Presa: La Comunidad Roja

DOLOR COMPARTIDO

No tenía caso fingir o tratar de engañarlo, no con algo como eso. Asentí sin mirarle.  

      —¿Cómo fue que te atacó?  

No contestó inmediatamente, y me giré para verlo. Cam parecía tratar de pensar o recordar algo con desesperación.  

      —No lo sé —dijo al final, mirándome a los ojos—, no recuerdo bien como fue, pero estoy seguro de que trató de matarme. 

No dije nada, su confesión no me servía de nada.  Comencé a moverme de aquí para allá más aprisa que antes y el doble de nerviosa, preguntándome por qué razón mi Cazador atacaría a Cam. De reojo vi al chico inclinarse hacia mí con algo más que interés y curiosidad.  

      —Pero supongo que no era yo a quien buscaba —Me detuve en seco, su tono era indiferente y despreocupado.   

Me mordí el labio inferior de espaldas a él. El terror corría en mi sangre y no sabía que tanto contarle a Cam, no confiaba en él, pero las salidas estaban bloqueadas para mí. Necesitaba un aliado, alguien que me ayudará a entender y encontrar una solución al mayor de mis problemas: la manera de salir de aquel purgatorio. Pero no quería tenerlo cerca, no me inspiraba confianza, por lo que busqué desesperadamente otra puerta, no quería que mi vida se uniera más con la de ese chico.  

      «Hay un asentamiento» las palabras de Cam volvieron en una revelación. Él podría llevarme allí, necesitaba ir a ese lugar, sería más seguro para mí, y algo me decía que en La Comunidad Roja encontraría las respuestas a mis incógnitas más importantes, y tal vez, también una manera de volver a casa.  

Pero antes tenía otra cosa más que saber.  

      —¿Por qué estás aquí?  

Cam contestó en un tono lleno de confusión.  

      —Tú me trajiste.  

Negué y me giré, a mirarlo, quería ver y escuchar su respuesta. Una parte de mí se rehusaba a forzarlo a contarme esa parte de su vida, pero la otra sabía que era necesario saber.  

      —Me refería a el porqué estás en Sacra.  

El poco color de sus mejillas desapareció y rápidamente adoptó una postura defensiva. Supe que no sería fácil hacerlo hablar.  

      —Eso a ti no te interesa —escupió.  

La parte fría de mí quería decirle toda clase de ofensas y hacerlo hablar por otro método, pero no podía ir contra un chico herido. Inhalé profundamente y adopté la yo de antes, la que trataría de hacer las cosas de la mejor manera posible.  

      —Necesito saberlo —murmuré cansada.  

Su mirada gélida se volvió más suave, pero el muro defensivo no cayó.  

      —¡No entiendo nada de lo que pasa aquí! —Exclamé, quebrándome frente a sus ojos—. Un día solo era alguien con una vida común, y al siguiente, nada, ya no tenía nada, ¡absolutamente nada!  

Me llevé ambas manos a la cabeza en un gesto lleno de desesperación, quería llorar y gritar hasta quedar afónica. Tenía que sacar todo eso que me asfixiaba, las palabras que no me permitían respirar, no podía aguantar más tiempo tragándome todo lo que me dolía. Me estaba matando.  

      —No quería esto, nadie quiere algo así —reí con ironía, me senté frente a él y abracé mis piernas.  

Miré a Cam y vi un dolor casi igual al mío en sus ojos, parecía que sufrir por alguien no solo me devoraba a mí. 

      —Yo menos que nadie quería, o imaginaba algo parecido a esto —con la mano hice un gesto que abarcó toda la cabaña—. Aunque no tuvo que sorprenderme —continué con voz queda, hablando más para mí misma que para él—, ni siquiera tenía idea de haber hecho algo contra ellos, y no lo hice, solo me tocó estar del lado malo. Parece que estoy jugando un juego que no sabía que existía, donde no sabía estar participando ¿Sabes? ni siquiera pude jugar mis cartas, ellos eligieron por mí y por eso tengo que cargar con el peso de decisiones que no tomé —agaché la cabeza y me callé de golpe, sintiéndome avergonzada de pronto. Que me lamentará no cambiaría nada. 

Tomé unas cuantas respiraciones para calmarme.   

      —Estoy aquí por la misma razón que todos, y por las mismas que tú —la voz de Cam me sacó de mi trance. No sonaba conciliador, pero tampoco cruel, solo comprensivo; la manera de hablar de alguien que comparte una desgracia similar a la tuya.  

Alcé la vista y lo miré sin estar segura de entender bien lo que decía.  

      —Mis padres tomaron decisiones equivocadas —vaciló, sus cejas doradas se unieron en consideración—, o quizá las decisiones correctas. El caso es que no terminó bien. Me vi arrastrado por sus actos cuando apenas era un niño, demasiado pequeño para entender la magnitud de lo sucedido.  

Me fue fácil entender la parte donde hablaba del error de sus padres y la manera en la que se había visto afectado, pero me fue difícil imaginar cómo un pequeño tuvo que adaptar su vida a un mundo donde todo trataba de matarte, sin duda tuvo una infancia cruda. Mis ojos ardieron y parpadeé para contener las lágrimas.  

      —Lo lamento —le dije, no se me ocurría qué más decir, y sabía que no era suficiente. Esas palabras estaban tan gastadas y la gente las decía solo por decir algo que ya no tenía sentido, eran vanas y carecían de total valor. Pero como el resto de las personas, las palabras correctas no existen para demostrar nuestra pena.  

      —No pasa nada, no recuerdo nada que no sea Sacra. Para mí, toda la vida ha transcurrido aquí, no extraño nada de fuera —rio, fue un sonido triste—. Es normal, no puedo extrañar lo que no recuerdo.  

Permanecimos quietos, ambos sumidos en nuestros propios mundos, ninguno habló por un buen rato. El sonido chispeante de las brasas y el aullido del viento fueron los únicos sonidos aparte de nuestras respiraciones.




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