Cierro el carro con un ligero golpe de la puerta y me dirijo hacia el garaje para estacionarlo, antes de sacar la moto y salir en busca de lo que me espera. El sonido del motor se apaga lentamente, pero dentro de mí sigue retumbando la vibración de la adrenalina que ya siento en el cuerpo. Al entrar a mi casa, el silencio me recibe como siempre. Vivo sola, y aunque a veces el vacío parece abrazarme con fuerza, me he acostumbrado. La soledad me permite estar conmigo misma, sin preguntas ni expectativas. El lugar está en orden, cada cosa en su lugar, tal como me gusta. Camino directo a mi cuarto, sin detenerme, mientras mis pensamientos empiezan a correr tan rápido como mi corazón.
Al llegar a mi cuarto, lo primero que hago es sacar la flor del bolso. La observo un instante; la delicadeza de la flor intacta contrasta con la crudeza del mundo exterior, el mismo que me está esperando. No la guardo por sentimentalismo, más bien por costumbre. La pongo sobre la mesa de noche, sin darle más importancia. El bolso, por otro lado, cae al sofá individual. No me importa que no quede en su lugar, no tengo nada en él que pueda romperse, solo lo necesario para esta noche: las llaves, el dinero, y mi teléfono. Los pensamientos siguen fluyendo en mi mente, pero trato de despejarme por un momento. Necesito estar lista, tengo que estar en mi mejor forma.
Me dirijo al closet, abriéndolo con una rapidez casi mecánica. Miro mi ropa mientras pienso en las carreras que me esperan. La adrenalina ya me comienza a consumir, y sé que en cuanto me vista, el caos exterior será el único lugar donde estaré. Mi mente empieza a buscar algo cómodo, algo que me permita correr sin problema. Mis dedos recorren las telas, cada una con su propia historia. Finalmente, me decido por un jeans negro de cuero. Me gusta cómo me queda, el ajuste perfecto, pero lo suficientemente flojo para poder moverme con libertad. Lo acompaño con una camisa del mismo color, y, por supuesto, una chaqueta de cuero. El conjunto refleja exactamente lo que soy: fuerte, decidida, lista para cualquier cosa.
El pantalón de cuero es completamente ajustado, pero tiene esa flojedad que me permite moverme con total libertad, lo cual es esencial para lo que viene. Me los pongo sin pensarlo demasiado, y luego me calzo unos botines negros de tacón alto, de 10 cm, lo suficiente para darme presencia, pero cómodos para correr sin perder el equilibrio.
Miro mi reflejo en el espejo, y no puedo evitar sonreír por un segundo. No me amarré el cabello, lo dejé suelto, y como siempre, se formaron pequeños rizos rubios naturales que caen a los lados de mi rostro. Me siento cómoda, confiada, lista para lo que venga. Puedo verme, no solo en el espejo, sino también en el futuro, el que está a punto de llegar en forma de carreras, luces y velocidad. Un toque de labial rojo, un poco de rímel, y luego una delgada línea de delineador negro en mis ojos. Los ojos verdes resaltan con el contraste del maquillaje, pero en el fondo, son solo una parte de la historia que estoy a punto de escribir con mi moto esta noche.
Una vez vestida, tomo mi teléfono, que sigue vibrando en mi mano. Un mensaje de Xavier aparece en la pantalla. Lo reviso y me aseguro de que tengo suficiente dinero para al menos inscribir cuatro carreras. No puedo quedarme sin participar, no ahora, no cuando la adrenalina y la emoción se están apoderando de mí. Necesito estar en ellas hasta el amanecer. Aseguro las llaves de mi casa y las de las motos que poseo en distintos lugares. Tengo varias, y aunque esa noche usaré una de las que tengo en mi propiedad, siempre es bueno estar preparada.
Salgo de la casa con el casco negro en una mano y el teléfono en la otra. Mientras camino hacia el garaje, el peso del bolso en mi hombro me recuerda que tengo que estar alerta, que cada paso cuenta. Cojo el pequeño bolso que estaba tirado en el sofá de la sala, guardo las llaves de la casa, el dinero y el teléfono. Es todo lo que necesito para ahora.
Abro el garaje y, una vez dentro, meto el auto. Lo acomodo con cuidado, dejando espacio suficiente para la moto. Salgo del vehículo y me acerco a la moto que usaré esa noche. Es una belleza: una Moto1ProVOGE 300R, 300RR y 500R, de un rojo vibrante con detalles en negro. La miro un momento, sintiendo cómo una oleada de emoción recorre mi cuerpo. Esa moto es más que una máquina, es una extensión de mí misma, y siempre me hace sentir invencible.
Me pongo el casco, me subo a la moto y ajusto el bolso a un lado de la cintura para que no me estorbe. El sonido del motor al encenderse es como una invitación a la velocidad. Salgo del garaje con la moto rugiendo bajo mí, y con el control en la mano cierro la puerta detrás de mí. La pereza de bajarme de la moto me detiene un instante, pero no me dejo vencer. Guardo el control en el bolso y saco el teléfono. Con una mano en el manillar y la otra sosteniendo el teléfono, le pregunto a Xavier, el encargado de las carreras, dónde serán esta vez.
Tú
Xavier, ¿dónde serán las carreras hoy?
(5:25 pm)
Xavier
¿Correrás?
(5:28 pm)
Tú
Solo dime, por favor.
(5:28 pm)
Xavier
Bien, pero si te pasa algo no me hago responsable...
(5:30 pm)
Tú
Solo dime de una puta vez, hombre...
(5:32 pm)
Xavier
En la avenida de **. Está más despejada y la última vez que usamos ese lugar fue hace tres meses, así que es poco probable que lleguen policías.
(5:34 pm)
Tú
Bien, gracias... Te veo allá.
(5:35 pm)
Guardo el teléfono en el bolso y pongo rumbo al lugar indicado. La carretera es larga, pero la emoción no me deja pensar en nada más. Llego después de media hora, el lugar está repleto de gente que ha venido para apostar. Es más de lo que esperaba, y hay muchos más corredores de los que vi la última vez. La atmósfera es eléctrica, llena de tensión, como si el aire estuviera cargado de expectativas. Me siento invadida por la adrenalina, por esa sensación de estar a punto de ser parte de algo mucho más grande que yo misma. Este es el momento.
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Editado: 13.04.2025