Ignoro su intención de hacerme molestar y me concentro en la ducha para poder relajarme antes de tomar una merecida siesta. Intento lo más que puedo de no pensar en ella, su cabello oscuro cómo el ébano, sus hipnotizantes ojos rojos, su sonrisa pícara, pero vaya que es una tarea difícil. Porque ahora es mi corazón quién decidió, y aunque trato de ser razonable, es una batalla que tengo perdida desde el momento en que sentí su aroma a madera y eucalipto. Cierro el grifo de la ducha y seco mi cuerpo mientras suspiro rendido, así que cuando termino me visto rápido con una simple camiseta y un mono de pijama. Cuando salgo del baño secándome el cabello, no me sorprende encontrar a Genevive dormida en el mueble usando la pierna del pulgoso como almohada mientras este ve su celular, pues mi amiga solo puede descansar de verdad cuando está con nosotros.
—¿Ha estado durmiendo bien desde que llegaron? —Pregunto bajo llamando la atención de Waldred.
—La verdad es que no. —Responde preocupado mientras acaricia el cabello de ella —. Parece que ha tenido un sueño del que no me ha hablado, pero sé que no es malo.
—¿Seguro?
—Sí. Mírala bien, cuando sonríe dormida —la mueve un poco su cabello para detallar su sonrisa —es porque ha tenido ese sueño del que no me dice nada.
—Es extraño. Normalmente nos cuenta todo. —Digo seguro, pero cuando la detallo mejor, sé que estoy equivocado —. No, la verdad es que no me había dado cuenta de algo.
—¿De qué hablas?
—Genevive es una dama, ya no es la niña que solía cuidar, por eso hay cosas que se guarda para ella. Se nota que no tiene una amiga a quién considerar cercana. —Digo preocupado mientras su cetro que está en la mesa de café comienza a brillar —. Espero que se sienta cómoda con la última pieza antes de que las cosas cambien. —Camino hasta mi cuarto para acostarme, y de nuevo, solo aparece en mi mente el rostro de Yaira.
Cierro mis ojos dejando que mi cuerpo se relaje, permitiendo mirarla en mi cabeza mientras el sueño me envuelva poco a poco hasta que no tengo conciencia de nada más. Me siento tan relajado que no me importa lo que me rodea, hasta que siento en mi frente la suave caricia de una delicada mano. Extrañado abro un ojo, encontrando los maravillosos rubíes que tiene Yaira en su rostro mientras descanso mi cabeza en sus piernas. Suelto un suspiro mientras me siento estudiando mis alrededores, dándome cuenta de que estoy en mi ropa de civil mientras me encuentro en mi lugar favorito del ducado de mi maestro.
Indudablemente esto es un sueño.
—¿Estás bien amor mío? —Pregunta Yaira preocupada porque me he alejado de ella.
Estoy consciente de que este sueño es un anhelo de mi corazón, de que sería perfecto si todo fuera así.
Pero no estoy tan desesperado.
—Todo es perfecto. —Sonrío volviendo a acostarme en sus piernas —. El clima, el lugar, la estación, pero, sobre todo, la compañía es la mejor que podía pedir.
—Me halagas, querido mío. —Dice volviendo a acariciar mi cabello, pero la sorprendo tomando su mano —. ¿Mi amor desea algo más que solo tiernas caricias?
—Por supuesto que sí, pero hay un problema. —Me quedo viéndola de forma fija para grabar esta imagen en mi mente —. Los ojos de ella son más claros y brillantes.
Yaira me ve sorprendida mientras trata de librarse del agarre de mi mano, pero la sostengo con fuerza porque sé que la mujer que me sirve de almohada no es la que quiero, sino una súcubo que quiere drenar mi vitalidad. Aunque sé que esto puede ser peligroso para mí, es necesario sacarle toda la información posible para evitar que algo así ocurra en medio del desfile.
—No intentes escapar de mí. Mejor dime cuáles son tus planes. —Digo serio, apretando su mano con fuerza.
—Amor, me lastimas. Por favor, suéltame. —Ruega ella.
Veo a mi costado notando que la sombra de algo mucho más grande ha aterrizado. Un zorro grande de aproximadamente dos metros, que tiene líneas rojas que detallan con gracia su rostro y resaltan sus ojos amarillos, junto con el sello del abanico con nueve gotas en la frente de este. No es otro que mi compañero, Karam el zorro de nueve colas. Este se muestra gigante, imponente y aterroriza a la súcubo con solo su presencia.
—Debería ser imposible. —Dice ella asustada —. Yo tengo el control de este sueño, ¿por qué puedes estar aquí? —Sin esperar respuesta se desvanece en una especie de neblina rosa para aparecer lejos de nosotros.
—Es simple, a Karam no le gustan los límites. —Respondo parándome junto al zorro —. También detesta que invadan su territorio sin permiso, pero lo peor es…
—Que alguien indigno se atreva a tomar el lugar que le corresponde a mi compañera. —Gruñe enojado usando su poder de sangre, el fuego zorruno, para purificar mi mundo interior del ataque de la súcubo.
—Responde, ¿cuáles son tus planes? —Pregunto en estado de alerta.
—Eso es algo que sabrás en su debido momento, pues acabo de tomar lo que necesito de ti. —Dice tranquila comenzando a desvanecerse.
Previniendo su próximo paso, Karam dirige parte de su fuego contra ella para evitar que haga daño, pero esta logra escapar. Le dirijo la mirada al zorro y sonrío con burla por haber fallado. Este bufa molesto y se hecha dándome la espalda, quizás por molestia de no haber acabado con la que se atrevió a tomar la forma de nuestra compañera, o tal vez solo está avergonzado.
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Editado: 27.11.2024