Bajo un cielo despejado, el sol brillaba con intensidad sobre el jardín de la Mansión Celestite, iluminándolo con su cálido resplandor dorado. Las diversas flores lucían en plena floración, pintando el paisaje de colores vibrantes, mientras que el aire se impregnaba del dulce perfume de las rosas y lavandas. En el centro del jardín se alzaba la majestuosa estatua de Dylan, emanando una serenidad inquebrantable. Elena, a cargo de las jóvenes del lugar, se encontraba junto a la estatua, convocando a Gianna, Maya, Leah y Alexandra para llevar a cabo el ritual del solsticio de verano.
Con una expresión serena en su rostro, Elena dijo:
—Muy bien, chicas, ha llegado el momento de recibir a la nueva estación. El solsticio de verano es un instante de renovación y festejo. Comencemos con el ritual.—
Extendió las manos mientras las chicas se agrupaban alrededor de la estatua formando un círculo. Cada una lucía una corona de flores en su cabeza y sostenía una vela amarilla encendida.
Recitando con una voz suave y solemne, las palabras resonaron en el aire.
—Solsticio de verano, momento de luz, recibimos tu cálida energía con corazones abiertos. Que tu fuerza y prosperidad nos inunden. Que la naturaleza renazca y florezca en nuestro interior.
Las jóvenes cerraron sus ojos, sintiendo cómo la energía del sol y la tierra fluían a través de ellas. Elena caminaba alrededor del grupo, esparciendo pétalos de flores y recitando antiguos versos en un lenguaje ancestral. Las velas brillaban intensamente, reflejando la luz del sol, mientras una suave brisa acariciaba sus rostros.
—Que esta estación nos traiga abundancia y alegría. Así sea. —Elena concluyó el ritual.
Las chicas abrieron los ojos, sintiéndose revitalizadas y conectadas con la naturaleza. Elena les sonrió y asintió con aprobación. —Ahora, es momento de celebrar. Vamos al comedor para disfrutar del banquete.
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El comedor fue decorado con guirnaldas de girasoles enormes y cintas de colores. Una larga mesa estaba llena de deliciosos manjares: frutas frescas, panes dorados, ensaladas vibrantes, y pasteles decorados con flores comestibles. Al centro de la mesa, hay una jarra grande de limonada casera con rodajas de limón y fresas flotando en ella.
Ethan, invitado al banquete por Elena, estaba sentado en la mesa. A pesar de ser un demonio, hay una especie de cariño y respeto en la forma en que Elena lo mira.
—Gracias por invitarme, Elena. No todos los días un demonio es bienvenido en una celebración como esta. —Dijo Ethan con una sonrisa.
—Ethan, sabes que aquí siempre tienes un lugar. Este es un momento para compartir y disfrutar, independientemente de nuestras naturalezas. —Replicó Elena.
Las muchachas se sentaron alrededor de la mesa, charlando animadamente y sirviéndose de los platillos. Gianna, sentada al lado de Ethan, intercambia una mirada cómplice con él. Elena los observó disimuladamente y dejó escapar una corta sonrisa.
Maya se levantó de su asiento y llamo la atención de los presente levantando su copa. —¡Por el solsticio de verano y por la amistad!
—¡Por el solsticio de verano y por la amistad! —Dijeron todas y levantando sus copas brindaron. La comida transcurrió en un ambiente alegre y relajado. Risas y conversaciones llenaban el aire, mientras todos disfrutaban de los manjares preparados para la ocasión.
Gianna mirando a Ethan con curiosidad le preguntó:
—Ethan, ¿cómo celebrabas el solsticio en el mundo de las sombras?
— Es muy diferente allí, pero siempre ha sido un momento de renovación y reflexión. Sin embargo, debo admitir que prefiero las celebraciones aquí. Son mucho más... cálidas. —Respondió sonriendo suavemente.
—¡Y más sabrosas también! —Dijo Leah riéndose mientras se metía un bocado de pan dulce a la boca.
—Indiscutiblemente. —Respondió Ethan con una leve sonrisa. —Creo que comer es una de los mejores placeres en forma humana, —continuó.
La tarde avanzó, y la celebración continuo con música, bailes y anécdotas compartidas. La conexión entre todos se fortalecía, haciendo de este solsticio de verano un momento inolvidable. Elena no dejaba de mirar a las chicas y a Ethan con una expresión de satisfacción.
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La casa de Sarah estaba envuelta en un silencio casi palpable. Desde el pasillo, Sarah contempló a su prima Isabelle, quien lucía una túnica blanca que representaba pureza y que estaba lista para el ritual de iniciación como miembro pleno de la Organización. Isabelle se asemejaba a Sarah, con su larga cabellera rubia, tez blanca, estatura alta y ojos azules.
Sarah observó a Isabelle con tristeza y le preguntó:
—Isabelle, ¿podemos hablar un momento?
—Por supuesto, Sarah. ¿Qué sucede? —respondió Isabelle, sorprendida pero mostrando empatía.
—No entiendo por qué no puedo asistir a tu iniciación. Somos familia y debería estar allí para apoyarte —dijo Sarah con un suspiro.
Isabelle tomó suavemente la mano de Sarah y le dijo:
—Lo entiendo, Sarah. No sé por qué está pasando esto, pero estoy segura de que no es personal. Tal vez solo están siguiendo las reglas de la organización. Te prometo contarte todo más tarde.
—Gracias, Isabelle. Solo quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, —respondió Sarah con una sonrisa forzada.
—Lo sé. Valoró mucho tu apoyo. Deséame suerte, —dijo Isabelle abrazándola con fuerza.
—Buena suerte, Isabelle. —Expresó Sarah en un susurro.
Las chicas se separaron, y Isabelle caminó hasta la puerta que llevaba al sótano. Inhaló con pesadez y abrió la puerta con cuidado. El sótano estaba iluminado por velas dispuestas en antiguos candelabros. Un aroma a incienso y hierbas saturaba el aire. En el medio de la habitación, había un círculo trazado con símbolos arcanos, junto a un altar que sostenía un artefacto ancestral: un orbe de obsidiana cristalina.
Darlene, la abuela de Sarah, estaba vestida con una túnica negra con capucha, bordada en dorado con símbolos de protección y poder. Su presencia es imponente y elegante, su rostro apenas visible bajo la sombra de la capucha.