Princesa De La Muerte

14 - Adeus

Estaba en mi cuarto, frente al espejo, vistiéndome para acompañar a Valery a la carrera. La habitación estaba desordenada, como siempre. En una esquina, sobre la silla que usaba para dejar la ropa cuando no me daba tiempo de guardarla, había una chaqueta de cuero negra arrugada, junto a unos pantalones de mezclilla y unos botines. Mi cama, grande y con sábanas negras, estaba apenas hecha, con el edredón arrugado y la almohada fuera de lugar. Los papeles con garabatos de mis ideas para la tarea estaban esparcidos sobre la mesa del escritorio, junto a la laptop que casi nunca apago.

La luz tenue de la lámpara del techo caía suavemente sobre la habitación, iluminando las paredes llenas de posters de motos y mapas de circuitos, todo combinado con el estilo rudo que tanto me gustaba. No había mucho más, pero era suficiente para que me sintiera cómodo aquí. Mi cuarto siempre había sido mi refugio, el lugar donde desconectaba del caos del mundo exterior.

-¡Adeus, te buscan! -escucho la voz de mi hermano desde el pasillo. Su tono siempre es igual de directo y algo burlón. No tiene filtros, y aunque a veces me molesta, ya estoy acostumbrado.

Salgo del cuarto, y la casa parece mucho más vacía cuando la silencio. Mis pasos resuenan en el pasillo largo, cuyas paredes, también decoradas con más mapas y fotos de competiciones, parecen susurrar historias de carreras pasadas. Bajo las escaleras con paso lento, pensando en el futuro de este día. Valery y yo siempre nos encontramos para correr, pero hoy hay algo diferente en la forma en que me siento. Hay algo en el aire que no logro identificar.

-¡Voy! -respondo, llegando finalmente al final de las escaleras, donde ella me espera en la entrada. Su sonrisa es amplia, como siempre, pero es su mirada lo que me atrapa. Hay algo en su forma de mirarme que me hace cuestionarme muchas cosas. En su rostro noto que no solo está observando, sino analizando cada uno de mis movimientos, y no puedo evitar morderme el labio inferior, sintiendo la tensión aumentar entre nosotros.

-Cuidado, que te come -bromea mi hermano desde el fondo de la sala, con un tono burlón. Es su manera de decir que se da cuenta de lo que está pasando, aunque no entienda bien lo que eso significa.

-Lo que digas, rusillo -responde Valery, lanzando una mirada cómplice hacia mi hermano. Luego se dirige a mí con una actitud decidida-. ¿Nos vamos?

-No corras, Adeus -me advierte mi hermano, con ese tono que me hace dudar de todo lo que he planeado. No entiendo por qué insiste, como si todo dependiera de una simple carrera. Pero el miedo en su voz es claro. Se preocupa, aunque nunca lo diga explícitamente.

-No lo haré -respondo, mirando a Valery.

Escucho un bufido de parte de Valery, y eso hace que mi mente divague un poco. ¿Por qué tiene que ser tan directa, tan difícil de descifrar? Siempre tiene una forma de hacer que las cosas parezcan más complicadas de lo que realmente son. No sé si es su actitud o si soy yo, pero algo no está bien.

-No creo que regrese temprano, no me esperes despierto -le digo a mi hermano mientras me aseguro de que mi casco esté bien puesto. No puedo evitar sentir un nudo en el estómago, me gustaría volver a correr. Pero me da algo de miedo hacerlo ahora.

Salimos de la casa, y la fresca brisa de la noche me da un respiro. Al acercarme al garaje, veo la moto de Valery, con esos tonos rosados que se destacan bajo la luz de la luna. No es la moto que esperas ver en una chica como ella, pero, de alguna manera, encaja perfectamente con su estilo audaz. No puedo evitar mirarla con algo de curiosidad.

-¿Es tu moto? -le pregunto, y el tono de mi voz refleja una mezcla de admiración y diversión.

-Sí -responde, sonriendo de manera algo arrogante-. Saca la tuya, o te vas en esta.

-Espera -le contesto, y me dirijo al garaje para sacar mi moto. La casa, aunque grande, siempre tiene un aire de vacío que me incomoda. Cada rincón tiene historias, pero no son mías. No sé si quiero que Valery forme parte de ellas.

Me subo a mi moto, la que me trae recuerdos de las viejas carreras, y salgo del garaje con cautela. La moto ruge bajo mis piernas, y aunque mi hermano me ha pedido que no corra más, siento la tentación de ignorar el miedo. Valery me espera al frente, lista para seguir, y me acerco lentamente a ella.

-Vamos -me dice, mientras se coloca el casco con una mirada decidida. Yo imito su gesto, poniéndome el mío mientras ajusto los guantes.

El sonido de nuestras motos se mezcla con el ruido del viento. Todo lo demás parece desvanecerse. Ya no pienso en las advertencias de mi hermano ni en el accidente que casi me cuesta la vida. Solo me concentro en el momento, en el ahora, en lo que vendrá después. Valery tiene esa influencia sobre mí, y no puedo evitarlo. Además, me encanta.

Llegamos al lugar de la carrera, y la vista me deja sin aliento. El ambiente está cargado de adrenalina, y la multitud se agolpa alrededor, lista para ver qué sucederá. Valery se va a inscribir, mientras yo me quedo allí, apoyado en mi moto, con una cerveza en la mano, al final no correré. La noche está fresca, pero el calor de la competencia me envuelve.

Valery regresa, sonriendo, y me siento aliviado al verla tan segura. En sus ojos hay algo que no sé describir, pero que me intriga. Es como si supiera que el mundo está a sus pies, y no tengo duda de que eso es lo que quiere.

-Ya estoy inscrita -dice, con una sonrisa confiada que me hace reír. Su sonrisa es más peligrosa de lo que parece, pero me gusta. Hay una malicia en esa sonrisa que no puedo dejar de notar.

-Destrúyelos -le digo, bromeando. Ella responde con una risa amplia, y algo en mí se estremece. No puedo evitar sonreír también. Algo en su energía me atrapa.

-Con gusto -responde ella, segura de sí misma. Luego me mira y añade-: Vamos por una cerveza mientras empieza la carrera.

-Vamos -le contesto dejando de lado la cerveza vacía de mi mano, apartándome de mi moto y caminando hacia el quiosco donde venden las bebidas. La luz del quiosco parpadea ligeramente, pero no me importa. Mi mente está centrada en lo que vendrá.




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