La habitación se encontraba en penumbras y en un absoluto silencio, con un débil rayo de luz que se colaba por una pequeña ventana situada en la parte alta de la pared. Sarah, quien estaba sentada en la cama, al escuchar el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose, levantó la vista. Sus ojos se ampliaron con asombro al verse reflejada, pero en su interior supo que era Gianna.
—Sarah, soy yo, Gianna. No hay tiempo para explicaciones largas. ¿Estás bien? —Dijo en un susurro.
—Gianna, ¿qué haces aquí? Esto es muy peligroso. Si te descubren...—
—Lo sé, lo sé. Pero necesitamos información y tenemos que sacar a Ethan de aquí. Maya está conmigo. Nos infiltramos para descubrir lo que la Organización Oscura está planeando. — Replicó la joven bruja interrumpiéndola.
Sarah miró alrededor muy nerviosa. —Mi abuela está planeando algo grande. Ella y la señora Castelli han estado obsesionadas con el cuarzo de celestita, y mencionó algo sobre un ritual que podría cambiar todo. Hay algo más, — añadió haciendo una pausa, —tu mama está aquí, está en la habitación de al lado.
—¿Mi mamá? ¿Cómo lo sabes? —preguntó Gianna.
—La escuché hablando con alguien. La nombró por Rebecca y mencionó un intercambio entre el cuarzo y su hija. Sé que tu mamá colecciona cuarzos en su galería.
—¿De qué lado está? Gianna se acercó a las paredes de la habitación, ansiosa, intentando escuchar si había señales de su madre.
Sarah señaló hacia la pared derecha y la acompañó para prestar atención a cualquier ruido.
—No oigo nada —dijo Gianna.
—Quizás esté sola. —Con eso, Sarah tocó tres veces la pared. Sin embargo, no hubo respuesta inmediata.
—Rebecca. —llamó suavemente Gianna. —Rebecca.
Sarah golpeó la pared tres veces nuevamente. Desde el otro lado, Rebecca respondió con tres golpes.
—¿Eres tú, Rebecca? —preguntó Gianna.
—¿Quién está ahí? —respondió la voz del otro lado.
—Soy Sarah, amiga de Gianna. ¿Estás sola? —contestó su hija.
—Sí, estoy sola. —La voz de Rebecca se oyó más animada.— Tengo que salir de aquí, mi hija corre peligro.
—Gianna está bien, pero necesito que me prestes atención. Tenemos que salir de este lugar.
—No puedo hacer nada para escapar, están bloqueando mi magia —respondió Rebecca.
—Lo sé, a mí también me sucede lo mismo —intervino Sarah. —Gianna y una amiga están aquí infiltradas; ellas nos ayudarán a salir —añadió.
—¿Gianna? ¿Está atrapada? —preguntó Rebecca con inquietud.
—No, mamá. Entré usando un hechizo de glamur haciéndome pasar por Sarah, la nieta de Darlene por eso no reconoces mi voz.
—¡Gianna, hija! —lloró su madre. —Perdóname por no haberte mencionado esto antes. Solo quería protegerte.
—Lo sé, mamá. Hablaremos de eso más tarde, pero ahora no hay tiempo. El hechizo puede desvanecerse en cualquier momento.
—Escúchame, Gianna —suplicó la madre—. Eres un demonio; puedes convertirte en sombra o usar un hechizo de invisibilidad de forma natural. Inténtalo —añadió.
Sarah y Gianna se miraron, asombradas por la nueva información.
—Solo concéntrate como si fueras a realizar cualquier hechizo —dijo la madre.
Gianna adoptó una posición, separando un poco las piernas y enderezando su espalda. Comenzó a visualizarse como una sombra, recordando cómo lo hacía Ethan y cómo este se movía rápidamente desde la cabaña hacia su habitación. Un cosquilleo recorrió su cuerpo mientras una suave brisa alborotaba su cabello. Con un profundo suspiro y enfocado intensamente, experimentó una sensación extraña pero intensa, como si se desintegrara en partículas de pura oscuridad. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que había cruzado la pared que dividía ambas habitaciones y, por primera vez en meses, se encontró frente a su madre.
—¡Mamá! —Exclamó Gianna tomando su forma humana.
Rebecca la abrazo tiernamente y sus ojos se llenaron de lágrimas. —¡Gianna! ¿Eres tú? ¡No puedo creerlo! —
—Sí, soy yo. — dijo la joven con una gran sonrisa.
Rebecca sollozó, abrazando a su hija con más fuerza, mientras las dos intentaban procesar el momento. —Pensé que nunca más te volvería a ver.
—Hay que salir de aquí y detener la Organización Oscura.
Su madre asintió, sus ojos brillando con determinación. —Debemos darnos prisa. Castelli está buscando el cuarzo de celestita, y si lo encuentra, podría desatar un poder que ni siquiera podemos imaginar.
—Lo sé. Patricia me contó todo. Tenemos que detenerlos antes de que sea demasiado tarde.
Gianna abrazó a su madre y con más naturalidad volvió a tomar su forma de sombra y atravesó nuevamente para llegar hasta la habitación de Sarah, esta vez con más facilidad.
—Juntas podremos salir de aquí. —Afirmó Gianna.
—Me parece muy arriesgado, Gianna. —Respondió Sarah.
—No es momento de dudas, puedo hacerlo.
Sarah asintió y juntas, se acercaron a la puerta, escuchando atentamente por si había alguien fuera. Maya, aún en forma de gato, se unió a ellas, moviéndose silenciosamente.
—Debo ir al sótano. —expresó Gianna.
—Eso es aún más arriesgado, Gianna. Podemos volver más tarde por Ethan. —respondió Sarah con inquietud.
—Coincido con Sarah, hija. Estoy convencida de que Ethan puede cuidarse solo. No puedes depender demasiado de tus sombras, ya que eso dejará una señal y podrían encontrarte. —añadió la madre.
—Maya, ¿hay mucho movimiento en el área del sótano? —Inquirió la bruja.
Maya, aún en su forma felina, emitió un maullido profundo. Gianna lo entendió como un sí, pero estaba resuelta a ir por el demonio. —Puedo sacarlas a ustedes primero y regresar por Ethan, —dijo con firmeza.
—Vayamos hasta la mansión, alguien más podrá venir por Ethan. —Aconsejó la madre.
Gianna, haciendo caso omiso a su madre y sus amigas, asumió su forma de sombra y se deslizó por el suelo de la habitación hasta llegar al sótano. Se ocultó entre las tinieblas para no ser vista y notó que Ethan no estaba solo, aunque él había levantado la vista al percibir su presencia.