Post Mortem Cadáver

Capítulo 9: Fragmentado

6 HORAS ANTES DE LA AUTOPSIA

 

Desde el aire podía observar todo lo que sucedía en el sótano. Vio a su esposa desmayada en el suelo, pero parecía que nadie se había percatado del hecho. Según su percepción, parecía que Olivia había perdido la conciencia, y le pareció extraño que la sangre que estaba impregnada en su cuerpo ya hubiese desaparecido. Seguía desnuda, y totalmente abandonada en el suelo, que seguramente estaría demasiado frío, para que lo pudiera soportar. Cayó en cuenta, que hacía apenas algunos minutos, había sentido que su cuerpo se congelaba y que el dolor en su piel y sus huesos, habían sido insoportables. Pero de repente el dolor había desaparecido y aquella baja temperatura, ya no estaba presente, y no la percibía más.

La ligereza de su existencia lo confundía completamente, y el torbellino de incógnitas se iba acumulando en su conciencia, sin encontrar salida alguna. Podía pensar,  observar, y escuchar lo que pasaba a su alrededor, pero ya no se sentía como antes. Era; como si todo lo que lo hacía humano y mortal, se hubiese esfumado en un soplo. No había dolor, ni frío, ni calor. No sentía hambre, ni sed. Aún en completo silencio; si el sótano hubiese estado libre de sonido alguno, no podría escuchar el latir de su corazón, ni su sistema respiratorio absorber el oxígeno y exhalar el dióxido de carbono. Escuchaba el murmullo en la estancia, pero era incapaz de sentir sus propias pulsaciones y sus funciones básicas corporales. El sabor a whiskey que lo había acompañado en las últimas horas, y que había subido por su tráquea en los momentos de tensión, deseándolo infinitamente al momento de enfrentar a la hermandad, había desaparecido. La sequedad de su garganta ya no estaba presente, y ya no añoraba un vaso más, de la última bebida que había consumido el día anterior.

Concluyó, que algo estaba fuera de lugar. Algo había cambiado y absolutamente todo era diferente. Buscó con su vista su brazo derecho, pero no estaba. Buscó el izquierdo, pero también había desaparecido. Confundido todavía más, buscó sus piernas, pero estas no se encontraban donde debían estar. Quiso tomar su pecho con sus manos, pero de inmediato recordó, que no tenía brazos, y su sentido del tacto se había esfumado. El aroma de la parafina que expulsaban las velas, ya no la podía percibir, y cuando quiso preguntarse en voz alta qué sucedía, no hubo ninguna palabra articulada y audible que saliera de su boca, porque simple y llanamente, ya no tenía una. Ya no había un Joe Materson palpable; al menos no de su versión original.

Desvió su vista hacia aquella persona, que se parecía tanto a él. A aquel Joe Materson, que sí tenía piernas y brazos, que sí tenía un torso, y que sí era de carne y hueso a la vista y al tacto. Su otra versión, descansaba sobre la mesa de mármol, y ahora se encontraba rodeado de varios miembros de la hermandad, incluido su hermano. Le hablaban, lo tocaban, y alguien; sin que pudiera identificar quién, le soltaba los amarres que lo mantenían atado al altar. La estancia estaba parcialmente iluminada, solo por las velas que ardían en cada esquina de la mesa de mármol, y nadie reparaba en que Olivia yacía en el suelo, encontrándose más preocupados por ver qué sucedía con su cuerpo; que ya no era suyo, que por cualquier otra persona presente. Ni siquiera Steve Materson, parecía estar interesado en saber que había pasado con la mujer con la que había conspirado en contra de su hermano mayor.

Se encontraba a la derecha; del que ya no era su hermano, expectante por conocer la suerte del rival imaginario, que había creado desde que era un niño, y que esperaba al fin vencerle, aunque fuera indirectamente. Deseaba que estuviera muerto, pero no se atrevía a comprobarlo por sí mismo.

 

Los restos de Joe Materson, primogénito de la familia, esposo de Olivia Chery, y hermano mayor de Steve, se vio a si mismo moverse alrededor del grupo que ahora rodeaba al nuevo residente, y el recuerdo le llegó a su conciencia. Aquella pesadilla en la que se encontraba en el lejano Egipto, siendo embalsamado aún con vida, y que en su desenlace pudo ser testigo en primera y tercera persona de la escena, lo invadió por completo. El que era su cuerpo material, estaba tratando de levantarse, ayudado por algunas personas, y no reparaban en atenciones para asistirlo.

Deseó poder estar en primera persona y ser dueño de nuevo de sí mismo, pero no lo logró. Aquel ser de carne y hueso ya no era él. Ya no era su hogar, y entonces lo entendió. Su cabeza, sus extremidades, su torso, sus manos, sus pies, sus órganos, sus sentidos, su corazón y su sangre, se habían convertido en el recipiente que tantas veces mencionó su esposa durante el rito. Aquella absurda palabra que escapaba a su entendimiento, y que en su ignorancia tomaba por alguna metáfora diabólica, había adquirido tonos siniestros de literalidad. Ahora su “templo” era habitado por alguien más, o por algo invocado desde los mismísimos infiernos. Joe Materson, estaba fragmentado y en desequilibrio. Su alma ya no tenía un lugar donde residir, ni un hábitat que ocupar, y estaría condenado a vagar por planos ajenos a su conocimiento.

Tenía la facultad de desplazarse por el sótano, sin entender cómo podía hacerlo. Volaba, se deslizaba en el aire, y no necesitaba sus piernas para hacerlo. Era libre como un ave, pero preso en una jaula de incertidumbre, sin saber que hacer o a dónde ir. Sentía como si portara alas, pero le parecía imposible que las tuviera. Aún cuando quisiera comprobarlo, no habría una manera de hacerlo. No había una versión material de su ser para observar, más que el impostor que ahora habitaba en su cuerpo. Y si pretendiera reflejarse en un espejo, no habría nada que proyectar, más que el vacío del recinto, y una tenue reverberación en alguna pared de concreto.



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En el texto hay: misterio, suspenso, terror

Editado: 15.09.2024

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