Portal de Sombras

Capítulo 48

En la casa de Darlene, el ambiente se tornó caótico cuando se descubrió que Rebecca había desaparecido. Las brujas encargadas de su vigilancia, confundidas y asustadas, intercambiaban miradas de pánico mientras corrían por los pasillos, dirigiéndose rápidamente hacia el sótano.

Al llegar, la puerta de madera rechinó al abrirse, y el aire denso del sótano las envolvió. Allí, en medio de la penumbra, Ethan seguía encadenado, su cuerpo magullado y sucio, pero sus ojos brillaban con una determinación inquebrantable. Las brujas, irritadas y presionadas por el temor de haber perdido a la madre de Gianna, se acercaron a él con miradas llenas de odio.

Una de las brujas, alta y delgada con un rostro marcado por cicatrices, tomó una vara negra y comenzó a trazar símbolos en el aire, invocando un hechizo de dolor. Ethan sintió un dolor abrasador recorrer su cuerpo, como si sus nervios estuvieran siendo desgarrados uno por uno. A pesar del sufrimiento, Ethan apretó los dientes, negándose a darles el placer de escuchar su grito.

Otra bruja, de cabello blanco y ojos oscuros, se acercó con una daga, hundiéndola lentamente en su brazo, justo en la marca donde comenzaba uno de sus tatuajes demoníacos. La sangre de Ethan goteó al suelo, mientras las brujas esperaban alguna reacción, alguna señal de que cedería a sus órdenes. Sin embargo, Ethan, con una mueca de dolor, mantuvo su mirada desafiante, negándose a pronunciar una sola palabra.

El tiempo pasó y el cuerpo de Ethan, maltratado y al borde del colapso, permaneció firme. Sus ojos se oscurecieron, casi cerrándose, pero su voluntad permaneció intacta. Finalmente, una de las brujas, frustrada por su resistencia, lanzó un último hechizo que hizo que su cuerpo se estremeciera de dolor antes de quedar completamente inmóvil. Las brujas, al ver que Ethan no cedería, intercambiaron miradas de frustración y miedo. Una de ellas, nerviosa, se limpió la sangre de las manos con una tela negra antes de hablar. —No tenemos otra opción. Debemos informar a la sacerdotisa Darlene, — dijo con voz temblorosa.

Sin más, abandonaron el sótano, dejando a Ethan casi moribundo, en una quietud inquietante, mientras subían las escaleras para dar el informe de su fracaso.

*****

Las brujas llegaron a la oficina de Darlene con pasos vacilantes, conscientes del castigo que las esperaba. Al abrir la puerta, encontraron a Darlene y la señora Castelli discutiendo en voz baja sobre cómo doblegar a Rebecca para obtener la información del cuarzo. La atmósfera en la habitación era densa, cargada de tensión, y el aire se volvió aún más pesado cuando las sacerdotisas se percataron de la presencia de las brujas.

Darlene, con su mirada severa, alzó una ceja, impaciente. —¿Qué hacen aquí? ¿No deberían estar vigilando? — preguntó, su voz cargada de desaprobación.

Una de las brujas, temblando visiblemente, dio un paso al frente. —Señora... Rebecca... y Sarah... han desaparecido, — tartamudeó, incapaz de mantener la mirada en el rostro de Darlene.

El silencio que siguió fue sofocante. Los ojos de Darlene se entrecerraron, y su rostro se torció en una expresión de pura furia. —¿Cómo permitieron esto? — espetó, su voz baja, pero llena de una rabia contenida que amenazaba con estallar.

Castelli, que hasta ese momento había mantenido una expresión controlada, frunció el ceño y golpeó la mesa con fuerza. —¡Inútiles! Les di una orden sencilla, ¡vigilarlas! ¿Cómo es posible que se les hayan escapado? — Su tono era gélido, cargado de desprecio.

Las brujas cayeron de rodillas, suplicando perdón, pero Darlene no mostró piedad. Con un movimiento de su mano, invocó un círculo de fuego alrededor de ellas, que comenzó a acercarse lentamente, intensificando el calor a cada segundo. —¡La incompetencia no tiene lugar en nuestra organización! Serán castigadas por su falta de vigilancia, — declaró, sin titubear.

Las brujas comenzaron a gritar mientras el círculo de fuego se estrechaba. La señora Castelli observaba con una expresión fría, sin un atisbo de compasión. —Esto les enseñará a no fallar otra vez. Y si lo hacen... no sobrevivirán para aprender la lección, — añadió con voz cortante.

Finalmente, Darlene movió la mano nuevamente, y el fuego se apagó de golpe, dejando a las brujas tumbadas en el suelo, quemadas y con sus cuerpos llenos de dolor. —Llévenlas al calabozo, — ordenó Darlene a dos guardias que esperaban fuera de la habitación. —Que sufran hasta que aprendan su lección. —

Las brujas, apenas conscientes, fueron arrastradas fuera de la oficina, mientras Darlene y Castelli compartían una mirada de mutua frustración.

—No podemos permitir más errores. Rebecca y Sarah deben ser recuperadas, y Ethan no puede salir con vida, — dijo Darlene, su voz volviéndose más controlada, aunque aún cargada de ira.

Decidida a tomar medidas más estrictas, Darlene abandonó la oficina y subió rápidamente las escaleras hacia la habitación de Isabelle. Golpeó la puerta con fuerza, sin esperar respuesta, antes de entrar abruptamente. Isabelle, sorprendida, se levantó de un salto.

—¡Isabelle! — exclamó Darlene, su voz llena de furia. —¿Cómo pudiste ser tan irresponsable? ¡Te confié una tarea simple y fallaste miserablemente! Sarah y Rebecca están desaparecidas, y esto es culpa tuya. —

Isabelle, pálida, trató de defenderse. —Abuela, yo... no tenía idea de que planeaban escapar. Pensé que estaban seguras.

—¡Pensaste mal! — la interrumpió Darlene, acercándose a Isabelle con una mirada amenazante. —Tu incompetencia nos ha costado caro. Si no fuera por nuestra relación familiar, te sometería al mismo castigo que a esas inútiles. —

Isabelle, incapaz de sostener la mirada de su abuela, asintió, temblando.

—Haré lo que sea para corregir esto, abuela. No fallaré otra vez. —

Darlene se quedó en silencio un momento, su mirada escrutadora clavada en Isabelle. Finalmente, dio un paso atrás, su rostro aún tenso. —Más te vale que no, — dijo con frialdad. —Porque si fallas nuevamente, no habrá lugar en esta organización, ni en esta familia, para ti. —



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En el texto hay: romance juvenil, brujas, magia

Editado: 01.12.2024

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