Presa: La Comunidad Roja

BESTÍAS Y CAZADORES

«¿Hermandad?»  La fría mirada mientras volvía a avanzar, y el filoso cuchillo en sus habilidosas manos, provocaron que, presa del pánico, apretara la reliquia contra mi pecho. Me dispuse a correr, pero de la nada unos fuertes dedos se cerraron en mi brazo con fuerza, no lo había visto venir, era demasiado rápido, grité de dolor.   

Mi Cazador me lanzó contra un árbol, el golpe me dejó sin aire y mi visión se oscureció momentáneamente. Aturdida de dolor me quedé tirada, resoplando y viendo cómo su silueta empezaba a acercarse y a definirse ante mí. El hombre se inclinó con el cuchillo reluciendo a la luz de la luna, jadeante no me quedó más que esperar una nueva dosis de sufrimiento.     

De pronto un rugido nos hizo levantar la cabeza, justo a tiempo para ver la figura del lobo abalanzarse contra mi asesino, quién sorprendido tardó en reaccionar y la bestia cayó sobre él, tirándolo al suelo y arrastrándolo lejos de mí. A pesar de contar con el elemento sorpresa, pronto mi Cazador pudo asentar una patada en el vientre del animal, un golpe que lo hizo aullar de dolor. Furiosa, la bestia clavó sus afilados dientes en el brazo del hombre, este lanzó un grito y con su brazo libre tomó una de las patas traseras del lobo, la retorció con sorprendente facilidad. A pesar de mi aturdimiento, pude oír claramente el sonido de la fractura, el blanco hueso asomó entre el pelaje y la sangre no tardó en brotar.

El lobo rugió más enfurecido que antes y yo me encogí de miedo. Con un certero golpe el hombre arrojó al animal lejos de él y rápidamente se puso en pie, pero al mismo tiempo el lobo volvió a lanzarse contra él con renovadas fuerzas. No parecía que una pata rota o un brazo sangrante, le importaran a ninguno de los dos. Al enfrentarse de nuevo, la fuerza del impacto los hizo volver a caer, sus cuerpos levantaron nieve y rodaron por una pendiente en una maraña de brazos, piernas, afilados dientes y patas.  

Tirada en el suelo escuché como el ruido de forcejeos, gruñidos y rugidos se volvían cada vez más distantes conforme el asesino y la bestia se alejaban de mí. Poco después dejé de oírlos. 

El silencio total reinó por un minuto, luego, aún aturdida y dolorida me puse en pie. La adrenalina todavía bombeaba en mis venas, me apresuré a recoger el cuchillo que mi Cazador había soltado, y también la reliquia que se hallaba semienterrada en la nieve, lugar donde había caído luego de que el Cazador me arrojará como si yo fuera un saco de papas.  

Antes de saber lo que hacía me llevé la cosa a la boca, y con la poca lucidez que aún me quedaba le hablé: 

      —Llévame a la cabaña —tartamudeé con voz temblorosa, mi único pensamiento era escapar de ahí cuanto antes.  

Apreté los ojos y llegó el ya familiar vértigo, la sensación de ser aplazada y sentir mi mente separarse de mi cuerpo, como si las moléculas se dividieran, dando la impresión de viajar a la velocidad de la luz. El sentir como si un agujero negro me vomitará indicó mi llegada, y un segundo después mi cuerpo impactó contra con las tablas del suelo. Rodé hasta quedar boca arriba, mi vista tardó otro segundo en despegarse y permitirme mirar las viejas vigas del techo. Mi lucidez no duró mucho, casi al momento los bordes de mi visión empezaron a oscurecerse, luché para no caer en el principio que me llamaba, pero era tan atrayente que al final me rendí, y mi último pensamiento fue para el lobo de ojos humanos.  

Me revolví en sueños y una punzada de dolor recorrió cada fibra de mi cuerpo, un gemido escapó de mis labios. Abrí ligeramente los ojos, restos de nieve contrastaron con las tablas del suelo, un poco de luz cálida me daba directo en la cara y tuve que parpadear un par de veces para acostumbrarme a la claridad.  

Sentía los brazos rígidos y doloridos, las piernas y el vacío del estómago dolía con el más leve movimiento. Con esfuerzo pude sentarme y la pequeña acción provocó que mis ojos se llenarán de lágrimas, apreté la mandíbula y examiné los daños; varios hematomas recientes cubrían mi piel, además un fino corte se extendía por gran parte de mi brazo derecho, la piel se había tornado roja desde el hombro hasta el interior del codo. Hice un gesto de dolor al mover el brazo y un hilillo de sangre corrió sobre la que ya estaba seca, alarmada miré las enormes manchas de sangre que cubrían mi vestido y parte del suelo, donde todavía me encontraba sentada. Rápidamente busqué más heridas, pero después de pasarme las manos por todo el cuerpo, solo vi daños superficiales y concluí que la sangre no me pertenecía a mí, sino a mi asesino o al lobo.  

      «El lobo» tan veloz como pude, me paré y corrí a la ventana. Miré afuera, preparada para ver cualquier cosa, cualquier cosa menos nada.  

El bosque lucía igual que siempre, nada era distinto, la única novedad era un fuerte viento que agitaba los árboles con violencia; el sonido que producía daba un mínimo cambio al lugar.  

Me mordí el labio y paseé la mirada por los árboles una vez más, por supuesto que no descubrí nada nuevo. Crucé los brazos sobre el pecho en actitud protectora, y me senté en las podridas tablas de la cama, descansé la barbilla en las rodillas y examiné los agujeros en la pared. Mi mente corría veloz por los acontecimientos de la noche anterior, salvando dos cosas y un dato de lo acontecido:  

La primera eran las palabras de mi Cazador: «Para cuándo la tenga, no será necesario salir de este bosque» ¿Qué querría decir con eso? La manera en cómo lo dijo me hizo pensar que algo sucedería con el bosque si yo le daba la reliquia, algo malo, muy malo. 

La segunda: El lobo atacando al Cazador justo antes que este me apuñalara, no lo entendía, de hecho, no tenía sentido, un animal no haría algo así ¿O sí? Aunque el lobo supiera lo que hacía, no tenía por qué arriesgarse por mí, y menos después de la manera como me había mirado antes de que fijará su lobuna atención en el Cazador. No era su deber salvarme ¿O solo había sido una coincidencia que se lanzará contra mi asesino en el preciso momento en que este me iba a apuñalar? No lo creía así. Aunque ya no tenía caso pensar en sus razones, no me cabía la menor duda que el animal ya estaba muerto, bastaba recordar la sangrienta pelea para saber que ese lobo ya no existía.  




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