Luego de la clase con Berenice, Gianna y Sarah regresaron al jardín, allí se sentaron en un banco que estaba cerca de la estatua. No habían tenido tiempo de hablar sobre el fin de semana del solsticio, Berenice las mantuvo ocupada prácticamente el día entero y los pasados días entrenándolas en magia de protección.
—¡No puedo creer lo increíble que fue el ritual! El jardín estaba tan hermoso con todas esas flores y velas. —Dijo Gianna sonriendo ampliamente. —La verdad te lo perdiste, aunque sé que tú lo pasaste mejor que nosotras con tu familia. Y Ethan, siendo invitado por Elena... fue una sorpresa. No esperaba que un demonio se uniera a nuestra celebración.
—Elena siempre ha sido un poco diferente. Pero creo que ve algo especial en Ethan, —dijo Sarah encogiéndose sus hombros.
—Cuéntame, ¿tú cómo lo celebraste?
Sarah miró a Gianna con ojos vidriosos y con tono de melancolía le respondió: —La verdad amiga que no pude celebrarlo. Fue la iniciación como miembro oficial de la Organización de mi prima Isabelle la que conociste pero por yo no estar ni siquiera iniciada no me dejaron participar, no hice nada, solo esperar a que ellas hicieran el ritual especial para mi prima. Me decepcioné tanto, no tienes idea. Me sentí muy triste.
—Lo siento mucho Sarah, sé que estabas muy ilusionada con la idea de estar con tu familia durante el solsticio yo también me hubiese sentido decepcionada. —Dijo Gianna con empatía.
—Será hasta el próximo, pero si no me dejarán participar ya no quiero ir a mi casa, ¿Cuál es la idea de ir hasta allá para la celebración y no poder celebrar?
—Bueno, no te quedara remedio que quedarte con tu amiga, —dijo Gianna sonriendo. —Y de verdad nuevamente lo siento, y pensé que estabas iniciada, ¿no se supone que sea cuando cumplas los dieciocho años? —Preguntó Gianna.
—No necesariamente, eso pensaba, pero, no creo que la edad tenga algo que ver, mi prima Isabelle fue iniciada a los dieciséis. Es muy buena bruja imagínate ahora es miembro de la Organización, quisiera llegar a ser parte de la Organización.
—¿Por qué te interesa? —Preguntó Gianna con curiosidad.
—Es un estatus de poder, no sé, es lo que toda bruja anhela creo.
—A mí no me interesa el poder. Yo solo quiero tener el poder necesario para poder rescatar a mi madre y ayudar a Ethan.
Maya, Eva y Nora llegaron al jardín, todas con sonrisas y risas. Se unieron a Gianna y Sarah, llenando el jardín de energía y entusiasmo. —¡Hola, chicas! ¿De qué están hablando? —Preguntó Maya mientras se sentaba en el suelo.
—¿Aun hablando del solsticio de verano? — Preguntó Eva.
—Fue un fin de semana increíble. Mi familia y yo fuimos a la playa de Virginia Beach, nos quedamos en un lugar para acampar y la noche de San Juan fue lo mejor. —Contó Nora muy emocionada.
—Eso es increíble. —Expresó Sarah. —Me alegro de que la hayan pasado bien.
—Pues aquí no había mucho que envidiarles a ustedes, ¿verdad Gianna? El ritual, el banquete estuvo muy delicioso. La pasamos super. —Dijo Maya.
Después de compartir risas y recuerdos, las chicas se separaron, cada una regresando a sus propias habitaciones o tareas. A pesar de ello, Gianna decidió quedarse un rato más en el jardín. Desde su posición, observó a Berenice y Ethan conversando en el jardín lateral derecho, cerca del gazebo. Gianna prefirió no llamar la atención de ninguno de los dos y los observó en silencio. Mientras Ethan estaba sentado en un banco, Berenice permanecía de pie. Ambos hablaban en voz baja, con expresiones serias pero llenas de intensidad. Justo cuando Gianna pensaba que era hora de retirarse, presenció algo inesperado: Berenice se inclinó y besó a Ethan. El beso fue breve, pero lleno de emoción. Ethan no se apartó, pero su expresión era de conflicto. Gianna sintió una mezcla de sorpresa y una punzada de celos. Decidió retroceder en silencio, dejando que la escena se desarrolle sin ser descubierta. De regreso en su habitación, Gianna se sentó en su cama, su mente llena de preguntas y emociones encontradas. La visión de Berenice y Ethan se quedó con ella: «¿Que significará esto para nosotros?» se preguntó así misma dubitativa. Sin darse cuenta, Gianna se quedó dormida.
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Gianna se encontró así misma en un vasto salón oscuro, iluminado solo por la luz de las velas que parpadean inquietas en los candelabros de hierro. El aire es denso, cargado de una energía opresiva que parece aplastar su pecho con cada respiración. En el centro de la habitación, un altar de piedra frío y amenazante se erige, rodeado por figuras encapuchadas que murmuran cánticos antiguos.
Gianna observa, paralizada, mientras un ritual oscuro se desarrolla ante sus ojos. En el altar, una joven bruja lucha desesperadamente, sus gritos de protesta ahogados por las voces coral de las figuras encapuchadas. Gianna siente un nudo en el estómago, una mezcla de miedo, impotencia y desesperación. Quiere gritar, quiere intervenir, pero sus pies están clavados al suelo, como si el mismo salón la mantuviera prisionera.
Las figuras encapuchadas levantan las manos al unísono, y una energía oscura y viscosa se eleva del suelo, envolviendo a la joven bruja. Gianna puede ver el pánico en los ojos de la chica, su resistencia inquebrantable mientras el alma del demonio Dylan se abre paso hacia ella. La bruja se retuerce, sus ojos suplican piedad, pero la energía es implacable.
«No... por favor, no...» Decía Gianna en susurros con su voz temblando.
La desesperación de la bruja es palpable, y Gianna siente una profunda empatía y terror. El aire se vuelve más pesado, y un frío helado se arrastra por su piel. Finalmente, con un grito desgarrador, la energía oscura se funde con la bruja, completando el ritual. El cuerpo humano de Dylan, anteriormente en el altar, comienza a endurecerse y transformarse en piedra.
Gianna observa, con el corazón latiendo dolorosamente en su pecho, mientras el cuerpo de Dylan se convierte en una estatua de mármol frío y sin vida. Sus rasgos, antes llenos de vitalidad, ahora son rígidos y pétreos, eternamente atrapados en una expresión de sufrimiento y resignación. La visión es insoportablemente trágica.