Gianna llegó con determinación a la cabaña de Ethan, sus pasos sonaban en el suelo de madera del porche a medida que se acercaba a la puerta. La joven golpeó con fuerza, con la mente llena de interrogantes y sentimientos encontrados.
Ethan abrió la puerta e intentó saludar a la joven con un beso. La chica le esquivó el rostro. —Necesito respuestas, Ethan. Vi a Berenice besándote. ¿Qué está pasando? —
Los ojos de la joven bruja chispeaban ira y confusión. Ethan suspiró, abriendo la puerta completamente y dejándola pasar. Gianna entró, observando la sencilla decoración de la cabaña antes de volverse hacia él con una mirada acusadora.
—No es lo que piensas, Gianna. Berenice y yo nos conocemos de toda la vida. No te voy a negar que ella tiene sentimientos por mí, pero yo siempre he sido sincero con ella y solo le he ofrecido mi amistad, — dijo Ethan, su tono serio mientras cerraba la puerta detrás de él.
Gianna se detuvo en seco, girándose para enfrentarlo. Las emociones que había intentado suprimir afloraron con fuerza, y aunque quería mantener la compostura, la incertidumbre y los celos comenzaron a hacer mella en su corazón.
—¿Entonces por qué la besaste? —Preguntó la chica cruzando sus brazos.
Ethan dio un paso hacia ella, su expresión suave, pero determinada, sacudió la cabeza en señal de negación y le respondió:
—Fue ella quien me besó, no al revés. No siento nada por Berenice. Mis sentimientos hacia ti son auténticos, Gianna.
Gianna percibió cómo la ira que sentía empezaba a desaparecer, aunque la duda persistía. La joven bruja lo miró, intentando leer la verdad en sus ojos. Sus palabras eran sinceras, pero la herida de la duda aún ardía en su interior. Ethan se acercó a ella aún más con una mirada sincera y dijo:
—En este momento hay cosas más importantes en juego. La Organización Oscura está preparando una guerra, y no solo es entre ellas y nosotros. —El demonio expresó con seriedad.
—¿De qué estás hablando? — preguntó Gianna, la confusión reflejada en sus ojos mientras intentaba procesar lo que Ethan decía.
Ethan, con una expresión grave, tomó su mano suavemente y la guio a una silla cercana. Sentándola con cuidado, él se arrodilló a su lado, manteniendo su mirada fija en la de ella.
—Escucha Gianna, — comenzó, su voz baja pero firme. —Los demonios... muchos están cansados de ser utilizados, de ser vistos solo como herramientas para los rituales. No quieren ser sacrificados o esclavizados en nuestras disputas por el poder. En los últimos años hemos recibido ataques por las organizaciones de las brujas tanto en el mundo de las sombras como en el Tártaro.
—Entonces, ¿qué podemos hacer? —preguntó la chica incrédula.
—Necesito encontrar a la bruja que tiene atrapado a mi hermano Dylan. Si logramos rescatarlo, quizás tengamos una oportunidad de entablar negociaciones con los demonios. Quizás, solo quizás, podamos detener esta guerra antes de que comience —dijo el demonio con voz urgente.
—¿Pero ¿cómo vamos a encontrar a esa bruja? Y si lo logramos, ¿cómo liberamos a Dylan? —Se mordió los labios la chica, mientras asimilaba la información.
—No estoy seguro, —admitió Ethan, su voz cargada de preocupación mientras pasaba las manos por su cabello, claramente angustiado. —Hay una hermandad de brujas con las que podríamos contactar, pero no puedo llegar hasta allí. No puedo arriesgarme a ser capturado, ya que no sé de qué lado están esas brujas. A pesar de que se dice que trabajan de forma independiente, no podemos confiar plenamente en nadie en este momento.
—¿Qué hermandad? —preguntó la bruja, intentando mantener la calma mientras procesaba la información.
—Se llaman la Hermandad de la Noche Eterna. Son brujas antiguas y poderosas, conocidas por su carácter fuerte y sus métodos maquiavélicos, — respondió Ethan, haciendo una pausa antes de continuar.
Gianna sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el nombre. Ethan continuó, su tono más serio.
—Las Hermanas de la Noche Eterna no son como las brujas de la Mansión Celestite. Son despiadadas y calculadoras, y siempre piden algo a cambio de su ayuda. Algo que suele ser difícil de prestar o incluso inimaginable. —
Gianna tragó saliva, sintiendo la gravedad de la situación apoderarse de ella. El nombre de la Hermandad resonaba en su mente como un eco ominoso, cargado de peligro.
—¿Qué tipo de cosas suelen pedir? — preguntó Gianna, su voz temblando con preocupación.
Ethan la miró con seriedad, sus ojos reflejando la oscuridad de lo que sabía. —Pueden pedir desde secretos oscuros hasta sacrificios personales. No hay límites para lo que pueden exigir. Por eso es tan arriesgado acercarse a ellas. —
Gianna sintió un nudo formarse en su estómago. —¿Y qué sucede si uno no cumple con lo que piden? —
—No querrás saberlo, — respondió Ethan con voz baja. —Las consecuencias de incumplir un trato con ellas son... inimaginables. Hay leyendas de brujas y criaturas que han desaparecido sin dejar rastro, o peor aún, que han sido convertidas en algo mucho peor que la muerte. —
Gianna apartó la mirada, procesando la magnitud del riesgo. —Entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos acercamos a ellas o intentamos encontrar otra solución? Pero si pueden ayudarnos a encontrar a la bruja que tiene el alma de Dylan, ¿no vale la pena intentarlo?
Ethan suspiró, su expresión mostrando la lucha interna que enfrentaba. —Es una decisión difícil, Gianna. Puede que no tengamos otra opción si queremos detener la guerra que se avecina. Pero debemos estar preparados para lo que puedan pedir a cambio y debemos tener un plan. No podemos permitir que nos manipulen o nos atrapen en sus juegos. —Asintió el demonio.
Gianna inhaló profundamente y cuestionó:
—¿Dónde están esas criaturas?
—Se ocultan en un sitio conocido como el Bosque de las Sombras Perpetuas, en el Bosque Nacional cerca de Virginia Occidental, un lugar que solo se revela bajo circunstancias específicas. Tendremos que aguardar el momento oportuno para dar con ellas y, una vez lo hagamos, debemos estar preparados para afrontar cualquier desafío que surja.