Berenice se levantó de su cama, aún un poco débil, pero con determinación. Se dirigió al Tártaro, su corazón lleno de preocupación y esperanza. Encontró a Saul, quien la miró con una mezcla de sorpresa y aprecio.
—Saul, necesito tu ayuda, — dijo Berenice con voz firme pero aun áspera. —Debo ir al Mundo de las Sombras para hablar con el rey Astarot. —
Saul asintió, conociendo la urgencia en sus palabras. —Es peligroso lo sabes Berenice. El camino en el tártaro es difícil, hay muchos rebeldes en todos lados y puede quien te reconozca.
—Lo sé, gracias por tu preocupación, pero necesito verlo, por favor acompáñame. —Suplicó la joven bruja.
El camino hacia el Mundo de las Sombras fue más fácil de lo que pensaban. Después del secuestro de Mauricio los demonios trataban de mantener un perfil bajo escondiéndose en las cavernas más adentro del Tártaro. Nadie quería estar cerca a la salida del mundo superior. Las vigilancias constantes de las brujas amenazaban la seguridad de los demonios. Atravesaron el Tártaro y finalmente, llegaron a la entrada sur del Mundo de las Sombras. Saul se detuvo, su expresión seria. —No puedo acompañarte más allá de este punto. No tengo permitido entrar. —
Berenice asintió, agradecida por su ayuda. —Gracias, Saul. —
Con determinación, Berenice avanzó sola. Al entrar, quedó impresionada al ver el estado del lugar. El Mundo de las Sombras, antaño majestuoso, estaba parcialmente destruido. A su llegada, fue recibida por Amadeo, un guardia en la entrada sur. Amadeo era sorprendentemente guapo, con rasgos que más bien pertenecían a un ángel, y su corazón era noble.
—Bienvenida, Berenice, — dijo Amadeo con una sonrisa amable. —Tiempo sin verle por aquí. —Dijo haciendo acto de reverencia.
—Gracias Amadeo, — respondió la bruja al guardián. Necesito que me guíes hasta el castillo, por favor. —
El guardián demonio asintió y le dijo:
—Por supuesto, solo necesito decirles a otros de los guardias y con mucho gusto la acompaño. —
Amadeo se acercó a un guardián que estaba próximo y, de inmediato, adoptó una postura de defensa mientras saludaba a la bruja:
— Señorita Berenice, le doy la bienvenida. —
La joven asintió con una sonrisa sin decir palabra.
El camino al castillo fue un viaje a través de la devastación y la belleza. Llegaron al imponente castillo que permanecía completamente en pie, un símbolo de resistencia en medio del caos. Berenice fue bien recibida en el castillo y rápidamente se dirigió a hablar con el rey Astarot.
En el salón del trono, Astarot la esperaba, su expresión seria pero acogedora. —Berenice, ¿qué noticias traes? —
Berenice le contó sobre la batalla con el grupo de la rebelión. —¿Qué sucedió en la entrada al Mundo de las Sombras? — preguntó ella aun sorprendida por lo que vio.
Astarot suspiró profundamente. —Después de tantos años, hemos vuelto a ser atacados por brujas. Han logrado traspasar el escudo mágico que protegía la entrada sur. —
Berenice asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. —¿Pero ¿cómo es posible?
—Aun no lo sé, pero hay que hacer algo para detener a esas brujas. Respondió el rey.
—Entiendo. Ethan insiste en que la única manera de parar a las brujas de la Organización Oscura es liberando el alma de Dylan. —Informó la joven.
—¿Como esta Ethan? —Preguntó Astarot.
Berenice con voz de resignación respondió:
—Ethan está bien, pero está interesado sentimentalmente en una de las nuevas brujas, es ella quien lo está ayudando a encontrar la bruja que tiene el alma de su hermano.
Astarot, conociendo los sentimientos de la bruja, intentó consolarla. —Sé que es difícil para ti, Berenice. El corazón a veces nos lleva por caminos inesperados. —
—Lo sé, sólo que pensé que podría haber algo serio entre Ethan y yo. Pero llegó esta nueva chica Gianna y las cosas cambiaron.
Al escuchar el nombre, Astarot quedó conmocionado. Su rostro se endureció por un momento antes de suavizarse con una mezcla de sorpresa y emoción. —Gianna... — murmuró. —Berenice, debes cuidar de Gianna.— demandó Astarot.
—¿Por qué es tan importante? — preguntó Berenice, sintiendo una creciente tensión en el aire. —¿Quién es Gianna a las que todos la protegen?
Astarot la miró con una profundidad de emoción que rara vez mostraba y tartamudeando le dijo:
—Gianna es tu media hermana. Es mi hija. —
Berenice se quedó inmóvil, el impacto de las palabras de su padre golpeándola con fuerza. —¿Mi hermana? — susurró, su voz temblando. —¿Cómo es posible? —
Astarot se levantó de su trono y se acercó a Berenice, posando una mano reconfortante sobre su hombro. —Sí, Berenice. Gianna es tu hermana. La dejé en el mundo humano con su madre, que es una bruja, pero renunció a todo por mí, ya que las relaciones entre brujas y demonios están prohibidas. Vivíamos en Italia y fue justo durante un ataque en el mundo de las sombras cuando tuve que regresar y hacerme pasar por muerto. Rebecca creía que era solo un guardián y no el rey, porque sabía que el rey estaba casado con tu madre, aunque yo lo oculté. Ese día que regresé encontré a tu madre muerta, asesinada por una de las brujas, y juré no volver al mundo superior jamás. —Su voz reflejaba una profunda tristeza. —Si no hubiera salido del mundo de las sombras y hubiera protegido a tu madre como debía, tal vez ella aún viviría, aunque no te puedo negar que aun así ame sinceramente a Rebecca.
La sala quedó en silencio, lleno de un suspenso palpable. Berenice sintió una mezcla de emociones: sorpresa por la confesión de su padre, tristeza por el recuerdo de su madre, y algo de alegría por el encuentro de su hermana.
—No te sientas mal por la muerte de mi madre, nadie podía prever que habría un ataque. —Afirmó la joven con tono sereno. —Ahora entiendo de donde viene el poder de Gianna, tengo que confesar que es muy buena para ser una aprendiz, —dijo con media sonrisa. —No te preocupes padre, yo la protegeré.