Princesa De La Muerte

21 - Valery

Pasamos un buen rato abrazados antes de que decidiera levantarme. Ahora, me encuentro en la ducha mientras él hace el desayuno. El agua caliente resbala por mi piel, despejando los últimos rastros de sueño y la sensación persistente de la visión.

Al salir del baño, envuelta en una nube de vapor, me dirijo al clóset. Me visto con una camisa blanca de cuello redondo, una chaqueta de mezclilla del mismo color y un jeans de cuero negro. Para completar el look, me pongo unas botas blancas y dejo mi cabello suelto.

Una vez lista, salgo del clóset, tomo las llaves de mi moto y algo de dinero. También agarro mi bolso y, sin pensarlo dos veces, meto mi Beretta junto con algunas balas. La sensación del arma en mis manos me da un extraño consuelo.

Salgo de la habitación y me dirijo a la cocina.

El sonido de la sartén chisporroteando, el aroma del café recién hecho y la voz de Adeus tarareando una melodía me reciben.

"Se escucha bonito", pienso con una sonrisa mientras entro.

-Hola, princesa -dice al verme, con esa sonrisa perezosa que tanto me gusta.

-Hola, puberto -respondo acercándome a él. Una vez que estoy lo suficientemente cerca, lo beso-. ¿Qué haces? -pregunto, dejando mi bolso sobre la mesa.

-Panqueques -dice, abrazándome por la espalda antes de dejar un beso en mi cuello-. Siéntate, yo te sirvo.

Su aliento cálido contra mi piel me hace cerrar los ojos un instante. Asiento y tomo asiento.

Poco después, él coloca un plato frente a mí.

-Gracias -digo, tomando el tenedor-. Pasaremos por tu casa para que te cambies y luego iremos a la universidad... pero solo entrarás tú. Yo tengo algo importante que hacer.

Adeus frunce el ceño mientras se sienta a mi lado.

-¿Qué harás? -pregunta con curiosidad-. Quería pasar contigo nuestro primer día de novios...

Hace un puchero y se ve tan tierno que tengo que contener una sonrisa.

-Pasaré por ti a la salida para que nos regresemos juntos -le aseguro-. Lo prometo.

Él suspira, pensándolo por unos segundos.

-¿Y tendremos una cita? -pregunta, con esa mirada traviesa que conozco bien.

Asiento y sus ojos brillan.

-Entonces está bien -dice, como un niño al que acaban de prometerle un regalo. Su reacción me hace reír.

Terminamos de desayunar y pronto nos dirigimos a su casa. Lo sigo en mi moto mientras él conduce su auto.

A lo largo del camino, mis ojos escanean constantemente los alrededores. Busco cualquier indicio de que alguien lo sigue, alguna señal de peligro. Pero nada parece fuera de lugar... al menos por ahora.

Al llegar a su casa, aparcamos y bajamos de nuestros vehículos. Él extiende su mano y la tomo sin dudarlo. Entramos juntos.

-¡Hermano! -grita Adeus apenas cruzamos la puerta, aún tomados de la mano.

No pasa mucho tiempo antes de que un joven de cabello oscuro aparezca corriendo en la sala.

-Adeus... -dice al verlo, pero su mirada baja hasta nuestras manos entrelazadas. Su expresión se endurece-. Explíquenme.

-Es mi novia -responde Adeus con una sonrisa radiante.

El chico suspira con frustración.

-Te dije que no, Adeus.

Algo en mi interior se rompe, pero me obligo a no demostrarlo.

-Y yo te dije que no me importa -responde Adeus sin perder la sonrisa.

Por alguna razón, sus palabras me hacen sonrojar.

El ruso suspira con resignación antes de acercarse a nosotros.

-Ya qué... nunca haces caso -dice, y nos abraza a ambos-. Felicidades.

-Bipolar -murmuro, rodando los ojos, pero sin poder evitar reír.

-Acostúmbrate, cuñada. Vas a tener que soportarme -comenta con diversión.

-Déjala, Mikhail -dice Adeus-. Voy a cambiarme.

Se inclina hacia mí y me besa antes de dirigirse a su habitación.

Tan pronto como desaparece de nuestra vista, el hermano de Adeus vuelve a hablar.

-¿Sabe de las amenazas?

Mis músculos se tensan.

-Sí -respondo sin dar más detalles.

Él suspira y se cruza de brazos.

-Tengo miedo de que algo le pase...

"Yo también", pienso, pero no lo digo.

-No te preocupes -respondo con firmeza-. Me encargaré de que nada le pase.

-¿Y cómo lo harás? -pregunta con el ceño fruncido-. Ella es un...

Lo interrumpo antes de que termine la frase.

-Yo también -aclaro en voz baja-. Solo que él no lo sabe... y espero que no lo haga. Al menos, no todavía.

El ruso me observa con desconfianza, pero termina suspirando.

-Bien... -acepta a regañadientes-. Siempre y cuando lo cuides.

-Con mi vida -afirmo sin dudar.

En ese momento, Adeus regresa.

-¿De qué hablan? -pregunta mientras se acerca a mí y me envuelve en sus brazos.

Ruedo los ojos con diversión y le devuelvo el abrazo.

-Nada digno de mencionar -respondo evasivamente.

Él me observa por un segundo antes de encogerse de hombros.

-Bien. Vámonos, ya estoy listo.

Nos despedimos y salimos de la casa. Cada uno monta su respectivo vehículo y nos dirigimos a la universidad.

Al llegar, estaciono mi moto y camino hacia su auto. Él baja y se acerca a mí con una sonrisa. Sin decir nada, me besa.

Es un beso lento, profundo, como si el tiempo se detuviera por unos instantes. Nos separamos solo cuando el aire se vuelve insuficiente.

-Nos vemos a la salida -le digo en un susurro.

Él besa la comisura de mis labios.

-Sí. Te amo, mi princesa.

Mi rostro se calienta con su declaración.

-Yo también... -respondo casi en un murmullo antes de dar un paso atrás.

Él me observa mientras me alejo hacia mi moto.

Ahora tengo otro destino.

Voy a ver a Bechet, mi jefe. Él es el único que puede ayudarme... el único que conoce mi don.

Bechet sabe cuándo y cómo morirá. En diecisiete años, un tiroteo terminará con su vida mientras recoge una mercancía. Lo sabe, pero nunca ha intentado cambiarlo.

"Es malo jugar con el destino", me dijo una vez. "Donde hubo muerte, habrá muerte".




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.