Presa: La Comunidad Roja

PERFIL PROFESIONAL

Y mi suerte aumentó cuando me di cuenta que no solo traía una capa con él, sino dos, le quité una y me la puse; inmediatamente empecé a sentirme más calientita. Rápidamente trepé a un árbol y con satisfacción descubrí que estaba cerca de casa, el día pronto se acabaría y para ese momento ya deberíamos estar resguardados. En cuanto volví al suelo tomé las piernas del chico y comencé a arrastrarlo por la nieve, no podíamos perder más tiempo. Como él era mucho más alto que yo, y también más pesado, no tardé en comenzar a sudar a chorros. Y la nieve solo hacía más difícil mi tarea, el peso del zorro de mi primera cacería no era nada en comparación con el chico.

Pronto y por primera vez desde mi llegada a ese lugar, mi cuerpo estaba cubierto de gotas de sudor, y mi cara tan roja como un tomate. A regañadientes agradecía lo pequeño de mi vestido, de otra forma avanzar supondría un reto mayor, mejor dicho, imposible. Después de una hora arrastrando ese cuerpo tan pesado, paré a recuperar el aire y secar el sudor de mi cara. Miré al chico desde mi altura, nada, si no fuera por su pulso cualquiera pensaría que era un cadáver.  

Estaba tan exhausta que inconscientemente deslicé una mano a mi cuello y al collar en él… No, no lo haría. No quería otro cambio y, además tenía miedo, nunca me había «trasladado» con otra persona, ¿y sí salía mal? No quería saber lo que sucedería en ese caso, sacudí la cabeza, resignada a recorrer a pie la distancia restante. De mala gana solté el collar y me llevé la mano a la cara para quitar el sudor de mis ojos, pero no llegué a hacerlo, al contario, mi boca se secó al mirar mi mano manchada de sangre. Perpleja, esa es la palabra, estaba perpleja.

Con horror mis ojos se trasladaron a las piernas extendidas del chico, la pierna derecha tenía la pernera llena de sangre, empapada, mejor dicho. Entonces recordé su cojera y quise darme de topes ¿Cómo lo pude olvidar? Había estado tan extasiada por saber que no había muerto que me olvidé completamente de lo herido que estaba.  

      «Tal vez ya está muerto» dijo mi subconsciente. «Quizá murió desangrado».  

Entré en pánico, me dejé caer a su lado y frenética volví a revisar su pulso: Era constante, seguía vivo. Satisfecha y más que tranquila, me levanté, y después de tanto pensar y buscar una salida, decidí cambiar de técnica. Tomé ambas manos del muchacho y comencé a jalar de nuevo, era más complicado moverlo de esta manera, pero no había de otra. Mi cara se contrajo por el esfuerzo y mi respiración se aceleró todavía más, pero no paré. No paré hasta que oí nuevamente el sonido claro de pisadas, y posteriormente una voz. 

      —¡Hola, hola! ¡Oye, mocosa, ¿dónde diablos te metes?! —La voz era masculina, ronca y divertida, escalofriantemente divertida.  

Solté las manos del chico para tomar mi collar en un acto instintivo. Mi Cazador volvió a hablar y esta vez su voz se escuchó más cerca, parecía un milagro que todavía no nos descubriera. 

      —¡Hey, sé que estás cerca, así que no se te ocurra esconderte, por qué no funcionará! ¡No olvides que puedo percibir la reliquia, y también tu asqueroso efluvio! ¡Ja, todos los tuyos apestan, las malditas Guardianas…! 

Dejé de escucharlo para prestar toda mi atención al problema: ¿qué sucedería sí daba con los dos? Sí el Cazador nos encontraba, el chico y yo terminaríamos siendo cadáveres, y la reliquia acabaría en las manos de ese monstruo. No, no podía permitir que algo así pasara, no podía morir allí sin volver a ver a Alan.  

      —Espera aquí, ya vuelvo —le susurré al chico inconsciente. Una tontería, él no me escuchaba, pero hablarle me dio algo de valor y un pensamiento reconfortante: el de no estar sola. 

Le di un último vistazo y me alejé, sí pretendía seguir viva y mantener la suya también, debía alejar al Cazador del lugar, de lo contrario nos mataría tarde o temprano. Aunque por el momento nos pudiéramos salvar gracias a un milagro, él pronto daría con la cabaña y nos masacraría a los dos; yo no podía permitir que eso pasara. 

      —¡Oye, niña! ¿Tanto me temes? —Seguí su voz burlona caminando tan silenciosamente como podía, de ser posible, el elemento sorpresa estaría de mi lado cuando nos encontráramos— ¡¿Por qué no te acercas y jugamos un poco?! ¡Estar aquí es aburrido, ¿no te parece?! 

El sonido de su voz hacía eco en los árboles y rompía la silenciosa paz a la que ya estaba acostumbrada, de verdad escucharlo era molesto. Caminé alrededor de diez minutos a través del bosque, y para mi suerte, cada vez más lejos y en dirección contraria a mi cabaña.  

      «Un poco de suerte» solo necesitaba un poco más de suerte. 

      —¡Vamos, vamos, ven aquí! —Gritó y yo me detuve. 

Ahí estaba, parado de espaldas a mí y con las manos a cada lado de la boca para amplificar el sonido de su voz. 

      —¡Anda, niña, no tengo todo el día! 

No podría ganarle, eso lo tenía muy claro, lo único que podía hacer era alejarlo de mi territorio tanto como fuera posible. Sí me acercaba en silencio y lo tomaba por sorpresa… Di un paso y oí claramente el sonido de una ramita romperse bajo mi bota, maldije por lo bajo. 

      —Vaya, así que sí has venido —dijo sin darse la vuelta.  

Apreté los dientes, mi plan había fallado. 

      —Claro, de hecho, quería ver si seguías vivo —contesté fingiendo valor. 

Se rio un poco, pero no se volvió. Su ropa seguía siendo la misma, tal vez un poco más sucia y desgastada, la estaba pasando tan mal como yo. 

      —Una bestia como esa jamás podría matarme —se jactó y odié admitir que tenía razón, el solo hecho de pensar que fuera posible era un disparate. Empezaba a creer que mi Cazador era inmortal—. Ese lobo no era más que eso, solo un fastidio. 

Antes de que pudiera hacerme a un lado, mi Cazador hizo un rápido movimiento y al segundo siguiente algo pasó rozando mi brazo. Retrocedí llevándome una mano a la herida, rápidamente la sangre comenzó a deslizarse por mi piel. Hice una mueca de dolor, mirándolo con sorpresa y rabia. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.