La Sacerdotisa Mayor, con una sonrisa burlona que helaba la sangre, se acercó primero a Maya, acariciándole el rostro con sus uñas deformes y largas. La bruja murmuró algo en un tono que combinaba ternura y amenaza, causando que Maya retrocediera ligeramente, aunque trató de mantener la compostura. Gianna y los demonios permanecieron inmóviles, sus corazones latiendo con fuerza. Gianna estaba en el centro, flanqueada por Ethan y Marina, mientras Maya se encontraba cerca de un árbol, observando nerviosamente.
La Sacerdotisa caminó lentamente hacia ellos, su mirada examinadora recorriéndolos de arriba abajo. Se detuvo frente a Gianna, acariciando su rostro con una uña afilada que enviaba escalofríos por la columna de la joven.
—Bienvenida, pequeña bruja —dijo la Sacerdotisa con voz ronca, llena de desdén—. ¿Qué te trae por estos lugares?
Gianna, con voz temblorosa pero decidida, explicó su misión.
—Queremos detener a la Organización y sus rituales de secuestro de demonios. Buscamos encontrar a la bruja que tiene el alma de Dylan —dijo, tratando de mantener la calma bajo la mirada penetrante de la Sacerdotisa.
La bruja grotesca soltó una carcajada macabra, haciendo eco en el silencioso bosque.
—¿Y por qué piensas que yo voy a ayudarte? —preguntó con una sonrisa torcida.
Gianna tomó un profundo respiro, intentando calmar sus nervios.
—Porque sabemos que la Hermandad y la Organización no comparten los mismos intereses. La Hermandad protege a los suyos, mientras que la Organización solo busca poder a cualquier costo. Ayudarnos a detenerlos no solo salvará vidas inocentes, sino que también debilitará a la Organización, permitiendo a la Hermandad fortalecerse. Además, la Hermandad tiene un código de honor, y sabemos que, aunque no confiamos del todo en ustedes, tienen principios que podrían alinearse con nuestra causa.
La Sacerdotisa observó a Gianna con un interés renovado, sus ojos brillando con malicia. Luego, su mirada se deslizó hacia Ethan y Marina.
—Veo que estás enamorada del demonio, —dijo con una sonrisa cruel.
Se acercó a Ethan, sus ojos recorriéndolo con admiración. Lentamente, se inclinó y le lamió la cara. Ethan se revolvió de asco, tratando de controlar su repulsión.
—Eres verdaderamente guapo. —Murmuró la Sacerdotisa con tono burlón.
Ethan se limpió la cara con una expresión de desagrado, pero se mantuvo firme al lado de Gianna.
Gianna, recuperando un poco de su compostura, dio un paso adelante.
—Estamos dispuestos a demostrar nuestra valía y a cumplir cualquier tarea que nos asignes para ganar tu ayuda. Solo pedimos una oportunidad para salvar a los que amamos y detener a quienes están causando tanto sufrimiento.
La Sacerdotisa Mayor se quedó en silencio por un momento, sus ojos moviéndose de Gianna a Ethan, y luego a Marina. Finalmente, asintió lentamente.
—Veremos qué tan valientes son. Pero no se equivoquen, la Hermandad no es un refugio de almas piadosas. El precio por nuestro favor es un precio muy alto.
Con esa advertencia, la Sacerdotisa Mayor se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el corazón del bosque, indicando al grupo que la siguieran. La misión para detener a la Organización y salvar a Dylan estaba a punto de comenzar.
La Sacerdotisa apartó a los jóvenes en el centro del bosque. Gianna observó que las casas estaban construidas en la cima de los árboles, creando un entorno místico y casi irreal. Sentía que unos ojos invisibles la vigilaban; el misterio del bosque se hacía palpable. Maya ya le había advertido que muchas de las brujas no se distinguían en la noche y se mantenían ocultas, pero algunas curiosas habían salido de sus guaridas, todas con los ojos puestos en Ethan. Varias brujas tomaron la forma de jóvenes hermosas para llamar su atención, pero él mantuvo su mirada fija, ignorándolas.
Llegaron al centro del bosque, donde el sonido de una cascada llenaba el aire. Detrás de la cascada, había una cueva que servía de hogar a la Sacerdotisa Mayor. La anciana bruja indicó a una de las brujas llamada Nancy que llevara a Gianna y a Ethan hasta su casa. A Marina la envió a otro lugar con otra bruja, y a Maya la dirigió a su casa con su madre.
—Cualquier intento de escape será pagado con sus vidas —advirtió la Sacerdotisa, su voz resonando con una amenaza clara. — Mañana hablaremos.
Gianna intentó protestar, preocupada por lo que ocurriría en la Mansión Celestite durante su ausencia.
—No podemos quedarnos aquí. Si alguien nota nuestra falta, podría haber una revuelta en la mansión —dijo Gianna, su voz temblando por la ansiedad.
La Sacerdotisa no escuchó. Sin más palabras, se retiró, desapareciendo en lo profundo del bosque. Gianna miró a Ethan, su expresión una mezcla de preocupación y determinación. Nancy, la bruja asignada para guiarlos, los observó con una mirada penetrante antes de indicarles que la siguieran.
—Vamos, no tenemos toda la noche. —dijo Nancy con impaciencia.
Nancy los llevó a través de un sendero sinuoso hasta la cueva detrás del manantial. Unas cuerdas servían de puente. Gianna caminó con cuidado, seguida de Ethan. Al llegar a la cueva, encontraron una pequeña pero acogedora cabaña hecha de madera y enredaderas.
—Aquí se quedarán por esta noche —dijo Nancy. —Recuerden, cualquier intento de escapar será castigado severamente. —Agregó.
Gianna asintió, aún preocupada. Entraron en la cabaña, y Nancy se quedó afuera, vigilándolos.
Dentro, Gianna miró a Ethan, sus ojos reflejando el miedo y la incertidumbre que sentía.
—Ethan, ¿qué vamos a hacer? —preguntó Gianna en un susurro, sentándose en una pequeña cama.
Ethan se acercó a ella y se sentó a su lado, tomando su mano.
—Nos quedaremos aquí por la noche, tal como nos ordenaron. Mañana, veremos qué quiere la Sacerdotisa y tomaremos una decisión —dijo con calma, tratando de tranquilizarla.
Gianna asintió, aunque el miedo aún no desaparecía de sus ojos. La cabaña estaba en silencio, excepto por el suave sonido de la cascada en la distancia. Ethan la abrazó, dándole un poco de consuelo en medio de la incertidumbre.