Presa: La Comunidad Roja

VISIONES DEL PASADO

Solté el aire que no sabía estar conteniendo al reconocer la letra de mamá, mi corazón dio un salto lleno de esperanza y una risa histérica salió de mis labios. Solo mamá podía dejar un mensaje más complicado, uno capaz de desafiar mi inteligencia. Caí sobre las rodillas, extendí la nota en el suelo y examiné la hoja por ambos lados; nada, no había nada más escrito, solo esa pequeña frase. Frustrada me llevé las manos a la cabeza, tratando de darle significado a la palabra.  

      «¿Transparencia? ¿A qué clase de transparencia se refería? ¿Por qué decía algo así? ¿No podría haberme dicho más claro? Claro que no, era mamá y con ella nada era sencillo ¿Pedía agua? El agua es transparente. ¿Cómo una receta? Podría ser ¿Debía agregar agua, pero a qué?».  

De súbito, algo muy parecido a la voz de mi madre retumbó en mi cabeza, algo que siempre solía decirme: 

      «Siempre sé transparente, Carol, vive limpia y que tus actos siempre sean puros como…» 

      «¡Por Dios Santo!» Me levanté con rapidez. El significado era tan simple, tan mundano y fácil de interpretar… Como el agua.  

Las preguntas daban vueltas en mi cabeza mientras miraba el papel en mis manos, fruncí el ceño al observar con detenimiento la nota, la hoja parecía y se sentía muy delgada, estaba un poco amarillenta y era tan fina que se podía ver a través de ella; parecía ser de un material muy antiguo, en toda mi vida había visto algo parecido.  

      —El pergamino es un material muy delicado —musité—. Si el agua lo tocara, se diluiría en un instante. 

Alcé la vista sorprendida, y la respuesta apareció de golpe en mi mente como fuegos artificiales.  

      «Claro» me dije. «Elizabeth no se refería a arrojarla al agua. Pero a la vez si se refería a eso, con transparencia había querido decir añadir agua, igual que una receta, agregar ingredientes, añadir un ingrediente, pero no agua exactamente».    

Me paré de un brinco y salí de la cabaña a todo correr, no me importó el dolor de mi cuerpo, ni las protestas de mis pies, tampoco el frío ni la nieve fueron suficientes para detenerme. Corrí entre los árboles que me azotaban los brazos y cara, pero no paré, recorrí el bosque, frenética y emocionada. Pudieron haber pasado minutos, horas o incluso días, no me di cuenta.   

Al fin encontré lo que tanto buscaba, me detuve con la respiración entrecortada, jadeante y con las manos en las rodillas. Ante mí se extendía un pequeño lago, no era para nada extraordinario, pero sí suficiente para la tarea que debía llevar a cabo. Gran parte del lago se encontraba congelado y la nieve flotaba sobre el agua cristalina, sin duda la temperatura en el era de varios grados bajo cero; no importaba, no entraría en él, no sería necesario. Con el corazón en un puño, me arrodillé en la orilla y por un instante miré mi reflejo, tomándome un segundo para ganar valor, no sabía si funcionaria y averiguarlo me asustaba. Luego de un minuto me llevé una mano al cuello y desaté el cordón, con un movimiento fluido saqué la reliquia y la puse en la nieve con mucho cuidado. A continuación, inhalé una profunda bocanada de aire, acomodé la hoja en mis rodillas y tomé la reliquia, la acuné en mis manos y con delicadeza la dejé caer en el lago.  

Observé maravillada cómo impactaba contra el agua y se fundía en ella, por un segundo brilló con fuerza y creó una onda que barrió la nieve cercana, la basura y los trozos de hielo, dejando un perfecto círculo resplandeciente de agua brillante y plateada. Sin perder tiempo tomé el papel de un extremo y lo solté en la lisa superficie, en cuanto la hoja amarillenta hizo contacto con el agua, el papel empezó a consumirse con asombrosa rapidez, igual a que si fuera fuego. Al mismo tiempo, el color plata del lago se transformó en oro, pálido y transparente.  

Me llevé una mano a la boca para ahogar un sollozo de emoción.   

Cuando la nota de mi madre terminó de consumirse, el agua dorada empezó a arremolinarse e imágenes pasaron en un parpadeo: el tiempo, el pasado, flashes de guerras, hambre, muertes, dolor, persecuciones, victorias, traiciones, excitación, triunfo, miedo, felicidad, júbilo, esperanzas; tantos eventos mezclados en el tiempo. Una historia, la que me había arrastrado hasta ahí. Lo impactante de la situación me llevó a inclinarme y apoyar las manos en la inestable orilla congelada, queriendo ver esas imágenes más de cerca.  

De pronto todo desapareció y solo quedó oscuridad, un segundo después un hombre galopaba a caballo en un camino entre páramos. Por su manera de galopar parecía estar huyendo, el animal levantaba polvo y las herraduras producían un leve tintineo contra el suelo de tierra. Su capa bailaba contra el viento, luego escuché el sonido de más cascos y otros dos hombres aparecieron en mi campo visual, cada uno se colocó al lado del primero. Y si hubiera parpadeado, no hubiera visto como uno de ellos sacaba un afilado cuchillo, y con una destreza y flexibilidad de una bailarina, saltaba al caballo de primer sujeto y enterraba el puñal en el costado de este. El hombre gritó, fue de agonía y su espalda se arqueó, soltó las riendas y los dos hombres cayeron en una maraña de piernas y brazos… Yo me sobresalté, di un respingo y bajo mis palmas la congelada nieve cedió a mi peso.  

Un momento después sentí dolorosos pinchazos de frío dolor, como cuchillos siendo clavados por todo mi cuerpo, grité y la fría agua entró por mi garganta, ahogándome y amenazando con congelar mis pulmones. Muy arriba, a kilómetros de distancia, los pequeños bloques de hielo flotaban como nubes, también brillaba un vacilante sol difuso.  




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