Los días transcurrieron en la Mansión Celestite con una calma tensa, como la quietud antes de una tormenta. Aunque no había habido novedades significativas, el aire estaba cargado con la anticipación de la inminente batalla. Las jóvenes brujas, bajo la guía de Rebecca, Elena, e Irene, continuaban entrenando arduamente, conscientes de que cada hechizo, cada movimiento podría ser la diferencia entre la vida y la muerte cuando finalmente llegara el momento de enfrentarse a la Organización Oscura y la Hermandad de la Noche Eterna.
Los demonios, quienes también habían establecido una base en la mansión, entrenaban junto a las brujas. A pesar de sus diferencias, había surgido una camaradería inesperada entre ellos. Las brujas y los demonios, unidos por un enemigo común, desarrollaron un vínculo basado en el respeto mutuo y la lealtad compartida. Cada sesión de entrenamiento fortalecía no solo sus habilidades, sino también su confianza en los demás.
Patricia había salido de viaje, dejándoles la responsabilidad de velar por la mansión a Elena, Rebecca, e Irene. Aunque la ausencia de Patricia dejaba un vacío palpable, las tres mujeres tomaron la tarea con seriedad, asegurándose de que todo funcionara sin problemas y de que las jóvenes estuvieran preparadas para lo que se avecinaba.
Los demonios, por su parte, no se quedaban de brazos cruzados. Aunque su principal tarea era entrenar junto a las brujas, en sus momentos de descanso se reunían en pequeños grupos para planear el rescate de Ethan. El joven demonio había demostrado una valentía incuestionable, y su resistencia frente a las torturas de las brujas les había inspirado una renovada esperanza. Para muchos de ellos, Ethan representaba no solo un compañero de lucha, sino también un símbolo de la posibilidad de recuperar a sus seres queridos, quienes habían sido capturados o abducidos por las brujas.
En una de esas reuniones, Saul, líder del grupo La Disidencia, se dirigió a los demonios con la determinación reflejada en su rostro. —No podemos esperar más, — dijo con voz firme. —Ethan ha aguantado más de lo que cualquiera de nosotros podría haber soportado, y es hora de que lo saquemos de allí. No sólo por él, sino por todos aquellos que han sufrido a manos de la Organización Oscura. —
César, quien había acompañado a Rebecca en la misión de recuperar el cuarzo, asintió. —Hemos esperado suficiente. La fortaleza de Ethan nos ha mostrado que hay más en juego de lo que pensábamos. Si lo rescatamos, no solo recuperamos a un aliado; también golpeamos el corazón de nuestros enemigos. —
Gregg, siempre el pragmático, añadió, —Debemos ser cuidadosos. El éxito de esta misión depende de la precisión y el sigilo. No podemos permitirnos errores. —
Los demonios discutieron sus opciones, elaborando un plan que aprovecharía sus habilidades únicas y el conocimiento que habían acumulado sobre la sede de la Organización Oscura. Sabían que el rescate no sería fácil, pero estaban dispuestos a arriesgarlo todo.
Mientras tanto, en la mansión, la atmósfera se volvía más tensa con cada día que pasaba sin noticias. Las jóvenes brujas, aunque concentradas en su entrenamiento, no podían evitar sentir la presión de lo que estaba por venir. Los lazos que habían formado con los demonios se fortalecían, y cada uno de ellos sabía que, cuando llegara el momento, lucharían codo a codo, dispuestos a protegerse mutuamente hasta el final.
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Ethan respiraba con dificultad, y su cuerpo evidenciaba un agotamiento total. Castelli lo miraba desde lejos con una sonrisa maliciosa. Darlene estaba de pie junto a la sacerdotisa. —Después de tanto esfuerzo, Ethan, ¿así es como concluye tu gloriosa lucha? Al igual que tu querido hermano Dylan, destruido por tu propia soberbia —dijo en tono sarcástico.
Ethan hizo un intento por levantarse, pero sus fuerzas lo abandonaron. —No tienes derecho a hablar de mi hermano —le contestó con furia.
—Dylan selló su destino al enfrentarse a la Organización Oscura. Tú hiciste lo mismo, y ahora enfrentarás las consecuencias, —manifestó Darlene con frialdad.
Ethan luchaba con dificultad contra su dolor. No me arrepiento de nada. Prefiero morir luchando que someterme a ustedes.
Castelli se acercó e inclinándose hacia el demonio le dijo:
Ethan, ¿aún no comprendes? Durante todo este tiempo creíste que podías desafiarme y a la Organización. Pero al final, solo eres un peón en nuestro juego. Y ahora... tu alma será arrancada de este cuerpo maldito y entregada a la bruja que hemos elegido para ti.
Tú y la bruja serán quienes dominen tanto este mundo superior como el de las sombras. Una vez que reinstalemos el portal, nuestra magia se fortalecerá. No tienes opción, Ethan. Te ofrecimos una oportunidad y la has rechazado, —añadió Darlene esbozando una sonrisa helada.
Castelli se alejaba del demonio y se acercó a Darlene. —Es momento de poner fin a esto. Mañana, al amanecer, la mansión Celestite será atacada. Y tú, Ethan...—dijo mientras lo miraba, —ya no estarás entre los vivos. Tu alma cumplirá un propósito más elevado.
Ethan experimentaba una mezcla de resignación y desafío. —Si piensan que esto es el final, se están equivocando. —comentó mientras cerraba los ojos.
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Patricia llegó inesperadamente a la mansión Celestite y de inmediato solicitó a Elena y Rebecca que se acercaran a su oficina. La tensión en el aire era palpable, cargada de la expectativa de una confrontación inminente. Elena y Rebecca compartieron miradas preocupadas, pero guardaron silencio mientras Patricia se disponía a hablar.
—Rebecca, no hay tiempo para distracciones. Sé que tienes el cuarzo de celestita —afirmó con voz decidida.
Rebecca intentó mantener la calma.
—Sí, lo saqué de donde estaba escondido. Es momento de restaurar el portal —replicó, desafiando con su tono.
—Patricia, creo que deberíamos confiar en el juicio de Rebecca; ha mantenido el cuarzo protegido durante muchos años —intervino Elena.