Post Mortem Cadáver

Capítulo 5: La Hermandad

20 HORAS ANTES DE LA AUTOPSIA.

 

La mañana había pasado, pero la tranquilidad no había retornado a la humanidad de Joe Materson. Una vez que Olivia se había despedido de él, diciéndole que debía salir, pero que regresaría pronto para los preparativos de la nueva reunión, que tendría lugar en la casa familiar Materson, no había parado de caminar por toda la habitación tratando de encontrar la manera de zafarse del compromiso. Bajó hasta la cocina y bebió algo de zumo de naranja, tostadas con mantequilla y un poco de café. Después de desayunar; sirvió otra taza, esperando que la cafeína le pusiera alerta, y le despertara algún argumento sólido, para evitar ser partícipe de la reunión, pero fue inútil. Con la taza de café; aún en su mano, comenzó a recorrer las habitaciones y el pasillo de su residencia, buscando encontrar, a donde se había ido el Joe Materson, que antaño se dedicó a su familia, a costa de su propio bienestar.

La casa; que era más parecida a una mansión, contaba con cuatro niveles, un sótano y un desván. Era demasiado amplia para dos personas, pero se había acostumbrado a recorrer sus rincones casi vacíos, y encontraba cierta paz recogiendo sus pasos, y rememorando aquellos días de alegrías y desdichas junto a su familia.

Salió de la cocina con su bebida caliente, y todavía humeante en su mano, dándole sorbos esporádicos para que alcanzara durante todo el recorrido. Llegó hasta la amplia sala y tomó asiento en una de las sillas. Los muebles eran de madera y estaban tapizados con piel sintética, en color ocre, que le daban un aspecto rústico pero elegante a la vez, y parecía que su calidad seguía intacta. Había comprado el juego de sala hacía dos años y aún se veía casi nuevo.

Echó un vistazo al amplio sofá donde hizo el amor muchas veces con Olivia, y lamentó haberse dejado llevar por el deseo, porque hasta cierto punto; fue su debilidad por el placer de la carne, lo que lo llevó a un lugar de no retorno, y a ser cómplice directa o indirectamente, de las atrocidades que se cometían en la logia y que ahora tenían lugar con más frecuencia en su casa.

Su mirada se posó en la chimenea, y reparó en que no había sido encendida hacía varios días, al menos. Recordó que su esposa le había dicho, que la noche anterior se había quedado dormida frente a la estructura del fogón natural, aúnque no mencionó concretamente que esta estuviera encendida. Joe Materson pensó; que la sola aclaración no era necesaria, ya que octubre estaba a punto de finalizar y el otoño ya provocaba fríos que calaban los huesos. Las hojas de los arboles ya habían adquirido tonos marrones y terracotas, señal inequívoca de que el invierno se acercaba. Así que era poco probable que estuviera leyendo, y todavía más improbable, que hubiera pasado la noche en el sofá sin la chimenea encendida, y con las bajas temperaturas que ya se sentían en la ciudad. Puso su mano en los leños carbonizados y estos estaban tan fríos como un cubo de hielo, y pudo sentir como la baja temperatura subió por su brazo hasta la cabeza, provocándole un escalofrío que le hizo apartarse abruptamente, estando a punto de perder el equilibrio y caer sobre su tapete. Su café se regó un poco y maldijo internamente su suerte. Aquel helaje, le causó un mal presentimiento de lo que podría sucederle, pero de alguna manera, ya estaba llegando a un punto de resignación sin retorno.

 

Se recompuso un poco y sopesó esta nueva mentira de Olivia, que ya hacía parte, de la colección de engaños que salían de la voz de su mujer. Al principio le molestaban y tenían grandes discusiones sobre el tema. Pero casi siempre era él, quién se acercaba para arreglar las cosas. Así que un buen día; simplemente dejó de discutir y comenzó a omitir e ignorar las falsedades de su esposa, dejándolas pasar sin más. Cerró su puño y trató de reprimir una ira creciente por haber perdido la dignidad, sin siquiera tener una idea de dónde, o cuándo la había extraviado.

Se puso en pie de nuevo y vio por su vista periférica el comedor que pocas veces era utilizado. Allí reparó, qué sobre la mesa se encontraban tres vasos y rastros de vela que habían ardido durante la noche. Se acercó al comedor y tomó uno de los vasos, y pudo identificar residuos de whisky. No estuvo la noche anterior sentado en el lugar, así que concluyó, que fue Olivia, en compañía de dos personas más, quienes estuvieron compartiendo una copa en su mesa, pagada con su dinero, pero que pocas veces utilizó, y que ahora era el lugar de conversaciones de su mujer y sus amigos.

Dio un vistazo a la puerta del sótano, pero por nada del mundo pensaba bajar estando solo. Fueron pocas veces en las que había tenido el valor de descender hasta el lugar, porque simplemente la oscuridad lo consumía. La última visita que hizo, fue la noche anterior en la reunión de la logia, y se lamentó por haber ordenado; cuando recibió la casa, de adecuar el lugar y no dejar vacío y sin propósito ese espacio.

Cuando había heredado la mansión, tuvo que hacerle una remodelación, y como su intención en principio no era habitarla; sino venderla, le solicitó a los trabajadores que llevaban a cabo las adecuaciones, que el sótano debía estar equipado para parecer una especie de gran apartamento con baños, cuartos y sala de estar, con el fin de que la casa fuera más atractiva y se vendiera más fácil. Como terminó siendo huésped permanente, nunca le dio uso al espacio, porque era básicamente: un lugar amplio y con poca iluminación. Pero lo que nunca imaginó; es que sería justamente el tipo de sitios ideales para las reuniones de la sociedad secreta, porque les ofrecía discreción y privacidad. La sola idea de haber contribuido inconscientemente al crecimiento de aquella organización oscura, le causaba gran remordimiento, y por supuesto no sospechó absolutamente nada, cuando le causó gran alegría a su esposa, el conocer este lugar de la casa.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 03.04.2024

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