Corría con todas mis fuerzas, el aire frío golpeando mi rostro, mientras el cielo, oscuro y denso, presagiaba una tormenta feroz. El sonido de mis pasos resonaba en la quietud de la noche, y mi corazón latía desbocado en mi pecho, bombeando sangre a toda velocidad. No podía fallar. No podía dejar que esto terminara de esta manera.
— Mierda, maldita mierda. —maldije entre dientes, la ansiedad apoderándose de cada fibra de mi ser. Me había quedado dormida, inmersa en pensamientos que no pude controlar, y ahora, al despertar, me di cuenta de que el tiempo me había jugado una mala pasada. No había notado que él había salido, y con él, todo lo que había temido comenzaba a hacerse realidad.
Mañana cumplíamos dos meses de novios, y ahora todo lo que sentía por él estaba siendo destrozado, aplastado por la horrible visión que se desplegaba frente a mis ojos. Ahora entiendo por qué pidió esa cita conmigo. Todo había sido una trampa. Una mentira, desde el principio. ¿Y yo, tonta, había caído?
Lo vi allí, tirado en el suelo, su cuerpo inmóvil y vulnerable, mientras ella lo apuntaba con un arma, exactamente como lo había visto en mi visión. El miedo se apoderó de mí por un segundo, el pánico de no poder salvarlo, de no llegar a tiempo. Pero no había lugar para el miedo ahora. Necesitaba actuar. Necesitaba salvarlo.
Me detuve jadeante, escondida detrás de ella, respirando pesadamente, con el corazón retumbando en mis oídos. ¿Podría lograrlo? Mi mente corría más rápido que mis piernas, pero todo parecía irreal. Los recuerdos de mi entrenamiento, de todo lo que había aprendido, venían a mi mente como ráfagas de claridad en medio de la tormenta.
— ¡Wof, Wof! —ladré con fuerza, mi voz firme, haciéndome notar. Ambos se giraron, sorprendidos por mi presencia. Mi sonrisa fue ladina, una mueca de desafío que no ocultaba la ansiedad que sentía en mi interior.
— Valery —dijo él, sorprendido y aliviado al verme, aunque la situación seguía siendo grave.
— Oh, qué sorpresa… —la mujer frente a mí dijo con una sonrisa fría, casi burlona. No podía esperar más. Caminé hacia ella con pasos firmes, controlando mi respiración, el sudor frío recorriendo mi espalda. Llegué a posicionarme entre ella y él, erguida, mientras el miedo seguía latente, pero mi rostro mostraba solo determinación.
— ¿Valery? —dijo él, sin entender, mirando mi figura entre él y la mujer. Le eché un vistazo rápido, antes de devolver la mirada a la mujer armada frente a mí.
— Querida, ¿te haces a un lado? —me dijo, su tono tan arrogante como su actitud. La calma con la que hablaba me molestaba profundamente. No podía permitir que algo tan vil sucediera mientras yo estuviera allí.
Reí de forma macabra, casi maniaca, y desenvainé mi arma, que descansaba en la funda de mi faja. La ansiedad palpitaba en cada nervio de mi cuerpo, pero mi mente estaba clara. No iba a dejar que lo matara. No hoy.
— ¿Y si te largas, perrita? —respondí, apuntándole directamente. Mi voz tembló ligeramente, pero mi sonrisa no se desdibujó. — Una buena oferta… Aprovecha, ando generosa… —dije, pero mis palabras fueron un intento vano de esconder la rabia que sentía. Ella rió de lado, como si no le importara lo que pudiera decir. No me moví, ni un paso atrás.
— Dos pájaros de un tiro —murmuró, apuntando a Adeus detrás de mí, su dedo rozando el gatillo. Sin pensar, me interpuse, y sentí el impacto de las balas en mi abdomen. Un dolor insoportable recorrió mi cuerpo, y un grito se me escapó involuntariamente. La sangre comenzó a brotar de mis heridas, empapando rápidamente la ropa.
Mi cuerpo se tambaleó, pero logré mantenerme de pie, aunque el dolor me nublaba los sentidos. Escupí sangre, pero no dejé que la desesperación se apoderara de mí. Yo no iba a morir. No hoy.
— ¿Quién dice? —dije, con una sonrisa macabra que no era de miedo, sino de desafío. Me enderecé lo mejor que pude, a pesar de la angustia que me estaba desgarrando por dentro. — Yo no pienso morir hoy… —me arrastré hacia ella, apretando mi mandíbula. — Serás tú. —Apunté a su cabeza, y sin dudar, disparé. El sonido del disparo resonó en mis oídos mientras la mujer caía al suelo, su vida extinguiéndose de forma instantánea.
Me tambaleé, pero antes de caer, sentí los fuertes brazos de Adeus rodeándome. El miedo en sus ojos no era algo que pudiera ignorar, pero estaba allí, sosteniéndome, impidiendo que cayera en la oscuridad.
—No, no, no, princesa…— dijo, presionando mi herida con sus manos, manchándolas de sangre. Le sonreí débilmente. Era mi momento de irme. Subí mi mano, de manera débil, hasta su rostro. Estaba tan cansada, mis párpados pesaban como plomo. Acaricié su rostro con la palma de mi mano, y él la tomó con desesperación, sus ojos negros llenos de lágrimas. Él lloraba.
Lo vi, su cara empapada con mi sangre mientras tomaba la mía. Me sonrió entre sollozos, y sentí cómo mi corazón se rompía más aún. Este era el final. Los colores brillaron tras mis párpados y dejé que la visión me arrastrará.
" Lo vi sentado en una silla, mirando el cielo nocturno. La luna llena brillaba intensamente, iluminando todo a su alrededor con su luz fría y distante. A pesar de su apariencia canosa, lleno de arrugas y marcas de los años, había algo en él que seguía siendo… perfecto a mis ojos. En ese momento, todo lo demás parecía desvanecerse. Solo existíamos nosotros, en medio de la oscuridad.
— Por fin me reencontraré contigo, princesa… —murmuró, su voz suave pero cargada de tristeza. — Todo perdió sentido cuando te fuiste, no regresaste como lo prometiste... —Sonrió ampliamente, una lágrima resbalando por su mejilla arrugada mientras cerraba los ojos. Fue su último suspiro, el último aliento que dio.
Lo miré fijamente, la angustia en mi pecho apretándome como una corsé. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y aunque el dolor me invadía, algo dentro de mí se mantenía firme. "
— Este destino sí me gusta… —murmuré con voz quebrada, con mis manos empapadas de lágrimas, pero también de sangre. No lo había olvidado, no a él. A pesar de todo, de la carta, de lo que había dicho, no me había olvidado. Mi cuerpo se iba apagando poco a poco, pero aún tenía fuerzas para protegerlo. —Te dije que te protegería...— susurré. Él negó con la cabeza repetidamente, como si no pudiera aceptar lo que estaba pasando, sin soltar mi mano ni un segundo.
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Editado: 16.05.2025