Presa: La Comunidad Roja

DESAPARECIDA

      —¿Por qué mi vida tiene que ser tan mundana? ¿Por qué esta es mi única gran aventura? —Me quejé mientras caminaba por el sendero camino al río para lavar la ropa de la familia, tampoco es que eso se pudiera llamar aventura, ya que tenía que hacerlo dos veces por semana.   

Cambié el canasto de ropa a la cadera derecha porque cuando caminaba este me golpeaba las piernas, y además de doloroso, resultaba molesto. Había leído un sinfín historias donde los personajes eran valientes guerreros y sus vidas estaban plagadas de cosas emocionantes, no es que tuviera muchos cuentos en casa, pero papá tenía un puesto de frutas y mamá era buena con la aguja, en resumen, éramos una familia de comerciantes, así que podía permitirme hacerme de un buen libro de vez en cuando.  

Sumida en mis quejas internas llegué al río, todavía era temprano, yo era la primera en llegar y eso me animó un poco, no me gustaba hacer la colada cuando el arroyo estaba lleno de mamás con sus hijos lloriqueando y contando chismes, hablando de cosas que no deberían importarles. Suspiré colocando el canasto en una roca en la orilla.  

      —Bueno, no terminaré si no empiezo —Me dije en voz alta.   

Estaba por terminar de lavar un vestido de mamá realmente difícil, cuando escuché la voz de mi hermana llamándome.  

      —¡Carol, ¿dónde estás?! —Incluso cuando gritaba su voz era suave  

      —¡Aquí, Eli! —contesté moviendo el brazo por encima de la cabeza.  

Eli me buscó con la mirada entre el mar de gente que iba llegando, seguí agitando mi brazo hasta que capté su atención, al fin sus grandes ojos grises me vieron y sonrió, empezó a abrirse paso hasta mí. Mientras veía como se apretujaba entre las mujeres sin perder su gracia, me impresioné por millonésima vez al ver lo distintas que éramos; mientras yo era de estatura media, ella era alta a sus quince años, para mi Eli era la más hermosa de las dos, con su cabello negro azabache hasta la cintura y su esbelta figura... Nuevamente perdida en mis cavilaciones no me di cuenta hasta que ya estaba frente a mí.  

      —Hey, Carol —dijo moviendo la mano frente a mis ojos  

Parpadeé sobresaltada.  

      —¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar ayudando a mamá? —Eli era la afortunada en aprender el oficio del hilo.  

Frunció el ceño disgustadamente.  

      —¿No te alegras de que haya venido a ayudarte? —suspiró al no obtener respuesta—. Mamá me envió, quiere que estemos pronto en casa para tomarnos medidas, planea empezar a hacer hoy los vestidos.  

Gemí, había olvidado el famoso baile en la plaza, y eso que mi hermana pequeña, Marian, no había dejado de hablar del tema en las últimas dos semanas.  

Interpretando mi silencio, Eli se escandalizó.   

      —No puedes faltar, nuestros padres te matarían —Sus palabras sonaban a advertencia y amenaza.  

      —No, no pensaba hacerlo —dije y su semblante se suavizó un poco  

      —Va a ser divertido —trató de consolarme, sin éxito, y añadió con picardía—: puede que encuentres a un chico que te guste.  

Le hice una mueca mientras sacaba una falda de mamá del canasto para sumergirla en el agua; sabía que mis padres se morían por verme comprometida, pero el problema era que yo no quería nada de eso… aún no.  

      —¿Viniste a ayudarme o a darme un monólogo? —Le recriminé medio en broma.  

Se encogió de hombros.  

      —Ambos, supongo.  

      —Entonces date prisa o mamá empezará esos vestidos en Navidad —dije jalándola de la falda para que se acomodará a mi lado.  

Se quejó sacando el labio inferior en un puchero fingido, pero se arrodilló y se sentó conmigo.  

      —¿Supiste que Bianca aún no ha aparecido? Me pregunto qué es lo que le pasó a esa chica… —comentó en tono pensativo.  

      —Tal vez se fugó con algún chico—dije para aliviar el peso de la conversación, esos temas tan lúgubres no me gustaban ni pizca.   

Por lo que yo sabía, ella solo no había regresado a casa un día, su familia estaba desesperada después de varios días sin noticias de ella; ellos estaban muy bien acomodados, tenían más dinero que lo que mi familia tendría en toda su vida y juntando la de los descendientes, por eso no entendía por qué no pagaban para que alguien la buscara, si fuera alguien de mi familia, incluso yo misma buscaría.   

Todo el pueblo siempre hablaba del increíble parecido entre ella y yo.   

      «Menos los ojos, querida, Bianca los tiene de un intenso tono grisáceo» solían decirme todo el tiempo.  

      —No lo creo, ella parecía una buena chica —comentó Eli, sin apreciar mi intento de bromear—. En eso también era... perdón, es igual a ti.   

Guardé silencio, la verdad apenas la conocía, una que otra vez la había visto en el negocio de papá, pero solo de espaldas, y sí, no parecía la clase de chica que se comportará así, fugarse con alguien, en eso mi hermana tenía razón, no parecía que eso fuera con ella. Sentí una punzada de lástima por ella, me era desconocida pero yo tampoco era muy comunicativa.   




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