Ya estamos en la última clase, solo faltan unos diez minutos para que termine.
-Bien, eso es todo por hoy -dice el maestro, saliendo del salón.
-Al fin -murmuro, levantándome de la silla. Adeus ríe, y yo no puedo evitar rodar los ojos. A veces no entiendo qué es lo que me hace sentir tan extraña cuando está cerca de mí. Es como si hubiera algo más que la simple amistad o la rivalidad, pero no quiero pensar demasiado en ello.
-Vámonos -le digo mientras salgo del salón, y él sale detrás de mí. Lo siento en mis pasos, su presencia está tan cerca que mi respiración se acelera sin quererlo. Lo ignoro y trato de concentrarme en lo que tengo que hacer.
Llegamos al estacionamiento y subo a mi moto, tomando un momento para ponerme el casco. No puedo evitar notar cómo sus ojos siguen mis movimientos, como si cada gesto mío lo observara con una intensidad que me hace sentir vulnerable.
-Yo te seguiré -dice el puberto mientras entra a su auto, y me recuerda lo mucho que me irrita su actitud confiada.
Me pongo el casco y arranco la moto, dirigiéndome a mi casa, tratando de distraerme con el ruido del motor, pero no puedo dejar de pensar en él.
El viento golpea mi rostro mientras conduzco, pero mis pensamientos siguen girando en torno a su actitud y esa energía extraña que parece invadir la habitación cada vez que estamos cerca. El recorrido parece interminable, pero finalmente llegamos a mi casa. Bajo de la moto y el puberto estaciona detrás de mí. Sale del auto y se acerca.
-Es muy linda -dice, colocándose a mi lado. No puedo evitar que una pequeña sonrisa se asome en mis labios. Lo odio, pero a la vez, no puedo negar que me agrada su compañía, aunque a veces desee que se mantuviera más distante.
-Lo sé -respondo arrogante, tratando de ocultar la vulnerabilidad que siento. Mi pecho se aprieta un poco cuando me doy cuenta de que él está demasiado cerca. ¿Por qué me afecta tanto que esté aquí, cerca de mí? No debería, pero lo está haciendo.
"Contrólate" me regaño a mí misma. Entro a la casa seguida de él, tratando de mantener la calma, pero la presión que siento en el pecho no desaparece.
-Voy a cambiarme -le digo dejando el bolso en el sofá de la sala, mientras me siento incómoda por su presencia. -Allá está la cocina, busca algo para comer... Ya bajo -concluyo y subo a mi cuarto.
Literalmente corro a él. Entro en mi cuarto y me tiro en la cama, tratando de calmar mis pensamientos.
-¿Qué carajos me pasa? -me quejo, ahogando un grito en la almohada. No entiendo por qué reacciono así cada vez que está cerca.
Él no me gusta, ¿verdad? No debería estar pensando en él de esta manera. Me levanto y voy al closet para ponerme algo cómodo, un short de mezclilla y una camisa holgada color negro, escotada y con mangas de campana. Algo simple. Algo que no me haga pensar más en él, aunque sé que será difícil.
Cuando salgo del cuarto, voy directo hacia la cocina. El puberto está cocinando.
-¿Qué haces? -le pregunto, aunque no quiero que suene tan curiosa. Pero es difícil no preguntarle cuando lo veo tan concentrado en algo que no es típico de él.
-Para que comamos -responde simple, como si fuera lo más normal del mundo. -Ya estará, ve preparando las cosas del trabajo -me indica. Asiento sin pensarlo.
-Lo haremos en mi recámara -digo mientras regreso al cuarto. Mi mente no deja de dar vueltas. El cómo está aquí, el cómo se acerca cada vez más, el cómo parece que siempre sabe lo que quiero, incluso sin que lo diga. No lo soporto, pero al mismo tiempo, no quiero que se vaya.
Entro a mi cuarto y empiezo a preparar todo para el trabajo. A pesar de que todo parece normal, mi mente está distraída. Mi corazón late con fuerza, y no logro dejar de pensar en todo lo que no le he dicho.
Cocino pasta, terminamos de comer y ahora estamos en mi cuarto, haciendo el trabajo. Mientras discutimos sobre el proyecto, su teléfono suena. Él lo saca, y su expresión relajada cambia a una más seria. Algo se apodera de él, como si la conversación lo hubiera sacado de su burbuja de tranquilidad. Me doy cuenta de que algo no anda bien, pero no digo nada.
-¿Qué pasa? -le pregunto, mirando su rostro más pálido. Él no responde de inmediato. Veo cómo su mirada se aleja de la mía y una sensación de incomodidad me recorre.
-No... nada -dice, pero su tono me dice lo contrario. Frunzo el ceño y le arrebato el teléfono.
Es una amenaza, junto con una foto de él saliendo de la universidad conmigo. Todo en mí se pone en alerta. Esta vez no estoy dispuesta a dejarlo pasar.
Desconocido
"Pronto te atraparé y nadie podrá salvarte..."
(08:47 pm)
Desconocido
"Disfruta mientras puedas, después no quedará nada de ti"
(08:47 pm)
Frunzo el ceño, las palabras me hieren más de lo que quisiera. Me mira, esperando que le diga algo, pero no puedo. Estoy tan enojada y confundida. ¿Cómo alguien puede hacer esto? ¿Y por qué está relacionado contigo?
-¿Esto es nada? -le reclamo, mostrándole el teléfono. No puedo contener la rabia. No me importa lo que pase.
-No es nada que te importe -responde, mirando hacia otro lado, casi como si quisiera ocultar lo que realmente siente. No lo soporto, pero sé que no puedo ignorar lo que está pasando.
-¡Se trata de ti! Claro que me importa -le digo, lanzando el teléfono contra la pared. La rabia no se detiene. La preocupación, la confusión... todo se mezcla en mi pecho.
-¡Oye! -grita, suspendiéndose de la cama, pero yo ya no quiero escuchar excusas. Quiero respuestas.
-Te compraré otro -respondo, sin pensarlo. El peso de mis propias palabras hacen que un vacío se instale en mi estómago -Dime, ¿desde cuándo las amenazas? Y no me mientas -le exijo. Mi corazón late más rápido mientras espero que me diga algo que lo haga todo más claro.
-La noche después del beso... -dice con frialdad, como si estuviera resignado a lo que está pasando. Eso me hace sentir aún peor, porque no quiero que piense que soy solo un escape para sus problemas. Pero es obvio que algo está pasando entre nosotros.
#315 en Fantasía
#1693 en Novela romántica
amor demonios violencia suicidio muerte, reencarnacion tragedia dolor amor, infierno demonios princesa
Editado: 16.05.2025