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Al momento de ir a acostarse, Jonathan paso por la habitación de Franco y lo observó mientras el pequeño dormía profundamente. Sintió la necesidad de asegurarse de que estuviera bien, ver aquel hombre entre las sombras avivó el recuerdo de aquella visión horrible en la que su hermano sufría hasta la muerte. Recuerdo que no lo dejaba tranquilo. Se acercó y luego de cerciorarse de que estuviera respirando se dirigió a su habitación, se acomodó en su cama y sintiéndose demasiado exhausto se durmió en tan solo unos instantes.
La noche estaba tranquila. El viento soplaba con calma meciendo suavemente las copas de los árboles. El sonido ininterrumpido de los grillos sonaba casi como una melodía que cantaban a la luna que se elevaba en lo alto de los maizales.
El reloj indicaba que ya eran las cuatro de la mañana, en tan solo una hora más el sol saldría. El silencio reinaba en la oscuridad de la habitación. Jonathan se despierta de improviso. Haciendo fuerza con la vista, entrecierra los ojos tratando de penetrar en la oscuridad para ver el reloj. Se molesta al ver que tan solo había estado dormido por quince minutos. Intenta sin éxito volver a dormirse. Cierra sus ojos con fuerza e intenta no pensar en nada, pero le resulta imposible, ya no podría volver a dormirse.
Permanece acostado en silencio con la mente perdida en pensamientos hasta que el sonido del chirriar de la puerta de la habitación abriéndose lo alarmó. Intentó ver de qué se trataba, pero todo se encontraba demasiado oscuro.
–Mamá eres tú? –Llamó todavía acostado en su cama. –Quizá fue el viento. – Se tranquilizó a sí mismo.
Todavía asustado se levantó, se asomó cuidadosamente y miro hacia el oscuro pasillo. La nada misma. Solo el silencio y el desorden de unas cuantas cajas acumuladas. Respirando con lentitud intentó calmarse. Con suma delicadeza volvió a cerrar la puerta procurando no hacer mucho ruido y despertar a su familia.
En silencio se deslizó nuevamente bajo las sábanas y cerró nuevamente sus ojos intentando dormir, pero el escalofriante chirriar de la puerta abriéndose nuevamente lo sobresaltó. Completamente aterrado volvió a levantarse. –Debe ser el viento. –se repetía una y otra vez en su mente a pesar de saber que la ventana estaba cerrada. No podía haber sido el viento, pero de todas maneras intentaba convencerse de ello.
Fue hacia la puerta. Estaba vez lo hizo lo más rápido que pudo, evitando en todo momento mirar hacia afuera de la habitación. La cerró y puso una silla enfrente para trabarla. Se maldecía a sí mismo por haber roto el picaporte en esa tarde jugando con Franco hace ya ocho años y por no haberla reparado. Volvió rápidamente a su cama y permaneció en silencio observando hacia la puerta pensando que en cualquier momento algo horrible entraría.
Mientras permanecía allí en silencio, sintió que la habitación se volvía cada vez más fría. Su aliento comenzó a verse como un gris vapor que emanaba de su boca, como si estuviera dentro de un refrigerador. Jonathan se dio cuenta que se encontraba temblando descontroladamente. Quizá era por el frío que sentía o quizá por el pánico atroz que lo invadió.
Por un momento apartó la vista de la puerta y al volver a mirarla esta se encontraba completamente abierta. Sobresaltado se levantó de la cama e intento llamar a su hermano que dormía en la habitación contigua. –Franco despierta!!–Gritaba sin obtener respuesta.
Entonces sintió otra vez el mismo temor que había sentido tantas veces en su vida. Su cuerpo se erizó por completo al sentir una fría corriente de aire que soplaba en su cuello. Lentamente se dio vuelta imaginándose la horrible cosa que estaba tras de sí. Al voltear por completo vio otra vez aquellos penetrantes ojos vacíos, pero esta vez tenían un espeluznante color rojo. Parecían arder como se tratará de un incendio fuera de control. Quedó paralizado de inmediato. Aquel enorme y espantoso ser, se encontraba parado junto a él dentro de su habitación. –Que quieres de mí? –Preguntó casi sin poder hablar.
La criatura no emitió sonido alguno, permaneció en el más desesperante silencio, y levantando su largo brazo señaló hacia la ventana de la habitación con sus dedos delgados semejantes a huesos. Jonathan volteó en dirección de la ventana, esta de una fuerte ráfaga de viento se abrió de par en par.
Al principio no pudo ver nada, solo los cultivos movidos por la briza, el polvoriento camino de tierra y las luces de las casas del pueblo que brillaban en la oscuridad de la noche. Pero de pronto la briza trajo un sonido lejano, al principio tenue, pero haciéndose cada vez más y más fuerte. Eran desgarradores gritos, cientos de personas gritaban y pedían por ayuda, los gritos se hicieron tan intensos que debió cubrirse los oídos con las manos. –Que está sucediendo? –Preguntó a la criatura. –¿Qué quieres de mí? Dímelo. –volvió a decir aterrado.
Las luces del pueblo se apagaron por completo, todo quedó en completa oscuridad, hasta que otra luz comenzó a verse a lo lejos. Esta vez no eran los focos de las casas, la luz que se veía era un intenso resplandor naranja. Eran enormes llamas que se elevaban a lo alto junto con grandes columnas de humo negro. El pueblo entero estaba ardiendo.
Con su corazón latiendo cada vez más rápido Jonathan se acercó al ventanal para ver que sucedía. Se fregó con fuerza sus ojos intentando convencerse de que todo era solo un sueño. Entonces escuchó un sonido aún más espeluznante que los terribles gritos de angustia. Un terrible aullido resonó desde los cultivos que crujían ante el pasó de algo enorme. Una enorme criatura emergía de entre las plantas de maíz. Al principio no lo pudo observar claramente hasta que la bestia se acercó, parecía ser un enorme lobo, pero mucho más grande y corpulento. De su enorme hocico chorreante de una blanca y espesa baba, asomaban enormes colmillos amarillentos. Sus enormes ojos color amarillo intenso resplandecían con el reflejo de las llamas. La bestia permaneció allí observando las llamas que ardían a lo lejos cuando de manera sorprendente se paró sobre sus patas traseras. Allí erguida la bestia mostraba su enorme tamaño. Debía medir más de 2 metros de altura.