Prejuicios

Segunda parte

 Tres años después…

—No entiendo por qué Mao y tú no salen —dice la amiga de la pelirroja mientras pone su mano sobre el hombro de ella—. Ustedes hacen una linda pareja y tienen mucha química.

La pelirroja mira hacia la entrada de la universidad, donde vislumbra a su mejor amigo desde hace tres años. Hay algunas chicas a su alrededor buscando cualquier tema de conversación para acercarse a él. Todas delgadas y hermosas, con ropas femeninas y a la moda. Tan diferentes a ella.

 La pelirroja baja el rostro con desdén y suspira para volver la mirada al chico asiático, quien es encantador y atractivo. ¿Cómo se fijaría él en ella?

 —Ya te lo he dicho...

 —"Sólo somos amigos" —termina por ella, tratando de imitar su voz mientras forma una mueca de desaprobación y resopla frustrada—. Siempre dices lo mismo, pero tus ojitos se llenan de lágrimas cuando eso sucede —apunta al asiático que conversa entretenido con el grupo de chicas coquetas— o cuando él empieza a salir con otra. Pero eres una adulta y libre de tomar tus propias decisiones, aunque estas te van a llevar a la eterna soltería.

 —Hola, chicas. —La morena se calla cuando el asiático se para frente a ellas con su sensual sonrisa; es en ese instante que la pelirroja se pierde en los hermosos labios con los que tanto ha fantaseado.

No puede evitarlo, siempre que él se le acerca ella termina escudriñando cada detalle de su anatomía y sus gestos; por ejemplo, suele contemplarle la pequeña y medio aplastada nariz, que se arruga cuando él sonríe; o esa mirada café cubierta por casi inexistentes pestañas, cuyo tono oscuro dan la sensación de están dibujadas con delineador, pese a que son naturales, y resaltan sus hermosos clisos achinados.

 O ese cuerpo que, aunque delgado, se muestra firme y escultural. Pero lo que más le gusta es su cabellera negra, lacia y brillante, que termina en su cuello y que el chico peina con sus manos cada vez que ella está cerca. Él suele vestir de negro, blanco y azul. Su ropa moderna y siempre ceñida de forma estética, asimismo, su colonia suave y esa personalidad fresca y pícara le encantan a tal punto, que se pierde admirando su presencia e ignora todo a su alrededor.

 —¿Terminaste de babear por tu "amigo"? —La morena de cabello en forma de afro le susurra en los oídos, lo que provoca un respingo en la pelirroja. Con las mejillas sonrojadas y la respiración errática, Sierra se apresura a dirigirse a su clase, ignorando el saludo de Mao y las insinuaciones de la morena; quienes se encogen de hombros ante su raro comportamiento e imitan su acción.

Así pasan los días, que luego se convierten en meses. Entonces, otro año hace su entrada y, unos seis meses más tarde, ellos se gradúan de sus carreras.

La celebración es sencilla en una pizzería, ya que los padres de ella viven en otro estado y los de Mao al otro lado del mundo.

—¿Qué harás ahora? ¿Regresarás a tu país? —inquiere ella curiosa.

—Sí —responde triste—. Ya no hay una beca que me respalde en este lugar, tampoco una visa, ya que la que poseo está a punto de expirar.

—Te graduaste con honores y tu trabajo de tesis fue el mejor, Mao, así que estoy segura que podrás conseguir un buen contrato de trabajo que te permita quedarte —dice ella desesperada, puesto que no quiere que su mejor amigo se marche.

Él asiente esperanzado y le sonría con ternura.

—Me encanta lo mucho que crees en mí, bonita. Ya he tomado varias entrevistas, pero me llevará más tiempo del que poseo encontrar una buena oportunidad acá; así que mientras eso sucede debo regresar.

Ella asiente en acuerdo.

—Voy ayudarte. Un amigo de papá tiene varias empresas que requieren nuestro conocimiento. Él me dijo que me contrataría cuando finalice mi carrera; le hablaré de ti y de lo bueno que eres.

—Muchas gracias, Sierra, me será de mucha ayuda tu apoyo. Cumplirías mi más grande sueño. —A él se le cristalizan los ojos por la emoción.

Dos semanas más tarde, Mao tiene que regresar a China. Sierra lo lleva al aeropuerto y se queda junto a él, hasta que llega la hora en que Mao tiene que abordar el avión.

—Voy a extrañarte mucho —dice ella entre sollozos—. ¿Qué haré sin mi mejor amigo?

—Yo también te voy a extrañar, pero confío en que pronto nos veremos. —Él le pellizca la nariz. Por un leve momento, Sierra siente la necesidad de confesarle sus sentimientos a Mao; sin embargo, el miedo la paraliza y las palabras no llegan a ser articuladas—. Hasta luego, Sierra. —Él le toca la frente con su dedo índice y se marcha, dejando un vacío doloroso en el pecho de la pelirroja.

—Espero verte pronto, Mao —musita para sí—. Ojalá yo fuera delgada y más bronceada, de esa manera, sería la chica indicada para alguien tan apuesto como tú. Vuelve pronto, Mao. Te quiero —musita para sí mientras lo observa desaparecer en medio del pasillo. Las lágrimas le mojan las mejillas pecosas, entonces ella se gira para regresar a casa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.