Portal de Sombras

Capítulo 4

Cuando Gianna ingresó a su habitación, sus pensamientos se dirigieron hacia Ethan. Una sonrisa se dibujaba en su rostro al recordar el de él. La joven cayó en un profundo sueño, hasta que golpearon su puerta. Sin responder, volvieron a tocar.

—¡Gianna! ¿Por qué cerraste con llave tu puerta? Ábrela —exclamó la voz de Elena.

Gianna se levantó apresuradamente para abrir y, con voz de pánico, dijo:

—Lo siento, no sé cómo se cerró.

—Te lo perdono esta vez, pero no debes cerrar con llave mientras duermes —dijo Elena. —No más disculpas. Ya es hora del desayuno y no has bajado. Espero que esto no vuelva a ocurrir —demandó.

—Entendido, Sra. Elena. Iré ahora mismo a bañarme —respondió Gianna.

Elena observó la habitación y miró fijamente el balcón sin comentar nada. Luego partió.

Gianna entró al baño y rápidamente se dio un duchazo. Sarah hizo acto de presencia como era costumbre. Gianna salió envuelta en una toalla secándose el cabello.

—¡Buenos días! —saludó Sarah entusiasta.

—Hola Sarah, ¿no te cansas de entrar sin permiso? —preguntó Gianna entre risas sarcásticas.

—No, solo quiero ser amigable —respondió Sarah riendo. —Lo siento si te incomodé.

—La amabilidad y la privacidad van de la mano, cosa que parece que ignoras por completo, — contestó Gianna con arrogancia.

—Mis disculpas, no volverá a pasar, —dijo Sarah avergonzada.

—Está bien, da igual, —respondió Gianna indiferente. —¿Tú también tienes clase? — Preguntó.

—Sí, es obligatorio, forma parte del entrenamiento. Te lo explicarán más adelante, —dijo Sarah.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó mientras miraba la ropa en su armario.

—Par de meses —respondió.

Gianna se quejaba de la ropa horrible que había en el armario, todo parecía de estilo vintage. —Toda esta ropa tan anticuada es horrible. No sé qué ponerme. —

—Lo sé, te acostumbrarás a eso también, —respondió Sarah.

—Y tú, ¿cómo llegaste hasta aquí? —Preguntó Gianna con curiosidad mientras se vestía. Se puso un pantalón gris y una blusa negra que ajustó a su gusto para verse un poco más moderna.

—Siempre quise estar aquí, por suerte mi madre conoce a la Sra. Davis y fui elegida. —Respondió con orgullo.

—Parece que te alegra estar en este lugar, —dijo Gianna con ironía.

—Ya verás que no es malo, —dijo la chica riéndose.

—Sarah, necesito noticias de mi madre; esta incertidumbre me está consumiendo, —dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Te entiendo. No puedo prometer nada, pero más tarde, cuando llegue la Sra. Davis, veré qué puedo averiguar. Tengo acceso a su oficina personal, pero por favor, que esto quede entre nosotras dos. No quiero meterme en problemas y que me castiguen, —le dijo.

—¿Por qué todos hablan de castigos en este lugar?, —preguntó desesperadamente.

—¿Quién más ha mencionado castigos? ¿Quién te dijo?, —preguntó Sarah.

Gianna guardó silencio y recordó que Ethan le había dicho que nadie podía enterarse de que se habían visto.

—Nadie, —respondió finalmente.

—Vamos, llegaremos tarde. Te ves bien, —afirmó Sarah.

—Sí, claro, —respondió Gianna con sarcasmo.

Las dos se dirigieron hacia el salón. Algunas chicas ya estaban allí y observaban a Gianna con curiosidad. Con timidez, Gianna les saludó:

—¡Hola! —

Dos chicas le devolvieron la sonrisa, lo que reconfortó a Gianna. Lentamente, las demás chicas fueron entrando y ocupando sus asientos. Gianna eligió uno al lado de Sarah; esta vez nadie le indicó que debía cambiar, lo que la hizo sentir más segura. La muchacha notó que no todas las chicas que estaban en el comedor el día anterior estaban presentes en el salón.

En un susurro, Gianna preguntó:

—¿No deberíamos estar todas aquí?

Sarah respondió:

—No, no todas están en el mismo nivel.

—Vaya, todavía no entiendo nada de este lugar, —comentó Gianna, a lo que Sarah simplemente sonrió.

Una joven ingresó al aula y todas las chicas se acomodaron en silencio.

—Buenos días. Veo que tenemos una nueva integrante —saludó la joven permaneciendo de pie. —Mi nombre es Berenice, le pido a la nueva chica que por favor se ponga de pie y se presente. —

Gianna no estaba acostumbrada a hablar en público, tímidamente se levantó de su asiento y dijo su nombre en voz baja. En ese momento, entró Elena al salón de clases y se quedó calladamente junto a la puerta.

—¿Podrías compartir algún dato curioso sobre ti? —Preguntó Berenice.

Gianna guardó silencio sin saber qué responder realmente. La maestra esperó un momento y al no obtener respuesta, formuló otra pregunta.

—¿Cuáles son tus habilidades? —preguntó.

—¿Habilidades? —Gianna miró al resto de las chicas sin comprender de qué hablaban.

—Si, ¿Qué poderes has desarrollado? —Volvió a preguntar.

Elena carraspeó su garganta para llamar la atención de Berenice, quien le hizo un gesto para que se acercara a ella. Elena susurró algo al oído de Berenice mientras esta observaba detenidamente a Gianna. Luego, Berenice regresó al centro del salón e invitó a Gianna a sentarse nuevamente.

—Durante esta semana, abordaremos el tema de la generación y emisión del poder mágico. Realizaremos ejercicios de conciencia y meditación intensiva, disponiendo de más tiempo al aire libre para facilitar la conexión con la naturaleza. Antes de dirigir tu poder mágico hacia un objetivo específico, es fundamental que absorbas energía de la tierra o del universo a través de técnicas como la meditación del árbol. Visualiza cómo toda esa energía se incorpora en tu ser. Otras formas de generar energía incluyen el baile, el canto, tocar el tambor o entonar cánticos. Descubre cuál es tu talento, aquello que te hace feliz y te conecta a un nivel superior, permitiéndote momentáneamente olvidar este plano terrenal en el que habitamos.

—«¿Qué es esto, una escuela de Harry Porter? Están más locos que mi madre, que siempre hablaba de la tierra, de vidas de otras galaxias, extraterrestres y cosas místicas. Al menos no tengo que soportar a la Profesora Phillips», —pensó Gianna.



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En el texto hay: romance juvenil, brujas, magia

Editado: 27.09.2024

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