Princesa De La Muerte

26 - Adeus

El beso se volvió más profundo, cargado de un calor que se filtraba hasta la piel. De repente, Valery se incorporó y, sin despegar nuestros labios, se subió a horcajadas sobre mí, con sus manos sujetando mi rostro. Mi respiración se volvió más pesada cuando comenzó a moverse sutilmente sobre mí, haciendo que nuestros cuerpos chocaran con una fricción tan deliciosa como desesperante.

Mis manos se posaron en su cintura, sujetándola con fuerza mientras ella continuaba con esos movimientos lentos y circulares que desafiaban mi control. Tragué saliva, sintiendo cómo mi cuerpo reaccionaba inevitablemente a su roce.

Su vestido, ligero y suave al tacto, se había subido ligeramente con sus movimientos. Mi mano recorrió su pierna con caricias apenas perceptibles, ascendiendo de manera discreta. El aire entre nosotros se volvió denso cuando nos separamos solo lo justo para recuperar el aliento.

—Adeus… —su voz era apenas un susurro entrecortado cuando nuestros sexos chocaron con más presión. Sus mejillas estaban encendidas, y por un momento desvió la mirada antes de tomar mi mano y deslizarla bajo su vestido. Su piel ardía contra la mía.

—¿P-puedes…? —murmuró, su voz temblorosa por la mezcla de nerviosismo y deseo.

Mis dedos rozaron la tela de su ropa interior y sentí su respiración agitarse. La forma en que me miraba, con esos ojos brillantes, hizo que mi autocontrol pendiera de un hilo.

Ella continuaba con sus movimientos circulares sobre mí, provocando que la tensión en mi cuerpo aumentara con cada roce. Mi respiración se volvió más pesada, y en un impulso inevitable, mis manos se aferraron a sus caderas con firmeza. Un suspiro tembloroso escapó de sus labios cuando la acerqué aún más a mí, sintiendo el calor de su cuerpo presionarse contra el mío.

Me incorporé ligeramente, haciendo que nuestros cuerpos encajaran aún más, y deslicé mis labios sobre su cuello en un recorrido lento y tentador. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, ofreciéndome más acceso, mientras su pecho subía y bajaba en un intento por controlar el latido acelerado de su corazón.

—Te amo, Valery Lewis —murmuré entre besos húmedos, mi voz ronca por el deseo contenido.

Sus dedos se enredaron en mi cabello, jalándolo con suavidad mientras sus caderas seguían su propia danza tortuosa contra mí. Sentí cómo el control se me escapaba entre los dedos, y antes de perderme por completo en ella, la giré con rapidez, quedando sobre ella.

Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y nerviosismo cuando deslicé mis dedos por la tela de su vestido, levantándolo lentamente. Se incorporó ligeramente, permitiéndome retirarlo con delicadeza.

Me detuve un momento para admirarla, mi pecho subiendo y bajando con la misma intensidad que el suyo.

—¿Estás segura? —pregunté, buscando su mirada.

Ella asintió sin dudar, acercándose para tomar mi rostro entre sus manos y besarme con urgencia, como si en ese instante nada más importara. Mi camisa pronto quedó en el suelo, y el fuego en sus ojos me dejó claro que ya no había marcha atrás.

Sonreí suavemente antes de volver a besarla, respondiendo a su petición con la misma ternura y fuego que ella me entregaba. Mi mano continuó su camino, explorando con caricias lentas y precisas, mientras ella se aferraba a mis hombros, escondiendo el rostro en mi cuello.

La complicidad del momento se fundía con la necesidad, un equilibrio perfecto entre lo que éramos y lo que queríamos ser en ese instante.

Su cabello levemente enredado, sus labios anchados de tantos besos, sus perfectos pechos que eran cubiertos por un sostén color blanco sin tiras, su braga de encaje blanca que me prendía de sobre manera, nos acostamos de nuevo pero yo aun encima de ella sin aplastarla sosteniendo mi peso con mi brazo derecho y con la mano izquierda acariciaba su mejia de forma tierna, sus ojos azules brillaban de una manera especial y eso solo me enamoraba más de ella.

Cada parte de ella, su perfecto cuerpo, su forma fría, su mirada fría y a veces tierna, sus gestos cariñosos, su forma de hablar, su forma de reír, todo de ella me encanta, me tiene enamorado de sobremanera y solo espero que nunca me deje

Bese de nuevo sus labios disfrutando de ella, ella no queria eso pues llevo sus manos al inicio de mi pantalón soltando la faja de el, reí y bese su Mejía y me termine de sacar el pantalón, su mirada era puro deseo, amor, necesidad y otras cosas que no pude descifrar porque me beso de nuevo, llevo sus manos al inicio de mi bóxer que aun llevaba puesto, la detuve y en cambio le quite el broche de su sostén dejando a mi merced esos dos bellos pechos.

Los bese de manera lenta disfrutando de ella mientras gemía de placer, deje su pecho derecho e hice lo mismo con el izquierdo, luego bese sus labios de forma lenta recorriendo toda su cavidad bucal con mi lengua y me decide de su braga dejándola completamente desnuda para mí, baje mi bóxer quedando de la misma manera que ella, totalmente desnudo.

Ella abrió sus piernas dándome lugar para acomodar mi miembro en su entrada y me adentre en ella de forma lenta, una lagrima se deslizo por su Mejía mientras arqueada su espalda gimiendo, las alarmas resonaron en mi cabeza cuando un liquido caliente empapó mi polla cuando termine de entrar en ella, me fije y era sangre.

Ella era virgen...

Me apure para salir de ella de inmediato, pero me detuvo enrollando sus piernas en mi cintura deteniéndome sin dudarlo.

—Estoy bien— exclamó ella entre gemidos, me aprisiono más con sus piernas evitando asi que mi miembro saliera de ella, le mire, la duda pintaba cada una de mis facciones sin poder evitarlo

Era así primera vez... La bese de forma lenta y luego de unos instantes ella movió ligeramente sus caderas de forma circular, instándome a seguir, la acomode un poco más entre las mantas colocándola sobre las almohadas y empecé a embestirla de forma lenta, disfrutando de cómo su interior me recibía, de cómo ella gemía y se retorcía ligeramente por el placer que yo le estaba otorgando




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