"Porque si el cielo brilla tu y yo lo haremos..."
Él estaba tan nostálgico, sus ojos fijos en el suelo, y yo podía ver en su mirada que algo lo atormentaba. Sentía que lo que estábamos viviendo era más que una simple despedida; había una especie de dolor sutil, como si ambos supiéramos que este momento no sería el último, pero sí podría ser el último en esta dimensión.
Quería decirle que me iría, que debía partir. Lo había estado considerando durante días, pero no sabía cómo enfrentarlo. Nunca había estado en la misma dimensión luego de morir, y no tenía idea de cómo todo eso podría afectarnos. No sabía si podría convencer a mi padre de que me dejara, pero a él sinceramente le importaba un bledo si iba o venía.
El problema real, como siempre, serían los líderes de los clanes que dominan mi hogar. Ellos, esos seres que me observaban desde las sombras, esperando que cometiera un error, que cayera en su trampa. Eso sería lo complicado, pero en ese momento, con él cerca, todo lo demás parecía irrelevante.
Me distraje de mis pensamientos cuando, sin previo aviso, me tomó por sorpresa. Su mano se deslizó con suavidad, pero con firmeza, hacia mi mentón, y me giró la cara hacia él. Me besó, con una intensidad tan posesiva que casi me hizo perder el aliento. Lo seguí, sin pensarlo, como si no tuviera control de mí misma. Cada segundo que pasaba con él sentía que el mundo desaparecía. Estaba tan insegura de todo, pero al mismo tiempo, en sus brazos todo se volvía claro. Lo seguí sin dudarlo, porque no sabía si podría volver a verlo en esta dimensión.
En otro plano podría encontrarlo, claro, pero nunca sería mi Adeus. El que me había hecho sentir cosas que jamás imaginé experimentar con tal intensidad.
Él, ese idiota que me había enamorado, el que había logrado desatar un torbellino de sensaciones que nunca había conocido, que me hacía sentir más viva que nunca, me haría darlo todo, incluso mi fugaz existencia. Mi alma se entregaba a él, sin reservas, sin miedo.
Su beso era tan profundo, tan desesperado, que sentí como si mi cuerpo se elevara, flotando, como si todo mi ser fuera absorbido por esa única sensación que solo él sabía provocarme. Me tomó de las piernas, de manera natural, y me alzó. Mi cuerpo, sin esfuerzo, quedó enrollado en su cadera, mi rostro tan cerca del suyo que podía escuchar cada respiración agitada que ambos compartíamos. Él me mantenía pegada a él, sostenía mi cuerpo contra el suyo con una intensidad que no dejaba lugar a dudas de lo que sentía.
Mis manos se enredaron en su nuca, los dedos hundidos en su cabello oscuro, tirando ligeramente de él, provocando un leve gruñido de satisfacción que me hizo estremecer. Su respuesta fue tan perfecta, tan propia de él, que mi cuerpo reaccionó sin pensarlo. Apreté más mis piernas alrededor de su torso, queriendo acercarme más, como si pudiera fundirme con él.
—Estúpido puberto… —dije, jadeando, sin poder creer lo que estaba sucediendo—. Te amo. —Con estas palabras, mi cuerpo vibró, y volví a devorar sus labios, saboreando la dulzura y el fuego que compartíamos. Nuestras lenguas se encontraron en una danza frenética, como si nuestro deseo hubiera alcanzado su punto máximo, la necesidad de uno del otro siendo más fuerte que cualquier otra cosa.
Me separé solo un momento, y en su mirada vi lo mismo que sentía: desesperación, miedo, pero también esa necesidad de no separarnos, de aferrarnos a este momento, a lo que éramos el uno para el otro. Tomé su mano y la apreté con fuerza, guiándolo hacia mi habitación. Lo empujé suavemente, como si no quisiera dejar espacio entre nosotros, como si la puerta entre nosotros y el mundo exterior fuera lo último que queríamos que nos separara.
Una vez adentro, cerré la puerta con cuidado, pero con determinación. Luego, de nuevo, lo besé, esta vez con más intensidad, casi como si quisiera atraparlo, como si mis labios fueran lo único que podía sostenerme en este momento. Lo acorralé contra la puerta con mi cuerpo, buscando más de él, más de ese calor, de esa cercanía. Me puse de puntillas, alcanzando sus labios con una sonrisa cargada de promesas.
—Te amo, princesa… —dijo, su voz baja y llena de algo más profundo que solo deseo. Y en ese momento, no pude evitarlo: lo sentí todo. Mi vientre ardía, el deseo crecía como una ola que se elevaba y no se detenía. Era más que un simple deseo físico, era una necesidad visceral de estar cerca de él, de ser uno solo.
No pude contenerme más, lo atrapé nuevamente entre mis brazos, permitiéndome perderme por completo en su presencia. Me levantó sin esfuerzo, llevándome hasta la cama con una delicadeza que no correspondía con la urgencia de sus besos. Y mientras caminábamos hacia la cama, el roce de sus labios sobre mi cuello me hizo temblar. La sensación era tan nueva, tan electrizante, que me dejó sin palabras. Mis gemidos le daban acceso a mi alma, y mis brazos no dejaban de apretarlo, buscando que nunca me dejara.
Me tumbó sobre las sábanas, el impacto contra la cama me hizo respirar hondo. Cuando me recosté, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor, que todo lo que había sido, todo lo que había planeado, ya no tenía importancia. Solo éramos nosotros dos, fusionándonos en un momento sin tiempo. Me lanzó un beso lleno de pasión y desesperación, mientras yo, entre sus caricias, intentaba deshacerme de cualquier barrera física entre nosotros.
Y de esa manera, me hizo suya, pero no de la forma que uno podría esperar. Era un acto de entrega mutua, un reconocimiento tácito de que no estábamos en este mundo por casualidad, sino por un propósito mucho mayor. No se trataba de una simple conexión, sino de una fusión de almas, una rendición absoluta a lo que éramos el uno para el otro.
Me sentí completamente suya, no por un acto físico, sino por el compromiso silencioso que ambos compartíamos en ese momento. Porque, aunque los mortales dicen "por ti doy la vida" o "solo por ti, no pido más para existir", en mi caso, sabía que este era mi propósito. Estaba dispuesta a darlo todo por él. Todo lo que éramos, todo lo que teníamos, lo era solo para él. Y lo seguiría siendo, sin importar qué.
#315 en Fantasía
#1693 en Novela romántica
amor demonios violencia suicidio muerte, reencarnacion tragedia dolor amor, infierno demonios princesa
Editado: 16.05.2025