¿POR QUÉ?

Lo primero que sentí fue un intenso frío. Jadeé y mis pulmones se llenaron de líquido, me impulsé y emergí mirando a través del agua que me empañaba los ojos. Traté de orientarme observando el agua oscura que me rodeaba; madera podrida flotaba junto con hojas ennegrecidas. Me encontraba dentro un pantano, y de inmediato supe que estaba lejos de casa; desolada, asustada y sin comprender lo que sucedía, ni cómo había llegado allí, tirité tratando de mantenerme a flote en esa apestosa y negra agua. Árboles secos, marchitos y sin hojas se elevaban sobre un suelo cubierto de nieve blanca, desprovisto de vida… Un temblor subió por mi espalda, y con horror reconocí ese lugar como el lúgubre paisaje muerto que había visto en mis sueños; y temblando, tal vez de frío o miedo, nadé a través del agua helada hasta la orilla más próxima. Mis dedos entumecidos arañaron el negro fango del pantano y me impulsé para salir, pero casi al instante el característico sonido de alguien acercándose me hizo detenerme y resbalar devuelta al helado lago. Me quedé petrificada oyendo como los rápidos pasos se aproximaban cada vez más a donde yo estaba.  

      «Es ese hombre, vino conmigo y ha aparecido muy cerca de aquí» reconocí de repente. «Me está buscando».    

Desesperada, me sumergí en esa sucia agua de nuevo y nadé hasta el fondo del pantano, tratando de encontrar la cosa que me había llevado hasta ese lugar, Mientras tanto, los pasos sonaban cada vez más cercanos, a nada de mí, ya casi llegaba. Metí las manos desnudas en el blando fango y removí con dedos temblorosos, entonces un intenso brillo azulado emergió entre el lodo, como un haz de luz entre la más absoluta oscuridad. Rápidamente tomé la reliquia, y sin pensar en nada que no fuera ponerme a salvo cuanto antes, me la llevé a la boca. Parecía que hacer lo mismo que antes era lo más lógico, y cuando pude escuchar con claridad a mi asesino, toda vacilación se esfumó. 

      —S-sácame de aquí—le susurré, apremiante.  

Resplandeció con más fuerza y resbaló de mis dedos, cayendo en la oscura agua. Y en cuanto entró en contacto con el ennegrecido líquido, un perfecto círculo de agua se limpió hasta tomar un color tan transparente y cristalino como la reliquia misma. Por un breve segundo vacilé sin saber qué hacer, pero entonces volteé a mis espaldas y la silueta del hombre apareció entre los esqueléticos árboles... 

Aterrada tomé aire y sin detenerme a pensar en nada más, actué. Me sumergí en esa nueva agua cristalina, y antes de que todo volviera a ser borroso como la primera vez, vi como el hombre corría a darme alcance.    

Mi segundo impacto me dejó sin aire, rodé mareada sobre el estómago y caí de bruces; enseguida un nuevo tipo de frío se unió al de estar calada hasta los huesos. Giré desorientada hasta quedar boca arriba en esa helada sustancia blanca, y por un largo rato no hice otra cosa más que mirar un cielo nublado paralizado sobre mi cabeza. Mientras la nieve se derretía en mi piel, poco a poco los últimos eventos me atravesaron, y se deslizaron por mi rostro lágrimas silenciosas; al final, yo tenía razón: los amigos que eligen el amor no terminan bien. Yo acababa de perderlo todo.  

Inhalé entre dientes y miré mis rasguñados nudillos; ni siquiera tenía la posibilidad de fingir que todo pertenecía a un lúcido sueño. Finalmente me levanté, y encorvada por el peso del vestido mojado, me arrastré hasta el árbol más cercano, y me dejé caer encima de las ennegrecidas raíces que sobresalían de la nieve como huesudos dedos. Apoyé la cabeza en la corteza y cerré los ojos, todavía sin querer enfrentarme a la realidad, y a las extrañas cosas que me habían pasado, me concentré en tratar de conservar calor en ese frío y nevado bosque; me envolví con la húmeda falda del vestido, y acurrucada en ese viejo árbol, intenté entender qué sucedía: ese cristal en forma de gota era lo que mis padres tenían protegido bajo su piso, y también ya estaba muy claro de quien intentaban resguardarlo. Pero… 

¿Por qué?