"Lo fácil aburre, lo difícil atrae, lo complicado seduce y lo imposible enamora"
Sonrío.
Tal vez es un gesto insignificante para cualquiera, pero para mí significa algo enorme. Ahora sí soy su amigo. O, al menos, ella me ve de una forma diferente.
Me siento emocionado, casi nervioso. No pensé que este día llegaría tan pronto. No pensé que me permitiría estar cerca.
Aún sigo procesando lo que pasó anoche. Todavía tengo grabado en la cabeza el rugido de las motos, la adrenalina, el olor a gasolina quemada y el eco de las voces apostando por un ganador. Nunca imaginé que la vería en una carrera de motos, y mucho menos que ella sería "La Reina".
Pero cuando la vi, lo entendí.
Ese título le queda perfecto. No es solo un apodo, es una corona invisible que ella lleva con orgullo. Conduce con una confianza brutal, con una seguridad que intimida y deslumbra al mismo tiempo.
Durante la carrera, supe que ganaría. Desde el momento en que apretó el acelerador y dejó atrás a mí hermano como si fuera un principiante, lo supe. Era cuestión de segundos.
Esa imagen sigue en mi cabeza. Ella inclinándose con la moto en cada curva con una precisión imposible, su cabello ondeando con el viento, sus movimientos sincronizados con el rugido del motor. Se veía... increíble.
Pero lo que más me impactó fue su sonrisa cuando cruzó la línea de meta.
No la sonrisa burlona que a veces me lanza, ni la sonrisa neutral que usa cuando no quiere demostrar emociones. No. Era una sonrisa real, una que irradiaba una felicidad pura y sincera. Una que me dejó sin aire.
Y ahora estamos aquí, entrando al salón como si nada de eso hubiera pasado. Como si anoche no la hubiera visto brillar bajo las luces de neón, como si no la hubiera visto reír con la satisfacción de alguien que sabe que es imbatible.
Me siento a su lado. No me ha invitado, pero tampoco me ha dicho que me vaya. Y eso ya es suficiente para mí.
Sus amigos han dejado de hablarle desde el incidente de la flor. Su problema, su pérdida.
Yo, en cambio, estoy exactamente donde quiero estar.
Mientras ella saca sus cosas, yo no puedo evitar observarla de reojo. Sus movimientos son tranquilos, relajados, pero hay algo en su expresión que me intriga.
Y entonces, sin darme cuenta, empiezo a pensar en su sonrisa.
No puedo evitarlo. Me gustó demasiado verla así.
-¿En qué piensas, puberto? -su voz me saca de mis pensamientos.
Parpadeo y la miro. No parece molesta. Su tono es más curioso que otra cosa.
Ella me ha llamado "puberto" desde que nos conocimos. Nunca me ha molestado. En realidad, me gusta. Se siente como un apodo especial, algo que solo ella puede decirme.
-¿Desde cuándo corres? -pregunto, aún con la imagen de la carrera en la mente.
Ella se encoge de hombros, como si la respuesta no tuviera importancia.
-Desde que sé manejar.
Frunzo el ceño, esperando algo más.
-¿Y eso hace cuánto fue?
Ella piensa por un momento, y luego responde con naturalidad.
-Mmm... ¿Muchos años?
Asiento, sorprendido. Eso significa que lleva años haciéndolo. No es solo un pasatiempo para ella, es parte de su vida.
Y de repente, quiero saber más.
Quiero saber cómo aprendió, quién le enseñó, qué sintió la primera vez que manejó una moto. Quiero entender qué es lo que la hace amar tanto la velocidad.
Pero antes de que pueda preguntar, el maestro entra al salón.
Suspiro internamente. Tendré que esperar.
Pero algo dentro de mí me dice que no falta mucho para que ella me cuente más cosas.
Porque algo está cambiando entre nosotros.
Se está abriendo conmigo, aunque sea poco a poco. Cada vez que dice un "vamos", cada vez que pregunta "¿te quedas?", cada vez que suelta una pequeña risa... sé que es un avance.
Y eso me gusta.
#315 en Fantasía
#1693 en Novela romántica
amor demonios violencia suicidio muerte, reencarnacion tragedia dolor amor, infierno demonios princesa
Editado: 16.05.2025