Tras mi conversación con Bechet, la seguridad de Adeus y su hermano quedó completamente asegurada. No escatimé en precauciones. Le pedí que pusiera a sus mejores hombres a cargo, asegurándome de que fueran los más leales y eficientes. La orden es clara: vigilancia las veinticuatro horas del día los siete días de la semana, sin margen de error.
Si salen de casa, los seguirán. No habrá excepciones. Solo si Adeus está conmigo y yo hago la señal acordada, las "aves" se retirarán y nos dejarán solos. Pero incluso en esos casos, estarán atentos a cualquier movimiento sospechoso. Me informarán sobre con quién se encuentran, qué hacen y si hay alguna amenaza rondando cerca. Y si algo pone en peligro sus vidas, no dudarán en actuar.
No me gusta la idea de que estén bajo vigilancia constante, especialmente Adeus. Él es fuerte y puede defenderse. Pero el peligro acecha en todas partes, y no puedo darme el lujo de confiar en el azar. No esta vez.
El rugido de mi moto rompe la monotonía de la mañana mientras avanzo por la carretera rumbo a la universidad. El viento golpea mi rostro, despejando los pensamientos oscuros que me rondan la mente.
No sé exactamente a dónde iremos hoy. Solo sé que veré a Adeus y eso es suficiente.
Al llegar, reduzco la velocidad y me detengo frente a la entrada. Apoyo un pie en el suelo y me recargo contra la moto, sacando el teléfono para revisar mensajes. Algunos estudiantes pasan cerca, algunos miran de reojo, otros simplemente siguen con su rutina.
Minutos después, la puerta principal se abre y lo veo salir. Adeus camina con esa tranquilidad despreocupada que lo caracteriza, con una leve sonrisa en los labios. Su presencia tiene algo hipnótico.
Sin dudarlo, se acerca a mí y, sin previo aviso, toma mi rostro entre sus manos y me besa. Su contacto es cálido, firme, posesivo.
-Te extrañé, princesa -murmura contra mis labios.
Una sonrisa divertida se forma en mi rostro.
-¿Nos vamos? -pregunto, sin soltar su mirada.
Algunos alumnos nos observan, pero a ninguno de los dos parece importarnos. Sin embargo, la atmósfera cambia en un instante cuando una figura irrumpe en nuestro espacio.
Erick.
Sin previo aviso, lo jala con fuerza hacia atrás, haciendo que Adeus pierda el equilibrio y caiga al suelo.
Mi cuerpo reacciona antes de que mi mente procese lo que acaba de pasar.
-¡¿Oye, qué te pasa, idiota?! -le grito, sintiendo cómo la ira burbujea en mi interior.
Erick me ignora por completo. Su mirada está clavada en mí con una mezcla de enojo y algo más.
-¿Por qué te besas con este tipo?
Ruedo los ojos, fastidiada.
-¿Y eso a ti qué te importa?
Hago un ademán para acercarme a Adeus, pero Erick me toma del brazo bruscamente y me jala hacia él. Su agarre es fuerte, casi doloroso. Trato de zafarme, pero en un movimiento rápido, me atrapa contra su cuerpo, sujetando mis muñecas con una sola mano.
Su cercanía me asfixia.
-¡Suéltame, imbécil! -gruño, forcejeando para liberarme.
En respuesta, aprieta mis muñecas con más fuerza, haciendo que el dolor se intensifique.
-¡Que me sueltes! -grito con rabia, luchando por liberarme.
Erick no responde, pero su agarre se vuelve más sofocante.
-Déjala -la voz de Adeus resuena con una calma aterradora.
Levanta la vista desde el suelo y se pone de pie lentamente. Su postura es relajada, pero hay algo peligroso en su mirada.
Un escalofrío me recorre la espalda.
"Oh no" pienso, "Erick lo va a matar".
Adeus no dice nada más. Se acerca con paso firme, con la mirada clavada en Erick como si estuviera midiendo la distancia exacta antes de atacar.
Erick ni siquiera tiene tiempo de reaccionar. En un solo movimiento, Adeus lo sujeta del hombro y le lanza un puñetazo directo al rostro.
El impacto resuena en el aire.
Erick me suelta de golpe y retrocede tambaleándose, llevándose una mano a la boca.
Adeus se acerca a mí y toma mis muñecas con delicadeza. Sus dedos recorren la piel enrojecida por la presión del agarre de Erick. Su mandíbula se tensa.
-Hijo de puta... -murmura con la voz cargada de ira, pero su toque en mis muñecas sigue siendo suave.
Una sonrisa ladeada se forma en mis labios.
-Gracias -susurro, disfrutando por un instante de la calidez de su contacto.
Él me devuelve una sonrisa breve, pero su atención vuelve rápidamente a Erick.
-¡Aléjate de ella! -grita Erick, con la voz distorsionada por el enojo.
Estoy a punto de responder, pero Adeus es más rápido.
Se voltea y le suelta otro golpe. Esta vez, su puño impacta de lleno en su nariz con un crujido seco. Erick grita de dolor y cae al suelo, llevándose las manos al rostro. La sangre empieza a correr por su piel.
Adeus lo observa con frialdad. No hay remordimiento en su expresión. Solo una amenaza silenciosa.
Se agacha a su altura y le habla en un tono bajo, pero letal.
-Esta es una advertencia... -su voz es grave, pausada-. La próxima vez no tendré piedad. Te mataré. No te quiero cerca de ella.
Observo la escena en silencio, sintiendo una extraña sensación en el pecho.
"Hasta se parece a mí" pienso. "No, mierda... Se parece a mí".
Borro la sonrisa que había comenzado a formarse en mis labios.
"Él no es un monstruo como yo".
Me acerco a Adeus y le tomo la mano con suavidad.
-Vámonos... Recuerda que tenemos una cita.
Él no aparta la vista de Erick de inmediato. Su mirada sigue siendo gélida.
-Sí, vámonos.
Juntos caminamos hacia mi moto. Antes de subir, él me mira.
-Voy por mi carro, espérame aquí.
Se inclina para besarme antes de dirigirse al estacionamiento.
A nuestro alrededor, los curiosos siguen observando. Susurros. Miradas indiscretas. Gente murmurando.
-¿¡Qué ven!? -grito con molestia.
Como si mi voz fuese una orden, todos se dispersan de inmediato. Erick es llevado a la enfermería por Michell y su séquito de aduladoras.
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Editado: 16.05.2025