Presa: La Comunidad Roja

DOLOROSOS INFORTUNIOS

No podía moverme, todo mi cuerpo se hallaba suspendido entre la superficie y el fondo del lago, entre pensamientos indefinidos pensé que ambos tipos habían muerto, y que yo pronto los seguiría. A pesar de estar ahogándome, no pude evitar sorprenderme cuando las imágenes de la persecución aparecieron a mi alrededor poco a poco, de aspecto lechoso primero y más definidas después; el efecto me recordó al teatro, a sus dramáticas puestas de escena. Mis pulmones dejaron de exigir aire y todo mi cuerpo se relajó, balanceándome igual que un cadáver, observé la escena que me rodeaba, y que seguía y seguía avanzado... El otro tipo detuvo su caballo y desmontó con elegancia, era un hombre joven, apenas un chico; miró con indiferencia como su compañero se ponía de pie, también observó al hombre que estaba boca abajo, y a la daga que sobresalía de su costado. Las inexpresivas miradas de ambos hombres barrieron el camino. Me estremecí por dentro, las miradas de ambos eran vacías e improvistas de emocionantes, nada que reflejara humanidad.  

El tipo que había apuñalado al otro se inclinó y extrajo el cuchillo sin ninguna consideración, luego con su bota hizo girar el cuerpo; entonces un chico rubio miró al cielo con unos ojos grises que ya no veían nada, un hilillo de sangre corría por la comisura de su boca. Una punzada de pena oprimió mi pecho, era un chico muy joven, apenas mayor que yo, y estaba muerto, aunque… ¿Por qué me afectaba tanto? El asesino, miró al chico muerto con repugnancia, luego le hizo un gesto a su compañero, este se acercó y ambos procedieron a palpar la ropa del muerto. Aunque no quería seguir viendo, no pude apartar la vista de la escena cuando empezaron a despojarlo de su vestimenta, parecían muy desesperados por encontrar algo en sus prendas. Después de un rato sin encontrar nada, el tipo del cuchillo se levantó y lanzó un grito de frustración, su compañero solo miró el cuerpo con los labios fruncidos. En vano intenté distinguir sus rasgos, reconocer a mi asesino entre ellos dos, las capuchas negras y la escena nocturna no permitían ver mucho.   

Me agité en el agua, deseosa de recuperar la movilidad de mis músculos. Entonces las sombras empezaron a tomar formas nuevas.  

Jadeé.  

Esta vez mamá se encontraba en el suelo de su habitación, y para mi sorpresa, la reliquia resplandecía en sus manos y ella susurraba palabras apresuradamente. Enseguida reconocí la escena como el día que la espié por la puerta, apreté los labios y seguí mirando.  

Sus palabras distorsionadas no tardaron en aclararse.  

      —Cariño, lo siento —me quedé todavía más paralizada, su voz sonaba muy débil, nunca la había escuchado tan rota.  

Miró el frágil objeto en sus manos, y lágrimas gruesas rodaron por sus mejillas, un gemido rasgó su garganta; sufrimiento.  

      —No quería esto para ti, lo lamento, pero no puedo hacer nada. Tienes que hacer esto sola, yo solo puedo ayudarte por ahora, después todo dependerá de ti. No queda tiempo, él lo sabe y nosotros también —Dejó de llorar y su voz se volvió dulce, como si tratara de consolarme —Tienes que vivir y ser fuerte, debes luchar, debes despertar. Otra vez esa palabra,  

      «¿Qué quería decir con despertar?» 

—Te quiero, pero esta es la única manera… y tú más que nadie sabrá lo valiosa… —Vaciló—. No te lo puedo decir, pero lo sabrás pronto. Tenías que ser tú, Carol, lo lamento. Cariño, no tenías opción, ni nosotros tampoco. Perdóname, hija, ojalá un día puedas perdonarme, y entender mis razones.  

Cerré los ojos con fuerza al tiempo que sentía romperse algo dentro de mi pecho, no quería verla. La oí rasgar un papel, abrí los párpados y miré justo en el momento en que escribía apresuradamente las dos palabras que me habían llevado a eso. Ella soltó un sollozo una vez y suspiró, era como si tratara de mantener su dolor a raya. De pronto, algún ruido o algo la hizo girarse, y por un breve instante me vi a misma, o más bien, vi mis ojos por el bajo de la puerta, un segundo después me oí correr por el pasillo. Elizabeth se estremeció y con dificultad se puso en pie, caminó hasta donde mi vestido colgaba, rebuscó en los pliegues y guardó la nota en uno de los bolsillos.  

Después volvió a sentarse en el suelo, retiró una de las rocas del piso e introdujo una mano en la abertura, extrajo un pequeño cuchillo. La hoja era fina y parecía muy afilada, letras extrañas la adornaban, y la empuñadura parecía de hierro forjado, en ella formas se entrelazaban y se unían, creando un patrón extraño. No pude ver bien lo que decían las letras, pero al parecer estaban escritas en un idioma que yo no conocía. Mamá tomó el cuchillo y lo acercó a la reliquia en el suelo, después se inclinó y le susurró algo que no alcancé a escuchar. Inmediatamente la reliquia brilló con intensidad, mamá posicionó la hoja del cuchillo en dirección al objeto, como si quisiera apuñalarla, y con precisión dejó caer el cuchillo. Para mi sorpresa la reliquia absorbió el arma de Elizabeth. Cuando no quedó rastro de la espada, el resplandor fue lentamente disminuyendo hasta que solo quedó el brillo habitual de la reliquia.  

Elizabeth temblaba un poco y yo me estremecí, unas cuantas burbujas brotaron de mis labios cerrados.  

      —Perdón, Carol, es necesario. —Su voz era entrecortada y suave.  

Mientras la imagen se desvanecía, la vi ponerse de pie de nuevo, y cuando ya solo era una sombra, la vi guardar la reliquia en mi vestido.  

No me di cuenta de que estaba llorando hasta que miré mi rostro bañado en lágrimas reflejado en el agua. No supe cómo había salido del lago, aunque en ese momento poco me importó. Mi cuerpo perdió fuerzas y caí contra la nieve con los brazos extendidos, el llanto cortaba mi garganta y mi cuerpo sufría espasmos. El cajón donde guardaba mis recuerdos y emociones se abrió, lanzándome de golpe todo su contenido.  

      «No tenías opción, ni nosotros tampoco».  




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