A la mañana siguiente, Úrsula envió a Nancy a la cabaña en la cueva donde se hospedaban Gianna y Ethan. Nancy, con su habitual tono autoritario, ordenó a Gianna que la siguiera, dejando a Ethan solo en la cabaña. La joven bruja fue llevada al manantial, donde se bañó con el agua cristalina que emanaba de la cascada. Después, la bruja la condujo a otra habitación, donde un grupo de brujas la esperaba para arreglarla. Le aplicaron una mascarilla, le dieron masajes relajantes y le probaron vestidos hermosos, cada uno más elegante que el anterior.
Gianna estaba confundida y trató de entablar una conversación con Nancy. Sin embargo, cada intento era ignorado bruscamente o acallado con una mirada severa. Desesperada por respuestas, Gianna preguntó cuándo vería a Úrsula para saber a qué acuerdo llegarían, pero Nancy seguía sin darle respuesta alguna.
Mientras tanto, en la cabaña, otra bruja llegó para llevar a Ethan. El demonio, también muy confundido, fue sometido a un tratamiento similar al de Gianna. Aunque era tratado con esmero, la situación lo inquietaba. Las brujas lo bañaron en el manantial, lo arreglaron y lo vistieron con ropas elegantes. Ethan, igual que Gianna, intentó obtener alguna explicación, pero se encontró con el mismo silencio impenetrable.
Ambos se sentían atrapados en un ritual que no comprendían, sus mentes llenas de preguntas sin respuesta. A pesar de los cuidados y la atención que recibían, la tensión y la incertidumbre los acompañaban en cada momento.
Finalmente, Gianna fue llevada a una sala grandiosa, decorada con tapices antiguos y candelabros de cristal, donde la esperaba Úrsula, sentada en un trono tallado en madera oscura. La sacerdotisa sonreía con una mezcla de burla y expectativa.
—Bienvenida, Gianna, —dijo Úrsula, su voz resonando en la sala. —Espero que hayas disfrutado de nuestros cuidados. Ahora, es momento de hablar de... negocios. —
Gianna, con el corazón latiendo rápido, respiró hondo y se preparó para enfrentar lo que vendría, con el rostro pálido de incredulidad, se adelantó un paso y preguntó:
—¿Cuál será el trato, Úrsula? —
Úrsula se echó a reír, una risa maligna que resonó en las paredes de la sala. —El trato es que no hay trato, querida. Las opciones no existen para ti. — Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con malevolencia. —Te agradezco por ser tan ingenua y creer que la Hermandad te iba a ayudar.
—¿De qué estás hablando? — preguntó Gianna, su voz temblorosa.
Úrsula se recostó en su trono, disfrutando del momento. —Has sido traída aquí para un ritual de inversión, —explicó detalladamente. —A diferencia de otras brujas que usan el alma de un demonio para mantenerse jóvenes y vivir más años, yo utilizo a una bruja joven. Realizamos un intercambio de almas. Tu alma quedará atrapada en mi cuerpo viejo y desgastado, y yo tomaré tu cuerpo joven, disfrutando de tu poder, tu juventud y tu amor por el demonio. —
Gianna se quedó sin aliento, incapaz de aceptar lo que estaba oyendo. —¡No puedes hacer eso!, — gritó, y lanzó hacia Úrsula una bola de luz, tratando de atacarla.
Pero Úrsula solo se rio en su cara, con una burla que hizo eco en la sala. —Eres patética, — dijo con desdén. Luego, haciendo un gesto con la mano, ordenó a las brujas presentes. —Llévenla a una celda. Que espere hasta el mediodía para comenzar el ritual. —
Las brujas agarraron a Gianna, quien luchó con todas sus fuerzas, pero no pudo evitar ser arrastrada hacia una oscura y húmeda celda en las profundidades del bosque. Las puertas se cerraron con un estruendo metálico, y Gianna se quedó sola, rodeada por la penumbra y el eco de su propio miedo.
Mientras tanto, Ethan estaba siendo llevado de vuelta a la cabaña, sin tener idea de lo que estaba sucediendo con Gianna. La tensión en el aire era palpable, y él podía sentir que algo terrible estaba por ocurrir.
Ethan, sintiéndose cada vez más frustrado y desconcertado, se levantó bruscamente de la silla donde lo habían dejado. Se dirigió hacia la bruja que lo atendía, una joven cuya belleza se veía empañada por una atmósfera grotesca que emanaba de ella.
—Exijo ver a Gianna, — dijo Ethan, su voz firme y llena de determinación.
La bruja levantó la vista, sus ojos fríos y despectivos. —Tú no tienes derecho a exigir nada aquí, demonio, —respondió con una voz cortante.
Ethan apretó los puños, tratando de contener su ira. —¿Dónde está Gianna? — insistió.
La bruja soltó una carcajada, un sonido que resonó desagradablemente en la pequeña cabaña. —Gianna está siendo preparada, — dijo de manera enigmática. —Eso es todo lo que necesitas saber. —
A su alrededor, otras brujas continuaban haciendo comentarios sobre su apariencia. —Mira esos ojos, tan intensos, — murmuró una, mientras otra, con una risa maliciosa, agregó, —¿Qué crees que verá en esa bruja? —
—Quizás es el pelo, — dijo otra, burlona. —O quizás es el poder que ella ni siquiera sabe que tiene. —
Ethan intentó ignorarlas, pero los comentarios no paraban. —Él es perfecto para nuestras nupcias, — canturreó una, en un tono burlón que sólo aumentaba la confusión de Ethan.
—Las nupcias, — repitió Ethan, mirando a la bruja que lo atendía. —¿De qué están hablando? —
La bruja sonrió de manera perturbadora. —No te preocupes, demonio. Pronto lo sabrás. — Luego se dio la vuelta y comenzó a preparar unas hierbas, ignorándolo por completo.
Ethan sintió un nudo en el estómago. Necesitaba encontrar a Gianna, pero estaba claro que las brujas no le permitirían saber nada más. Estaba rodeado de enemigos y necesitaba pensar en una manera de salir de ahí, de encontrar a Gianna y salvarla de lo que sea que estas brujas estuvieran planeando.