El sol empezaba a ponerse, proyectando sombras alargadas entre el frondoso follaje del Bosque Nacional. Maya se encontraba parada en un claro, inhalando profundamente el aire fresco del bosque. «Todo parece tranquilo, sin novedades. Pero sé que dentro de este bosque hay mucha maldad y oscuridad, lo puedo sentir», murmuró la joven hechicera para sí misma. Todo parecía apacible; el susurro de las hojas y el distante canto de los pájaros creaban una atmósfera serena a simple vista de cualquier humano común. Maya decidió que era momento de retirarse. Se encaminó hacia el sendero que la llevaría de regreso a la carretera principal, pero una sensación perturbadora le recorrió la espalda. Se detuvo y escudriñó las sombras a su alrededor.
—Sé que estás ahí. Muéstrate. —Dijo la joven en voz baja.
De repente, un búho de ojos brillantes apareció en una rama baja, observándola fijamente. Maya dio un paso atrás, reconociendo la presencia mágica en el ave. El búho descendió al suelo y, en un destello de luz, se transformó en una joven mujer de aspecto siniestro. Era su prima, Selena, una miembro de la Hermandad de las Brujas de la Noche Eterna.
— Hola, prima. Ha pasado mucho tiempo. —Saludó Selena con una sonrisa cruel. —¿Qué haces aquí? ¿todavía reconoces tus raíces?
—Mis raíces no son las mismas que las tuyas. Ya no pertenezco a la Hermandad. —Respondió Maya con desdén.
—Oh, pero la sangre llama, querida. Y no puedes escapar de lo que eres. Si no es así, ¿dime porque estás aquí? —Preguntó su prima.
Maya sintió un escalofrío. Sabía que no podía confiar en Selena y que esta reunión no era una coincidencia. —¿Qué quieres, Selena?
—La Hermandad sabe de tus amigos. Sabe lo que planean. Estoy aquí para advertirte, o quizás para detenerte. —Dijo mientras se acercaba lentamente.
Maya levantó la mano, y creó un escudo de energía a su alrededor. —No dejaré que los lastimes. No te tengo miedo. —Dijo con determinación. —Ni siquiera queremos problemas, venimos a pedir ayuda.
—¿Ayuda? Veamos si esa valentía te sirve de algo. —Sonrió maliciosamente. Selena lanzó un rayo de energía oscura hacia Maya, quien lo desvió con su escudo. La batalla de magia comenzó, con hechizos y contra maleficios iluminando el claro del bosque. Maya luchó con todas sus fuerzas, recordando los entrenamientos con Patricia y las habilidades que había perfeccionado en la mansión con la ayuda de Berenice. El duelo se intensificó, los árboles a su alrededor temblaban con el poder liberado. Selena era fuerte, pero Maya estaba decidida. Con un grito, lanzó un hechizo que envolvió a Selena en una prisión de luz.
— Esto no es lo que quería, Selena. —Dijo jadeando. —Solo queremos respuestas.
Selena luchaba contra su encarcelamiento. —No puedes regresar a pedir favores después de haber huido y dado la espalda a la hermandad. Pero si quieres el perdón de la abuela, trae solo a la bruja y al demonio, nadie más. Nunca estarás a salvo, Maya. La Hermandad siempre te encontrará.
Maya sabía que no sería capaz de retener a Selena por mucho tiempo en esa prisión. Decidió que era hora de escapar. Con un último esfuerzo, incrementó la intensidad de la luz, cegando temporalmente a Selena. Después, con un rápido movimiento, corrió hacia el sendero, escuchando los furiosos gritos de su prima detrás de ella. Corrió sin voltear atrás y con el corazón latiendo fuertemente en su pecho se transformó en un gato.
*****
Gianna se encontraba en un estado de sueño profundo, sus pensamientos flotando entre la realidad y el subconsciente.
De repente, se encontró en un oscuro bosque iluminado por una luna llena. La atmósfera estaba cargada de una sensación de desesperación y urgencia. Caminó lentamente, sintiendo una presencia inquietante que la guiaba.
De pronto, un claro apareció ante ella. En el centro, una joven bruja estaba de rodillas, llorando desconsoladamente. Sus sollozos resonaban en el aire, llenos de dolor y angustia. La bruja tenía el cabello largo y color castaño, cubriendo parcialmente su rostro, lo que hacía imposible identificarla. «¿Por qué me hicieron esto? ¡No quiero este poder! ¡No quiero ser una bruja con un demonio!» Se decía la joven bruja a ella misma entre sollozos.
Gianna sintió una oleada de compasión y tristeza. La bruja parecía estar luchando contra algo muy poderoso dentro de ella. De repente, una voz profunda y sombría resonó en el aire.
—Somos uno ahora. No puedes escapar de lo que eres. Yo tampoco quiero estar aquí. Era la voz del demonio... Dylan.
La joven bruja gritó, agarrándose la cabeza como si tratara de expulsar la voz. Gianna se acercó lentamente, queriendo ayudar, pero incapaz de hacer contacto.
—¡No! ¡No quiero ser una bruja! ¡No quiero tu poder! —Gritaba la bruja.
La desesperación en sus ojos era evidente. De repente, la bruja se levantó y comenzó a correr, adentrándose más en el bosque. Gianna la siguió, intentando mantener el ritmo, pero la distancia entre ellas aumentaba con cada paso. Las sombras del bosque parecían alargarse y moverse, dificultando la vista de Gianna.
La bruja llegó a un acantilado, deteniéndose al borde. Miró hacia abajo, el abismo parecía no tener fin. Gianna llegó justo a tiempo para ver cómo la bruja se volvía hacia ella, su rostro aún oculto por las sombras.
—¡Espera! No saltes. ¡Podemos encontrar una solución! — Exclamó Gianna desesperada.
La bruja la miró con ojos llenos de lágrimas y desesperación. Gianna trató de ver su rostro claramente, pero algo lo impedía, como una niebla oscura que se movía constantemente.
—No puedo continuar así. Prefiero la muerte a esta vida. —Dijo la joven de cabello castaño.
Antes de que Gianna pudiera reaccionar, la bruja dio un paso adelante y desapareció en el abismo. Gianna corrió hacia el borde, pero era demasiado tarde. Solo quedaba el eco del grito de la bruja, resonando en la oscuridad.