Princesa en tiempos de hambre

Capítulo 3

Benjamín había llegado finalmente a la fiesta del pueblo, se sentía abrumado porque todos los presentes se le quedaban observando fijamente, tenía la esperanza de que en ese lejano pueblito nadie lo reconociera, pero aparentemente había cometido un gran error.

Pero afortunadamente había llevado varios escoltas que estaban camuflados entre los presentes y otros que eran presentados como si fueran sus familiares, todo con la finalidad de mantenerlo protegido y de que nadie fuese agredirlo. 

Buscaba entre los presentes a su amigo y finalmente lo vio al lado de unos hermosos caballos de paso— Observa, allá está Jonathan. El chico del que te hable.— mencionó Benjamín emocionado a su primo.

Lo vista de Harold, no fue directamente al muchacho que mencionaba el príncipe, sino a la hermosa rubia que estaba justo al lado de él, le pareció haber visto un ángel pues no podía quitarle la vista de encima a la hermosa Perla. 

—¿Quién es la chica?—  preguntó nervioso de que posiblemente pudiese gustarle a su primo y se le adelantará, el no tenía competencia con él, sabía perfectamente que cualquier mujer con 3 dedos de frente escogería a Benjamín por encima de cualquiera.

—Mmmm, creo que es su hermana, muy carismática señorita— Por un instante Benjamín imagino la posibilidad de desposar a la rubia, pero algo en ella no le terminaba de agradar, enseguida se percató de que a su primo sí parecía agradarle bastante y la descartó como una posible candidata.

El jamás haría algo para lastimarlo, le tenía mucho cariño y sabía que muy rara vez él sentía atracción por alguna muchachita. Benjamín, Harold y otros 5 de sus guardaespaldas se acercaron a dónde estaban los Montalvez reunidos.

Margaret de Montalvez, reconoció enseguida al príncipe que se acercaba rápidamente a donde ellos estaban—¡Oh por Dios Jonathan! tu amigo vino— dijo muy contenta—Vamos hija, ponte derecha y sonríe, es tu mejor oportunidad— Perla observó al grupo de hombres que se acercaban y al ver al príncipe no le pareció que fuera tan guapo como lo describían, enseguida ignoró por completo a los hombres y les dio la espalda para acariciar el lomo de su potra Danna.

—Benjamín ¿Cómo estás?— Jonathan se acercó emocionado a saludar a su amigo, éste le dio un fraternal abrazo y le presentó a los hombres que lo acompañaban, luego él lo llevo con su familia para presentarlo—Familia, quiero presentarles al príncipe Benjamín Gerard Archambault.

—Es un gusto su alteza— la madre de Jonathan hizo una pequeña reverencia y esto a el príncipe le pareció incómodo.

—No señora. Por favor no lo haga, quiero pasar desapercibido lo más que pueda acá en el pueblo, vengo con una misión y mientras menos sepan de mí será mucho mejor, así que les pido discreción a todos llámeme Benjamín por favor— el príncipe sabía muy bien a lo que venía y reconoció enseguida el interés y la frivolidad de la madre de su amigo, no le pareció una mujer agradable, pero por respeto a él, intento ser lo menos grosero mientras presentaban al resto de su familia...

Muy cerca de los Montalvez, Aleuzenev caminaba acompañada por su hermana Laila, ellas eran las más grandes de su familia y el padre de ambas sólo las dejaba salir a ellas dos, Aleuzenev acababa de cumplir los 18 y su hermana Laila tenía 16.

—Mira Ale, allá está tu amiga... ¿Nos acercamos ahora o dejamos que la señora demoníaca se aleje?

—Yo creo que mejor esperemos que ellos se vayan a charlar con otros. Porque si la señora Margaret me ve, va a arruinarme la noche. De seguro reconocerá el vestido que tengo puesto y me puede ridiculizar, es lo menos que deseo ahora— tomó de la mano a su hermana para llevarla a otro lado de la plaza, todo estaba hermosamente decorado y para Aleuzenev resultaba una completa falta de respeto.

Ella no entendía como el gobernador podía gastar dinero para festividades, ignorando por completo las verdaderas necesidades del pueblo, como todos los habitantes de la calle que morían de hambre a diario, se preguntaba ¿Donde los habían metido a todos? porque extrañamente, hoy no parecía estar ninguno cerca.

—Notas algo extraño.

—No, ¿Qué?—preguntó Laila desconcertada, se había dejado llevar por las hermosas decoraciones.

—Yo no veo a ninguno de los desamparados en las calles cercanas y ahora que lo pienso desde que salimos de casa tampoco vi alguno.

—No seas tonta, quizás no los viste porque no venías pendiente de ellos.

—¿Que? ¡No! estoy segura de que no había ninguno cerca, creo que algo les hicieron... ¿Crees que los tengan encarcelados?

—Por Dios hermana deja tus paranoias absurdas y disfruta de la celebración, no tiene que importarte lo que les pase a ellos, tienes que disfrutar de la noche.

—Me avergüenza que te expreses de esa manera ¿Cómo es posible que no te preocupen en esas personas? los conocemos y...

—¡No! Tú los conoces, tienes esa absurda idea de tener que saludar a todo el mundo y de conocer las desventuras de cada uno de ellos, tenemos nuestros propios problemas, no debemos de estar preocupándonos por otros.

Aleuzenev se enojó enseguida por las palabras tan despectivas de su hermana, ya se estaba pareciendo a la señora Margaret y eso le avergonzaba muchísimo, camino dispuesta a conseguir respuestas sin mirar con quién pudiese toparse, hasta que finalmente vió a uno de los oficiales y no pudo contenerse.

—¿Dónde están?— preguntó ella alterada.

—Disculpe señorita ¿Por quién está preguntando?— fingió no comprender, aunque conocía perfectamente a Aleuzenev y sabía a quienes se refería.

—¿Dónde están los desamparados de la calle?— estaba muy enojada—Yo no veo a ninguno por acá cerca ¿Que hicieron con ellos?— pregunto alterada y esto al oficial lo enfado muchísimo.

—¡Respete a la autoridad! recuerda que yo soy un agente, no puede hablarme de esa manera.

—A mí no me interesa quién sea usted, dígame dónde están todos, porque no veo ninguno acá... ¡Donde los tienen!— grito desesperada dándole un empujón al oficial, este enseguida le dio una gran bofetada lanzándola contra el suelo.




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