Gianna y Maya llegaron a la mansión e inmediatamente se dirigieron a los cuartos en busca de sus amigas Eva y Nora. Al encontrarlas, Eva y Nora se emocionaron al verlas y les informa de la visita de Sarah.
—Sarah estuvo aquí hace poco. Estaba muy preocupada por ti, Gianna. Dijo Eva.
—¿Por qué no nos dijeron lo que iban a hacer? ¿Qué pasó en el bosque? Preguntó Nora.
Gianna y Maya relataron lo que ocurrió en el bosque nacional con la Hermandad de la Noche Eterna, narrando su fuga y la tragedia que envolvió a Marina. Sus amigas prestaron atención en silencio, absorbiendo cada pormenor con inquietud.
—Fue una lucha ardua. Perdimos a Marina, pero conseguimos escapar —comentó Maya.
—¡Qué terrible, Gianna! No puedo imaginar cómo te sientes —intervino Eva. —Estas brujas definitivamente son capaces de cualquier cosa —agregó.
Luego, las cuatro chicas se dirigieron a la cocina, donde sabían que encontrarían a Elena haciendo los preparativos para la cena. Al verlas, Elena se alegró, pero rápidamente adoptó un tono más serio. —¿Qué estaban pensando, desapareciendo así?
Maya se adelantó para asumir la culpa. —Es mi culpa, Elena. Un familiar de la Hermandad vino a buscarme y Gianna se encontró en el momento equivocado, así que la llevaron también. — Intervino Maya.
Elena fingió creerles, aunque en el fondo sospechaba que había más en la historia. —¿Y Ethan? ¿Saben algo de él? —preguntó.
Ambas chicas negaron saber algo.
—No hemos tenido contacto con él desde que terminó la clase, solo dijo que se iba al Tártaro a acompañar a Marina. Informó Gianna su voz quebrantada al mencionar el nombre del joven demonio.
Elena suspiró y luego ordenó a las chicas que se tomaran un baño y se prepararan para la cena, dejando claro que no toleraría más ausencias.
Gianna y Maya asintieron antes de dirigirse a sus respectivas habitaciones. Mientras Maya se encaminaba hacia su cuarto, Gianna optó por visitar a Berenice. Caminó por el pasillo hasta la puerta de la habitación de Berenice y llamó suavemente antes de entrar. —¿Berenice? Soy yo, Gianna. ¿Puedo pasar?—
Desde dentro, Berenice respondió con una voz más firme que antes. —Adelante, Gianna. —
Gianna abrió la puerta y vio a Berenice sentada en su cama, notablemente recuperada. La habitación estaba iluminada con una luz suave, creando un ambiente sereno que contrastaba con el reciente caos.
—Ya te escuchas mejor, —dijo Gianna muy sonriente. —Me alegro mucho por ti. ¿Cómo te sientes? —
—Mucho mejor, Gianna, gracias por preguntar. —sonrió la maestra suavemente.
—Gracias por lo que hiciste por nosotras en la batalla, eres muy valiente. —Expresó Gianna.
—No tienes que agradecerme, Gianna. Somos una familia, y las familias se cuidan unas a otras. —Respondió Berenice mientras estiró su mano para tomar la de Gianna.
Gianna se acercó y tomó la mano de Berenice, sintiendo una conexión profunda y sincera.
—Escuche que desapareciste con Maya, ¿Dónde estaban? Preguntó la maestra con curiosidad.
—Sí, también estaba con Ethan, respondió mientras miraba hacia abajo. Fuimos a consultar a la hermandad de la Noche Eterna para que nos ayudaran a localizar a la bruja que tiene el alma de Dylan.
Berenice, visiblemente sorprendida, le contestó:
—Eso fue muy arriesgado, Gianna. ¿Cómo les fue?
—Desastroso, verdaderamente desastroso, Berenice. Todas las historias que escuchamos sobre estas brujas no se comparan con la realidad. Gianna le contó todo lo ocurrido, incluyendo la muerte de Marina.
Berenice quedó en shock y unas lágrimas empezaron a caer por su rostro. —Marina, no puede ser.
Gianna se sentía perdida para encontrar las palabras; nunca imaginó que esa noticia afectaría tanto a Berenice.
Las dos jóvenes se quedaron en silencio por un momento, comprendiendo la gravedad de la situación, pero también encontrando consuelo en la presencia mutua.
—Descansa un poco, Gianna. Tenemos una larga batalla por delante.
Gianna asintió, sintiendo una renovada determinación. —También, espero mañana estes completamente bien, —dijo Gianna con una sonrisa.
Se despidió de Berenice y se dirigió a su habitación para prepararse para la cena.
*****
A la hora de la cena, Ethan llegó silenciosamente y se dirigió a la cocina, buscando evitar cualquier atención innecesaria. Sin embargo, Elena, siempre atenta, se levantó de la mesa y fue directamente hacia él. —Ethan, ¿dónde has estado? ¿Sabes cuánto nos hemos preocupado?
Ethan, con un tono de misterio, respondió:
—He estado en el Tártaro. Tenía que hablar con Saul.
Elena suspiró. —¿sabes que Gianna estuvo desaparecida? —preguntó.
—Si, lo sé, lo siento, sé que prometí protegerla y así lo haré. Asintió el demonio.
—Mañana retomaremos las clases. Espero que Marina pueda unirse, aunque Berenice ya se siente mejor, quiero darle un par de días más.
Ethan observó a Elena, mostrando una profunda tristeza en su mirada. —Elena, Marina ha fallecido —expresó con la voz entrecortada. —Tuvo un enfrentamiento con la hermandad de la Noche Eterna —continuó.
Elena se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Su enojo surgió rápidamente, pensando que, en lugar de Marina, podría haber sido Gianna. —¿De qué estás hablando, Ethan? —preguntó Elena, asombrada. —¿Qué hacía ella en el Bosque Nacional? ¿Tú también estabas con las chicas y me lo escondiste? —su tono reflejaba ira.
Ethan asintió. —Elena, tú sabes que estoy decidido a liberar el alma de mi hermano Dylan.
—Entiendo tus razones, Ethan, pero no puedes exponer a las chichas al peligro y mucho menos a Gianna, eso no te lo perdonaría la Organización.
—Voy a proteger a Gianna, así que no deberías preocuparte por eso, Elena —respondió el demonio con desafío.
Con esa promesa, Ethan se dirigió hacia la mesa donde los demás estaban cenando. Cuando Elena regresó al comedor, se quedó observando a las jóvenes. Sabía que no compraba su historia. Las miró con detenimiento, tratando de descifrar lo que realmente había ocurrido.