Capítulo52

En la oficina de Darlene, las velas parpadeaban mientras el ambiente se llenaba de una tensión palpable. Castelli, con su figura imponente con su vestido negro ceñido y un semblante frío, se paseaba de un lado a otro, frustrada por la falta de progreso en la búsqueda del cuarzo de celestita.

—¡Es inaceptable! — exclamó Castelli, su voz cortante como una navaja. —Hemos buscado en todos los rincones, hemos interrogado, torturado, y, aun así, ni siquiera las brujas de la Hermandad de la Noche Eterna han tenido éxito. ¡Este maldito cuarzo sigue fuera de nuestro alcance! —

Darlene, sentada detrás de su gran escritorio, mantenía un aire de calma exterior, aunque la furia en sus ojos delataba su verdadero sentir. —Lo sé, Castelli, pero debemos ser pacientes. Rebecca es astuta y ha escondido el cuarzo en un lugar que ni siquiera sus más cercanos conocen. —

Castelli se detuvo bruscamente, clavando su mirada en Darlene. —No hay tiempo para paciencia, Darlene. La Hermandad de la Noche Eterna ha demostrado ser inútil. Son débiles, y su lealtad es cuestionable. Debemos romper todo lazo con ellas y tomar el control total de esta operación. —

Darlene asintió lentamente, reflexionando sobre las palabras de Castelli. —Estás en lo correcto. La Hermandad ha sido más una carga que una ayuda. Pero ¿qué sugieres que hagamos con Ethan? No podemos simplemente eliminarlo sin asegurarnos de que no haya otra forma de obtener lo que necesitamos. —

Un destello de malicia cruzó el rostro de Castelli. —Utilizaremos a Ethan como carnada. Sabemos cuánto significa para Gianna y las otras brujas de la Organización Original. Lo torturaremos, lo manipularemos, y lo usaremos para atraerlas a la trampa. Una vez que tengamos lo que queremos, eliminaremos a Ethan y daremos una lección a la Organización Original que no olvidarán jamás. —

Darlene se inclinó hacia adelante, un brillo peligroso en sus ojos. —Me gusta la idea. Es hora de demostrarles a todos quién tiene el verdadero poder. Atacaremos la Mansión Celestite, pero primero debilitaremos sus defensas desde adentro. Usaremos a Ethan para sembrar el caos y la desesperación entre sus filas. —

Castelli sonrió con satisfacción, complacida de que Darlene compartiera su sed de venganza. —Entonces, está decidido. Asegúrate de que todas nuestras fuerzas estén listas. Este ataque debe ser perfecto. No podemos permitirnos ningún error. —

Darlene se levantó, caminando hacia una ventana que daba al jardín oscuro y silencioso. —Que comience el juego, — murmuró con una mezcla de anticipación y crueldad. —Pronto, todos sabrán que no hay lugar para la piedad en esta guerra. —

Castelli asintió, su expresión endureciéndose mientras trazaba mentalmente los últimos detalles de su plan. —Gianna, Rebecca, y todos los demás... pagarán el precio por desafiar a la Organización Oscura.

Con un último intercambio de miradas llenas de conspiración, las dos sacerdotisas sellaron su alianza en un pacto oscuro y despiadado, listas para desatar su furia sobre la Mansión Celestite y sus habitantes.

*****

Bajo la oscura capa de la noche, Rebecca, Gregg, y César se deslizaron silenciosamente fuera de la Mansión Celestite, avanzando con determinación hacia la ciudad. El aire frío de la medianoche era denso con la tensión de lo que estaba por venir. Rebecca había lanzado un hechizo de glamour sobre sí misma para asegurarse de que nadie la reconociera, pero en su interior, la inquietud no cesaba.

Llegaron al borde del bosque, un lugar donde las sombras parecían más profundas y el silencio era casi opresivo. El bosque, con sus altos árboles y su denso follaje, parecía envolverlos en un abrazo oscuro. Los tres avanzaron hacia el corazón del bosque, donde un manantial brillaba tenuemente bajo la luz de la luna. El agua clara reflejaba las estrellas, creando un contraste con la oscuridad circundante.

Rebecca, sabiendo que estaba en un punto de no retorno, se arrodilló al borde del manantial. Tocó la superficie del agua, sintiendo el frío en su piel mientras sus pensamientos se agitaban con la enormidad de lo que estaba por desatar. Estaba a punto de recuperar un artefacto que no solo tenía el poder de equilibrar ambos mundos, sino también el potencial de destruir todo lo que conocía si caía en las manos equivocadas.

Gregg y César, siempre alerta, captaron el sutil cambio en el ambiente. Un murmullo en el viento, un crujido de hojas en la distancia; algo o alguien estaba allí. Gregg se inclinó hacia Rebecca y susurró con firmeza, —Debemos irnos ahora. No estamos solos. —

Rebecca asintió, sintiendo la urgencia en la voz del vampiro. Se levantó rápidamente, y guardó un objeto en sus bolsillos, los tres dejaron el manantial detrás de ellos, dirigiéndose hacia su próximo destino: la galería.

La galería era un antiguo edificio en el centro de la ciudad, donde Rebecca había guardado algunos de sus objetos más preciados, protegidos por poderosos encantamientos. Al entrar, el lugar estaba silencioso y oscuro. Rebecca caminó lentamente entre las exhibiciones, tocando los objetos con nostalgia.

Se detuvo frente a una vitrina que contenía un compás de bronce antiguo. Su reflejo en el cristal le devolvió la mirada, y una oleada de recuerdos la envolvió. Años atrás, había encontrado ese compás durante una misión en Grecia. Era un objeto sencillo, pero había sido vital en una búsqueda para encontrar un antiguo templo perdido en las montañas. Recordó cómo, en su juventud, había viajado por las tierras escarpadas, desafiando las tormentas y el terreno traicionero. El compás la había guiado con precisión, llevándola finalmente al templo donde había descubierto secretos antiguos y conocimientos olvidados.

«Este compás me salvó la vida más de una vez, y también es mi maldición» murmuró para sí misma, su voz llena de reverencia. Era un símbolo de sus aventuras pasadas, de su ingenio y tenacidad y de su temor.