. Ahora era hija de un refulgente. Ella se volteó a ver a su padre y se concentró en verlo, la respuesta que le decía a su hermano no la escuchó. Para ella aquel hombre era su salvador, pero el día que ella llegó, él le dijo que iba a hacer grandes cosas con o sin él. Que él solo era un medio para que ella llegara a desarrollar todo su potencial. Ella no tenía todavía la confianza hacia él que emanaba su hermano, pero la gratitud estaba presente y mitigaba muchas de las otras emociones negativas.



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En el texto hay: medieval, asesinos a sueldo, accion con poderes

Editado: 19.03.2021

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