Berenice y Amadeo estaban decididos a encontrar aliados en el Tártaro para rescatar a Ethan. Decidieron buscar a Saul primero, sabiendo que él y Ethan fueron en un tiempo los mejores amigos. Saul no dudó en ofrecer su ayuda, pero les advirtió que sería difícil encontrar aliados, ya que la mayoría de los demonios del Tártaro se habían dispersado debido a los constantes ataques de las brujas caza demonios.
—Saul, por favor, sabemos que la situación es más crítica de lo que parece. Tenemos que encontrar la manera de rescatar a Ethan antes de que sea demasiado tarde. —Insistió la bruja.
—Haré lo que pueda, Berenice, pero no prometo milagros.
—De acuerdo. — Asintió la Berenice.
Los tres demonios avanzaron por las oscuras profundidades del tártaro, explorando cada caverna que encontraban a su paso. Algunos demonios, intrigados, se unieron a ellos en el camino. Tras un largo recorrido y con varios demonios ya reunidos, el grupo optó por regresar a la caverna de Saul.
Saul logró congregar a varios grupos de demonios de distintas razas. Entre ellos estaban: Vargan, un demonio del fuego capaz de manipular y controlar las llamas, generando explosiones y llamaradas a su antojo. Lyria, una demonio de sombras con piel oscura intensa y ojos brillantes de color violeta; podía desplazarse entre las sombras y volverse intangible. Kargan, un demonio bestia cuya apariencia recordaba a la de un lobo gigante con pelaje gris oscuro y colmillos afilados; su fuerza y velocidad eran aterradoras en batalla. Algunos de los presentes se mostraban reticentes ante la idea de arriesgarse por Ethan, pero los vampiros, bajo el liderazgo de Gregg, no tenían nada que perder frente a las brujas y decidieron sumarse a la causa. Gregg se encargó de reunir a otros vampiros, todos dispuestos a luchar por su propia supervivencia.
Berenice se dirigió a los demonios que aún mostraban dudas para unirse a su causa. Les dijo:
—Comprendo que esto conlleva riesgos y que muchos de ustedes tienen dudas. Sin embargo, les presento una oportunidad. Si logramos salir airosos, me comprometo a hablar con el Rey Astarot para facilitarles el regreso al mundo de las sombras. Esta es nuestra ocasión para modificar la situación y resguardarnos de futuras amenazas. — Su mirada transmitía determinación.
La propuesta de Berenice resonó entre los demonios, quienes encontraron atractivo el posible retorno al mundo de las sombras y la protección del Rey Astarot. Poco a poco, comenzaron a mostrar signos de apoyo.
Thalros, quien también había sido guardián en el mundo de las sombras, dio un paso al frente para expresar su respaldo. —Cuenten conmigo. No tengo nada que perder y mucho por ganar, — afirmó con voz contundente. —Puedes contar conmigo, Princesa Berenice, —añadió mientras hacía una inclinación respetuosa.
—Yo también. Prefiero pelear en lugar de quedarme escondida. —exclamó Lyria levantando su puño.
Berenice sintió una profunda emoción al ver cómo poco a poco los demonios empezaban a apoyarla. Escuchar a Thalros llamarla por su título le dio un nuevo impulso. Otros demonios que no la habían reconocido antes comenzaron a hacerle reverencias. Ahora solo faltaba planear la estrategia para rescatar a Ethan y enfrentarse a las brujas cazadoras de demonios.
—Muy bien, princesa. Contamos con nuestro equipo. Ahora es el momento de salvar a Ethan. —dijo Saul.
*****
Maya, Gianna y Elena estaban en la sala principal de la mansión cuando un vehículo blindado negro se detuvo frente a ella. Elena se acercó a la ventana y, desde su posición, Gianna pudo identificar el auto de la Señora Castelli. El conductor salió y abrió la puerta para que la Señora Castelli descendiera, mientras un pasajero permanecía en el interior del vehículo. Con gran elegancia, la Señora Castelli avanzó hacia la entrada de la mansión, pero antes de que pudiera tocar el timbre, Elena ya había abierto la puerta.
—Elena, querida. Qué agradable volver a verte, aunque debo decir que esperaba una bienvenida más cálida. —Saludó la Señora Castelli.
—Señora Castelli, este es un momento inoportuno. ¿Qué la trae por aquí? —Respondió Elena sin abrir la puerta por completo.
La Señora Castelli se quitó sus lentes de sol y miró hacia adentro, intentando ver quién más estaba presente. Elena mantenía su postura, impidiendo que Castelli tuviera una vista completa de la sala.
En la sala, Gianna le susurró a Maya mientras intentaba ponerse de pie. —Esa es la Señora Castelli. Ella intentó secuestrarme el día que llegué a la mansión. ¿Qué estará haciendo aquí?
—Gianna, no conocemos sus intenciones. Es mejor que nos mantengamos al margen hasta tener más información —respondió Maya mientras la agarraba del brazo.
La tensión se sentía en la entrada. —Elena, querida, no he venido aquí para charlas triviales. Hay asuntos urgentes que necesitamos discutir y preferiría no hacerlo en el umbral de tu puerta —dijo la Señora Castelli con una voz autoritaria.
—Hablemos con claridad, Señora Castelli. ¿Cuál es el asunto? —respondió la encargada de la mansión con una ligera sonrisa.
En la habitación, Gianna luchaba por liberarse del agarre de Maya, su ansiedad aumentando. —Debemos prestar atención a lo que está diciendo. No podemos quedarnos aquí sin hacer nada —susurró Gianna con urgencia.
—Espera un momento, Gianna. Debemos obtener más información antes de actuar. Confía en Elena —insistió Maya, sujetándola del brazo con firmeza.
De vuelta en la puerta, la Señora Castelli se inclinó un poco más hacia Elena. —Sé sobre Ethan y lo que está sucediendo. Y créeme, Elena, estoy aquí para ayudar, aunque no lo parezca. Pero necesito entrar para discutir los detalles.
Elena, manteniendo su compostura, evaluó la situación. Finalmente, decidió dar un paso atrás, permitiendo que la Señora Castelli entrara. —Muy bien, Señora Castelli. Entre. Pero sepa que estoy vigilante y no toleraré ningún juego.