portadores de rayos

Capítulo 9: Firmado con sangre

 

Niltlea había pasado ya unos cuantos días en la carretera, lo suficiente para acostumbrarse al traqueteo del carro tirado por bestias. Ella notaba como era que su hermano también había tenido problemas para adaptarse al camino. Por otra parte, su padre no pasó por ese periodo de adaptación que ellos.

Ya había pasado un año desde que comenzaron a entrenar, al menos ella. Su hermano tenía mucho más tiempo con ello, era capaz de sentirlo y su padre también lo hacía. Además de que su entrenamiento había sido más lento ya que al ser mujer y tener que compensar la falta de agarre había tenido que desarrollar su propia técnica. Según su padre nunca antes había visto ese uso del agarre, eso era un factor bueno ya que la primera vez que peleara con alguien lo tomaría por sorpresa. Lo malo de todo aquello es que su técnica tenía unos cuantos puntos flacos que no se podían parchear solo practicando con dos personas, tenía que pelear con más refulgentes.

Sin ella quererlo del todo, su vista se dirigió al largo estuche que portaba su arma. aquello era funcional, pero no podía evitar tener dudas. ya que se salía de todo lo que era normal y su padre no le podía decir del todo que tan eficaz era contra ciertos tipos de enemigos. Le decía sus puntos débiles y fuertes, pero al igual que lo hacía con su hermano a ella le decía cada vez que preguntaba si ahora su técnica le garantizaría la victoria era que: “eso depende de que tan bien lo hagas tu”.

Su padre ahora estaba hablando con el conductor del carromato, lo que le dejaba a ella solo la posibilidad de hablar con su hermano, el cual estaba mirando el paisaje.

Desde que habían salido de casa ya hacía unos cuantos días el entorno no había cambiado mucho, el verde de los campos era cosa de todos los días. Las imponentes montañas que se dejaban ver en las lejanías desde su casa, ahora se veían más cercanas y las rocas flotantes se veían con más frecuencia. Habían atravesado unos cuantos bosquecillos de los cuales al igual que los anteriores que habían pasado, tenían los arboles de gruesos troncos que parecían estar hechos de muchas raíces y las tupidas crestas verdes al naol-lin, pero con tonos lilas cuando el ojo del dios del fuego no impactaba sobre estas. Aquellos bosques estaban poblados por una gran variedad de creaturas, las que más se dejaban ver por las personas eran una especie de cánidos que tenían un pelaje tan duro que se podía comparar con finos huesos. Lo curioso de aquellos animales es que podían erizar esos pelos, esto además de convertirlos de manera automática en una mala presa para aquellos que no sabían lo que hacían, también los hacía inmunes hasta cierto punto a los rayos, ya que estos brincaban de una punta a la siguiente hasta golpear el suelo.

El carromato no avanzaba tan rápido como se podría esperar, si ella mantenía un paso apresurado podía mantener el ritmo. Y es lo que se decidió hacer, no llevaba el traje de refulgente que se le había hecho para que llevaran a cabo el primer contrato como portadores del rayo, ni tampoco el traje de prácticas que había llevado el año pasado. Lo que llevaban todos eran ropas de viaje que si bien eran cómodas no daban todas las libertades que daban las otras dos opciones.

Ella simplemente se bajó del carromato, ya había hecho aquello muchas veces generalmente lo hacía cuando se cansaba de estar sentada. Ahora era diferente pues tenía ganas de caminar para despejar la mente, su padre les había dicho justo en la mañana al recoger el campamento que habían montado que si nada salía mal hoy sería el día en que conocieran a su primer contratante, evidentemente su padre ya había hablado con el antes por correspondencia y habían cerrado el trato, pero había cosas que no se podían hablar por carta y tenían que ser tratadas en persona. Ahora no podía evitar estar nerviosa, sabía que todavía tenían cosas que aprender, sabía que no estaba lista, pero sobre todo sabía que no podía fallar ahora ya que esto ya quedaba lejos de un entrenamiento.

Caminar le ayudaba a pensar, aquello era una consecuencia del entrenamiento de su padre, cuanto más cansados estuvieran tanto ella como su hermano con más fuerza buscaban una manera de encontrar la forma de sacar una solución al problema. Ahora ella era consiente que todo lo que tenía era que estaba nerviosa, nada más allá de eso, pero si todo era tal cual como su padre le había dicho donde un error les podía costar la vida. No se podía dar el lujo de tener ese nerviosismo.

Estaba tan metida en intentar sacar aquel sentimiento de la mente que no se dio cuenta que se estaba quedando rezagada, ni que su hermano se encontraba caminando a su lado.

—¿miedo? —preguntó su hermano sin dejar de mirar al frente del camino.

—no. —fue su respuesta, y era verdad. aunque solo en parte, ya que aquel sentimiento no era otra cosa que miedo mesclado con inseguridad.

—eh conseguido que padre me hable un poco del contrato que nos tocará cubrir. —el seguía mirando al frente, pero ella no pudo evitar buscarle la vista—. no dijo mucho ya vez como es él con este tipo de cosas.

—¿qué te dijo? —preguntó ella regresando la mirada al frente, fingiendo tranquilidad.

—solo dos cosas. —la pausa hasta que volvió a hablar fue más larga de lo que a ella le hubiera gustado—. Y eso fue que: la primera y la última luna son las más importantes, y que escogió un trabajo que nos puede matar con mucha facilidad.

Ella notó que aquellas palabras no la habían alterado más, si no que por el contrario la calmaron un poco. Su padre confiaba en ellos para llevar a cabo una de las peticiones más peligrosas que tenía en su bandeja.



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En el texto hay: medieval, asesinos a sueldo, accion con poderes

Editado: 19.03.2021

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