Primeras Veces

Capítulo 17

Desperté en la cama de María y me quedé acostada allí con mis ojos fijos en el techo. No quería ver ni hablar con nadie y sabía que en el momento en que pusiera mis pies fuera de la habitación iba a tener que hacer las dos cosas.  

Las palabras de Anthony se repitieron en mi cabeza, “no tengo ningún interés es Cristina” y me enojé conmigo misma por sentirme mal por ellas.  

Yo ya sabía que éramos amigos y que esto era una aventura, una peligrosa, pero que al final no nos llevaría a ningún lado, así que no tenía sentido que me sintiera mal por lo que Anthony dijera o hiciera, no tenía sentido que me echara a llorar por algo que no tenía tanta importancia y tampoco tenía sentido que no quisiera verlo con alguien más.   

Él simplemente se acercó por mi padre, para tenerme vigilada, tenía que entender eso de una vez y olvidar el dolor que sentía.  

Unos minutos más tarde alguien abrió la puerta.  

Seguí mirando el techo sin preocuparme de quien fuera.  

-Tus padres te están buscando -sentí los pasos de mi tía acercándose a la cama. Cuando estuvo a mi lado, la miré y como era su costumbre se dio cuenta de que algo pasaba. 

-Cariño ¿Qué tienes?.

Me puse de pie para abrazarla.  

El mar que había en mis ojos empezó a desbordarse nuevamente, me aferré con fuerza al cuerpo de la mujer que me había cuidado por nueve años y que, a veces, deseaba que fuera mi madre, y dejé que las lágrimas salieran.  

-¿Mejor? -preguntó cuando por fin dejé de llorar y nos separamos. 

Asentí con la cabeza y me senté en la cama.  

-¿Quieres contarme qué pasó?

Negué.  

Lo último que quería era hablar, si lo hacía tenía la certeza de que volvería a llorar y tampoco quería hacerlo. Además, seguía sin entender por qué me ponía tan mal lo que pasara con Anthony o con mi padre, pero estaba segura de algo, iba a dejarlo de lado, no iba a volver a llorar, no otra vez. No estaba dispuesta a hacerlo por nadie más.  

-Voy a darme un baño.  

… 

Pasaron dos días.  

Todos me tenían cansada de tanto preguntarme que si estaba bien, ¿Qué ahora una no puede quedarse en su habitación escuchando música todo el día porque algo pasa? Mi tía era la única que había preferido dejarme tranquila. Ella tenía esa filosofía de “Si no quieres contarme te lo respeto, aunque estaré aquí por cualquier cosa”, por lo que no preguntó nada.  

Le comuniqué a mi progenitor que Anthony no tenía porqué volver esta semana ya que no saldría, pero al parecer pensó que no hablaba muy enserio porque lo había mantenido haciendo pequeños trabajos en casa, como picar la leña y otras cosas sin mucha ciencia.  

Estaba claro que no hablaba en serio, pero aunque saliera no quería verlo. No soy una niña, puedo ir por ahí sola y si algo me pasa me haré responsable. No necesito a alguien que le informe a mi padre de todo lo que hago.  

… 

El jueves por fin me animé un poco pues no iba a pasarme la vida encerrada para no ver a Anthony, así que salí y chateé un rato con mis amigos.  

Evité contarles lo que había pasado porque no estaba dispuesta a que se enteraran de que unas simples palabras me habían afectado tanto, así que les dije que todo andaba de maravilla y los animé a hablar a ellos.  

Eso me distrajo por unas horas, pero como solía pasarme, terminé aburrida de estar en el mismo sitio tanto tiempo y se me cruzó por la mente irme al lugar que había estado evitando desde la semana pasada, “La lomita”.  

Me escabullí por los árboles de manera que nadie me viera y cuando estuve lo suficientemente lejos, volví al camino. 

Eran como las tres de la tarde, el sol me quemaba la frente y las elevaciones del camino lo ponían todo difícil. Ya había hecho ese recorrido unas cuantas veces y, sin embargo, esta fue la única en la que sentí que había tomado el camino más largo del mundo. 

Cuando llegué al lugar, me senté bajo la sombra de los árboles de mango agotada. 

Había durado como mínimo cuarenta minutos caminando, lo que es poco comparado con lo que suelo caminar cuando estoy explorando, pero aún así me sentía tan agotada como si llevara una vida sin caminar. Más que físico el cansancio era mental.  

Me acosté en la yerba y cerré los ojos, ese era justo el lugar donde quería estar siempre. Allí me inundaba una paz, el aire acariciaba mi piel con delicadeza y lo mejor, es que no había nadie más.  

Luego de un largo rato abrí los ojos y al ver un cuerpo a mi lado me sobresalté y me puse de pie a toda velocidad.

-Perdón, no quise asustarte -dijo Anthony apenado.  

Lo miré y volví a mi sitio anterior.

 



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En el texto hay: miedo, huir, amor amigos pasado

Editado: 24.01.2024

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